La última prueba de Paola Olcese
La comunidad cristiana donde vive se hizo conocida en 2007 por la muerte de uno de sus miembros. Paola Olcese fue sindicada como la líder espiritual del grupo. Hoy está enfocada en la recuperación de sus hijos menores, que en noviembre resultaron gravemente quemados. Han sido cuatro meses complicados, pero a ella no le ha temblado la fe. Aquí rompe el silencio.
Paola Olcese (42) entra a la comunidad de Lo Zárate. Es la una y media de la tarde del miércoles 6 de marzo. Sus hijos Salvador e Iscael Carrión Olcese se lanzan a sus brazos, como si presintieran que su madre no ha tenido una mañana fácil en el tribunal de familia de San Antonio. Los niños, de cuatro y dos años, la aprietan con fuerza, no quieren soltarla. Ambos llevan un traje especial para quemados, de esos para evitar roces con la piel dañada. Iscael tiene, además, un vendaje en su frente, y Salvador usa una máscara que protege los injertos que le hicieron en el rostro. Luego del saludo de los hijos, unos 10 miembros de la comunidad se turnan para abrazar a Olcese. Le dicen cosas al oído, le acarician el pelo. Existe una sensación general de alivio.
Esa mañana, Paola Olcese se había jugado la tuición de sus dos niños.
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Con los ojos llorosos. Así Paola Olcese había abandonado al mediodía el tribunal de familia de San Antonio. Se notaba exhausta. Por casi tres horas había explicado las circunstancias que llevaron a que sus hijos Salvador e Iscael se quemaran accidentalmente en un predio que la comunidad usaba en Junta de Valeriano, en la cordillera de la III Región.
En el tribunal, Olcese debió probarle a la jueza que estaba capacitada para cuidar a sus hijos. Durante los alegatos, se leyó un informe sicológico del DAM, programa dependiente del Sename, en el que se establecía que ella sufría una "disociación con la realidad". Se recomendaba dejar la tuición de los niños a su padre, Matías Carrión (31), pareja de Olcese.
Con la ayuda del propio Carrión y de Cristián Gottlieb, miembro de la comunidad y testigo en la noche del incendio, Olcese logró convencer a la jueza de que era capaz de cuidar a sus hijos. La audiencia fue larga, tediosa, pero ella tuvo éxito. Por eso, las lágrimas y los abrazos temblorosos afuera del juzgado.
-Primera vez que encuentro justicia- dijo Olcese al salir, con la mirada vidriosa-. Me tocó una jueza que no es sólo una profesional, también es madre y es persona.
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Paola Olcese creció en Buenos Aires, en el acomodado barrio de Palermo. Ahí vivió junto a su madre y una hermana. Su padre las dejó cuando todavía ella era una niña y se fue a trabajar a la lejana provincia de Río Negro. Esa fue la primera prueba que pondría en juego la estabilidad de Olcese. Sus cercanos dicen que no lo pasó bien.
A Chile llegó con 19 años. Se vino un verano, para trabajar de garzona en Puerto Montt. Ahí conoció a Roberto Maggi, un santiaguino ligado a la hípica, con quien se casó en 1993 y un año más tarde tuvo a su primer hijo, Sebastián. En esos años ella trabajaba de modelo publicitaria y promotora. A mediados de los 90, tras el quiebre con Maggi, conoció al pintor Roberto Stack. Con él tuvo a su segunda hija, Nazareth (12). Stack ya había vivido en varias comunidades y, junto a él, Olcese se empezó a adentrar en la espiritualidad y los retiros. Maggi, Stack y sus dos hijos mayores viven hoy con ella en la comunidad de Lo Zárate.
Aunque esta comunidad se formó el 2003, fue en 2007 -instalada en Pirque- cuando se hizo conocida. El 11 de abril de ese año, la profesora de danza Jocelyn Rivas murió dos meses después de dar a luz, por una supuesta anemia no tratada. Sin tratamiento médico, en su cama dentro de la comunidad. Olcese, quien fue sindicada como líder espiritual, fue formalizada por homicidio por omisión e inhumación ilegal, mientras que Roberto Stack y Nataniel Requena (pareja de Rivas) fueron condenados en 2010 a 61 días de pena remitida y al pago de 4 UTM por haber inhumado irregularmente el cuerpo de la joven en el predio de la comunidad en Pirque.
La investigación indicó que Olcese, quien pasó un mes en la cárcel, solía transformarse dentro de la comunidad, que entraba en trance. Los miembros del grupo lo niegan hasta hoy. El caso se cerró el 2010, cuando la justicia determinó, apoyada en peritajes del Servicio Médico Legal, que Olcese presentaba "delirios místico-mesiánicos" que la hacían inimputable.
