Las confesiones de Marco Arriagada: "No existen los campeones naturales"
Después de dos años de castigo por dopaje, el ciclista más laureado de Chile habla de su nueva vida y revela el uso de sustancias prohibidas en entrenamiento: "El 95% de los ciclistas chilenos lo hacía".
El día de Marco Arriagada (38) comienza casi tan temprano como cuando era deportista. A las seis de la mañana está en pie en el campamento minero de Caserones, 162 kilómetros al sureste de Copiapó. Al estar sobre los cuatro mil metros, las temperaturas son bajas a esa hora. El ascenso hacia la mina demora una hora más. Mientras conduce su camioneta, a veces se imagina haciendo ese trayecto en bicicleta y alcanzando la cota de 4.600 metros donde está el yacimiento de Lumina Copper.
A las ocho de la mañana pasa asistencia a los 50 funcionarios que tiene a su cargo como jefe de maquinaria y coordina el destino de las grúas, retroexcavadoras y camiones aljibe. Doce horas después, baja nuevamente al campamento, se prepara algo sencillo para cenar y se duerme. La rutina se repite por ocho días. Hoy es el octavo.
Tras un vuelo desde Copiapó, Arriagada recoge su bolso de la cinta giratoria número siete de Pudahuel y camina hacia la salida. Allí lo esperan su esposa, Karina Castro, y el menor de sus tres hijos, Máximo, de casi dos años, quien estira sus brazos para pedir que lo carguen. No se han visto desde Navidad. Máximo es lo único bueno que salió de una época turbulenta, en que perdió todo lo que había conseguido en 15 años de carrera ciclística.
La caída
La noticia se conoció el 1 de marzo de 2011. Marco Arriagada, el ciclista nacional con el mejor palmarés en ruta y pista (campeón mundial de puntuación en Moscú 2004, tricampeón de la Vuelta de Chile, medallista de oro panamericano) había arrojado positivo por estanozolol, una sus- tancia anabolizante, en cuatro etapas de la Vuelta Chile y una de la Vuelta a República Dominicana. Desde el principio se declaró inocente y apuntó a un compañero en el equipo T-Banc Skechers, el argentino Gerardo Fernández, quien le habría vendido un suplemento alimenticio mal rotulado.
"Me jodieron la carrera. Este año hubo varios positivos y el COCh dio castigos de tres y seis meses. No me retribuyeron todo lo que entregué al país. Ni siquiera me dieron acceso a un sicólogo. Me borraron del mapa", dice Arriagada, aún dolido.
El 13 de octubre de 2011, la Corte Arbitral del Comité Olímpico de Chile (COCh) dictó sentencia definitiva y una suspensión por dos años, con efecto desde el 29 de enero de 2011. La apelación del ciclista había resultado, pues el castigo de primera instancia era de cuatro años.
Antes del dopaje, el pedalero curicano había soportado golpes fuertes. En 1997, sus dos padres y un hermano murieron de cáncer con tan solo cinco meses de diferencia. Pero la suspensión deportiva le arrebató su identidad y su fuente de trabajo. Perdió sus becas estatales y privadas, cayó en depresión y estuvo encerrado en su casa por meses. "Ni siquiera iba al supermercado", cuenta Arriagada.
Su ex compañero Gonzalo Garrido lo visitó en Curicó durante esa época: "Me tocó escuchar a uno de sus hijos que le preguntaba qué había hecho, porque sus compañeros lo apuntaban en clases. Ese tipo de cosas pueden sobrepasar a un hombre".
En medio del proceso llevado adelante por el COCh, Oscar Gómez, presidente de la Federación Ciclista de Chile en esa época, le ofreció trabajar en su empresa, OGM, subcontratista de mineras, plantas eléctricas y papeleras. A esas alturas de 2011, Karina estaba embarazada de Máximo y el dinero se hacía indispensable.
"Olvídate de lo que pasó. La vida sigue adelante y tu familia necesita estabilidad", le dijo.
El día que aceptó la oferta de Gómez, Arriagada enterró su carrera deportiva. Su castigo terminó formalmente en enero de 2013, pero nunca más pensó en volver. Por eso hoy puede revelar una parte de la historia que se había guardado por años.
Sustancias prohibidas
La figura de Arriagada no es la misma de hace algunos años. Pesa cerca de 70 kilos, casi 10 más que en su etapa como ciclista. Su turno de ocho días de trabajo y seis de descanso en Caserones le permite realizar actividad física sólo cuando regresa a Curicó.
Su sistema de entrenamiento era muy diferente cuando era profesional. "Su escuela era de sacrificio, rigor y mucho trabajo. Se podría decir que era codicioso con los resultados, siempre quería atacar y ganar, incluso cuando tenía a compañeros de equipo adelante. Eso le causó problemas", comenta Garrido.
Sin embargo, Arriagada se atreve a decir que no todo era trabajo duro. Que si bien se sigue declarando inocente del positivo de 2011, eso no significa que nunca se haya dopado. "Muchos piensan que los campeones nacen de puro entrenamiento. Eso no es cierto. No existen los campeones naturales. Yo ocupaba sustancias prohibidas en períodos básicos, para ayudarme en el gimnasio, con las pesas. Es la única manera de surgir. En algunos momentos del año hubiera dado positivo", confiesa.
¿Era habitual utilizar esas sustancias fuera de competencia?
Es fuerte que lo diga ahora, porque no voy a correr en bicicleta nunca más, pero muchos se creen la Virgen María. No hay campeones que se hagan solos. Es imposible, todos
necesitan ayuda. Es cosa de ver a Lance Armstrong. Nunca lo pillaron; lo tuvieron que acusar sus compañeros.
¿No cree que doparse era una falta de respeto para esos pocos que corrían limpios?
No creo en esos pocos. En mi época, calculo que un 95% de los ciclistas hacía lo mismo.
¿Qué tipo de sustancias usaba?
Eso no te lo voy a decir. Tampoco cómo lo hacía. Pero sí te puedo decir que los controles de dopaje están en pañales en Chile. Hay que culturizar mejor a nuestros deportistas y generar más médicos especialistas en el tema.
¿Se arrepiente de haberlo hecho?
No, porque todos lo hacían y no me quedó ninguna secuela. Sólo me arrepiento de haberme topado con la persona que me jodió la carrera.
Después de reconocer sus faltas por primera vez, Arriagada se excusa. Sabe que sus palabras le traerán problemas, pero aclara que se hará