Además de aguantar la presión mediática, el 2007 la comunidad debió buscar un nuevo terreno, ya que el dueño del predio de Pirque les finiquitó el contrato de arriendo. También debieron asumir compromisos: que los menores tuvieran fichas en consultorios y que los niños en edad escolar tuvieran una educación formal en una escuela.
Fue la misma Paola Olcese quien encontró, a través de corredores de propiedades, la parcela de 16 hectáreas que ahora habita la comunidad en Lo Zárate, a unos 15 kilómetros al interior de Cartagena. Enrique Carrión, padre de Matías, tomó el crédito hipotecario para comprarla. Buena parte de los ingresos que genera la comunidad por la venta de pan y galletas son para pagar el dividendo mensual.
-La comunidad se hizo más fuerte luego de lo que nos pasó en Pirque- dice Enrique Carrión, sentado en la mesa del comedor de su casa en Lo Zárate-. Nos hizo unirnos más; pasamos de 40 miembros a los 70 que somos hoy. Eso fue una prueba, así como lo que pasó con mis nietos.
Su hijo Matías y Paola Olcese lo escuchan con atención. Poco antes, ella había bendecido el almuerzo de ese día: vienesas con papas salteadas y ensalada mixta. Antes de dar la señal para empezar a comer, y tras un breve silencio, dijo en voz baja: "Bendito seas padre santo por tu presencia en nuestras vidas".
-Fin de un mito: ustedes no son vegetarianos- comento.
-No comemos carne cuando no tenemos plata-dice Olcese, tenedor en mano.
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Junta de Valeriano es el último asentamiento del camino que une Vallenar con Alto del Carmen. Según Olcese, la comunidad ha hecho retiros allí durante 10 años. Ella llegó en octubre pasado junto a sus dos hijos menores para pasar el verano. Algunos hombres de la comunidad habían llegado meses antes para acondicionar el terreno: construir un par de habitaciones con base de piedra y techo de adobe mezclado con paja, además de plantar una chacra.
Valeriano es apenas un grupo de casas desperdigadas a los pies de los Andes, sin posta ni retén de Carabineros. La electricidad llegó hace tres años. La mayoría de su envejecida población -los más jóvenes se van a buscar suerte a otros lados- vive gracias a pequeñas plantaciones y la cría de animales. El terreno usado por la comunidad había sido prestado por el matrimonio de Andrés Araya y Ana Borbone, luego de un trato que se hizo informalmente: la comunidad tendría derecho a vivir y plantar en el terreno de tres hectáreas, comprometiéndose a entregar parte de sus cosechas. Al momento del incendio, había 11 adultos y siete niños viviendo en el lugar. Hoy, el grueso del grupo volvió a Lo Zárate.
El 14 de noviembre, Paola Olcese había ido a comprar mercadería a Vallenar junto a Nicolás Carrión, hermano de su pareja. Al regresar, el grupo preparó la comida. El fuego empezó en la madrugada del jueves 15, cuando los adultos hacían sobremesa en una casa prefabricada que funcionaba como comedor. Salvador e Iscael dormían en una habitación con techo de adobe y paja. Hasta hoy, Olcese no sabe qué hizo que comenzara el fuego.
-Había dejado una vela prendida para los niños, porque es muy oscuro. Ellos tenían sus camitas en un altillito de piedras y necesitaban un poco de luz para bajar de la cama. La vela que yo había dejado estaba enterrada en la arena, era de esas redondas y anchas, como un cáliz. Pienso que el perro pudo haber entrado y darla vuelta. O que se cayó un poco de paja del techo y prendió. O que se cayó un papel de la repisa...
Nataniel Requena, ex pareja de Jocelyn Rivas, fue el primero en darse cuenta. Había salido a acostarse cuando vio las llamas. Olcese, en el comedor, escuchó gritos de que había un incendio. Al salir, vio que las llamas consumían la pieza donde dormían sus hijos. Un muro de fuego no dejaba cruzar la puerta. Olcese lo traspasó de un salto. No sintió que se estaba quemando.
-No pensé; si lo pienso... no sé si entro.
Adentro tomó a Iscael en brazos y trató de salir. El fuego no la dejaba ver. Tropezó en una piedra y la niña se le cayó de los brazos. Rápidamente la volvió a tomar. Las ropas de Olcese prendieron, porque cayó sobre las llamas.
Afuera, le entregó a Iscael a Requena. Iba a entrar para sacar a Salvador, pero Nicolás Carrión le dijo que él lo había sacado. Luego Requena apagó el fuego en la ropa de Olcese.
Paola Olcese sumergió a Iscael en una tina plástica, mientras Nicolás Carrión hizo que Salvador se metiera en un riachuelo. En el rescate, Carrión se quemó la nariz y una mano. Olcese tuvo quemaduras superficiales en la nariz y piernas, y quemaduras profundas en una mano y la espalda.
Decidieron bajar a Vallenar. No sabían qué hora era, pero aún estaba oscuro. A la camioneta se subieron Nicolás Carrión, Augusto Larraín, Cristián Gottlieb, Olcese y los dos niños. Pararon un kilómetro después.
-Los niños lloraban y yo sentía que me quemaba por dentro -dice ella-. Pensé que si a mí me dolía tanto, ellos no iban a poder resistir tres horas de un trayecto lleno de curvas. Decidimos volver y calmar las quemaduras.
Roberto Robledo, fiscal de Vallenar, evalúa la posible responsabilidad de Olcese esa noche: "Hay una negligencia en dejar solos a los niños con una vela prendida. Eso se estableció muy rápido. La segunda imprudencia está en ir muy tarde a los servicios de urgencia, sobre todo considerando la gravedad de las quemaduras y la edad de los niños. Pudieron haberse comunicado rápidamente con el retén de Conay, que está a 20 minutos. En estos casos, Carabineros tiene la disposición de escoltar o trasladar accidentados. Pudieron haber llegado alrededor de las cinco de la mañana al hospital y no las dos y media de la tarde. Pero hasta el momento no se aprecia intención de ningún adulto presente esa noche de causar esas lesiones". Olcese arriesga ser formalizada por cuasidelito, con penas que parten en los 61 días y que llegan a los 540 días.
Olcese insiste en que el dolor era demasiado como para hacer el trayecto entre Valeriano y Vallenar esa misma noche. A los niños los siguieron sumergiendo en agua, mientras algunos adultos hervían sábanas y las rajaban para transformarlas en vendas. Otros se pusieron a rayar papas y a abrir plantas de aloe vera para aplicarlas en las quemaduras. Vendados con cataplasmas y con el dolor más controlado, partieron en la mañana a Vallenar.
Al partir, Olcese le dijo al resto de la comunidad que volvían en un rato. Su idea era que los niños fueran vendados por profesionales, con insumos esterilizados, para luego regresar a Valeriano. Nunca imaginó que Salvador e Iscael estaban en riesgo de muerte.
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La comunidad de Lo Zárate está en un pequeño valle, rodeada de un bosque de inmensos eucaliptos. Alguna vez se les llamó la "comunidad cristiana y ecológica de Pirque", pero ellos se definen como una comunidad a secas. Aunque dediquen parte importante del día a orar y cultivar un huerto orgánico.
Paola Olcese y Matías Carrión caminan por el lugar. Muestran lo que han construido luego de dejar Pirque. El tour se interrumpe por los abrazos que recibe Olcese. Le preguntan por la audiencia en San Antonio. Ella les habla pausado, con tono bajo. En contadas palabras se le nota su acento argentino.
La pareja explica que al llegar a Lo Zárate había una sola casa, que hoy usan los padres de Carrión. La necesidad de construir más viviendas y la llegada de hijos en las parejas más jóvenes fue cambiando la dinámica de la comunidad. Los tiempos para la espiritualidad se fueron acortando.
-Antes nos juntábamos a orar siete veces al día- explica Olcese, frente a un círculo hecho con bancas de madera para rezar-. Cada vez orábamos una hora. Ahora nos juntamos tres veces al día y oramos sólo 15 minutos.
La comunidad tiene hoy nueve casas, todas de un estilo que cruza lo rústico con lo colonial. Las puertas y ventanas las compraron a buen precio en las demoliciones de casonas en Santiago. Entre las casas hay áreas verdes donde juegan los niños. También hay una piscina, un invernadero donde crecen verduras orgánicas y una construcción donde se hacen el pan y las galletas. Los vehículos son viejos, con 10 o más años de uso.
Augusto Larraín, que se quedará en Junta de Valeriano hasta abril, cuenta que la comunidad y los liderazgos han ido cambiando:
-El liderazgo de Paola, por ejemplo, nunca fue como salió en los medios. Ella tenía una ascendencia sobre el grupo porque era la pareja de Roberto Stack en esa época y era él quien de alguna forma armó todo. Paola siempre destacó por una tremenda capacidad para orar y meditar, por ser muy espiritual. Y eso nos permeaba a los demás. Para que la comunidad funcionara, al principio se necesitaban líderes que se encargaran de cosas. Paola y Roberto lo eran. A ella le gustaba ser la encargada de ir a comprar, ir a Lo Valledor.
En Lo Zárate, en el living de sus suegros, Olcese explica, a su manera, su estilo de vida.
-Preguntarse qué es la verdad, qué es el amor, qué es la verdadera justicia. He tratado de tener esa consecuencia en mi vida. No creer en Dios y conformarme con ir los domingos a misa. Yo no vivo a Dios de esa manera. Veo la mano de Dios en mi vida como un padre y con esto (la recuperación de sus hijos) terminé por confirmarlo.
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Paola Olcese dice que llegó a la urgencia del Hospital de Vallenar alrededor del mediodía del 15 de noviembre. El tramo entre Valeriano y Vallenar lo hicieron en casi cuatro horas. "Nos fuimos despacio por las curvas, para que no hubiera roce con las quemaduras. Tuvimos que ir parando para hidratarnos".
El parte del hospital establece que la hora de llegada es a las 14.30. María Loreto Alfaro, la doctora de turno, recuerda: "Los niños venían con quemaduras en cara, cuello, cuero cabelludo, tórax, brazos y piernas. Se les hizo aseo quirúrgico de inmediato y se les envió en la noche a la UCI pediátrica del Hospital de Coquimbo. La piel estaba moreteada y venían muy deshidratados. Costó bastante encontrarles una vía venosa para colocarles suero".
Fue el Hospital de Vallenar el que puso en marcha la medida de protección a los menores la mañana del 16 de noviembre. "La voz de alarma sale desde la unidad de emergencia y de la dirección del establecimiento. Una vez analizados los antecedentes, es decir la gravedad de las lesiones, se opta por la medida de protección", dice Felipe Velásquez, abogado del hospital. A la investigación se suma la Fiscalía de Vallenar para establecer posibles responsabilidades penales. Días después, la causa de familia pasa al tribunal de San Antonio, luego de que Olcese fijara la residencia de los niños en Lo Zárate.
La doctora Alfaro recuerda que los niños, al llegar al hospital, se asustaron y llamaban a su madre. Alfaro dice que Olcese estaba muy preocupada, pero que no había dimensionado lo que había pasado. "Quedó muy impactada cuando le dije que sus hijos estaban en peligro de muerte". Olcese recuerda también ese momento.
-¿Qué te pasó a ti cuando te dijeron eso?
-Lo que me pasa a mí es juzgado como una locura. Adentro mío yo sentía que lo que me estaban diciendo no era así. No porque yo no estuviera asumiendo la gravedad, sino porque yo tenía la certeza de que no se iban a morir. Eso es inexplicable a los ojos de los sicólogos y la justicia. Me pueden decir: ¿De dónde tienes tú esa certeza? Pero nuestra vida es tener confianza en Dios. Me viví todo el proceso de hospitalización con la paz de tener a ese Dios de mi lado. Ese es mi delirio místico.
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Salvador e Iscael Carrión Olcese llegaron en la tarde-noche del 16 de diciembre a la Unidad de Quemados del Hospital Calvo Mackenna. Los trasladaron por avión-ambulancia. Ahí los esperaba su padre, Matías Carrión. Paola Olcese viajó a Santiago por tierra.
Cinco días después, con los niños aún hospitalizados, el Calvo Mackenna emitió el siguiente informe al Sename de la III Región: "Iscael Carrión: mantiene gravedad, aún apoyado por ventilación mecánica, 36% del cuerpo con quemaduras ab (segundo grado con profundidad). Salvador Carrión: 50% del cuerpo quemado, 20% quemaduras ab y 30% b (tercer grado). Aún con ventilación mecánica".
Los doctores del Calvo Mackenna estimaron que el tiempo de recuperación de los menores sería entre cuatro y seis meses. Paola Olcese y Matías Carrión decidieron trasladarse a Santiago: dormían en una camioneta en el estacionamiento del hospital. Lo mismo hicieron los abuelos paternos. Olcese recuerda que en los primeros días, el doctor que trataba a los niños le dijo que Salvador tenía un 10% de sobrevivir. "Tampoco lo creí. Yo estaba tranquila, con mucha fe".
Iscael fue dada de alta el 29 de diciembre, su hermano Salvador, dos días después. Olcese cuenta que las enfermeras del hospital se empezaron a referir a sus hijos como los "milagritos", por su rápida recuperación.
Dos meses y medio después del alta, los niños corren por Lo Zárate. Todavía deben ir a chequeos médicos mensuales a Coaniquem. Paola Olcese habla de ellos con orgullo. Ya pasó lo peor, dice. Pero de lo peor, de esa noche de fuego en Lo Valeriano, quedó una huella.
-Al incendiarse mi ropa, me quemé en la espalda. Con el tiempo se me formó una escara muy grande que dio paso a una marca.
Olcese cuenta la historia como si hablara del clima o de los eucaliptos del bosque allá afuera. "La marca que me quedó en la espalda tiene forma de corazón", dice.
Horas más tarde, caminando por los polvorientos caminos de Lo Zárate, sus hombros quedarían descubiertos por un momento. Debajo de ellos se verían dos medialunas blancas, una al lado de la otra. Como la parte superior de un corazón.
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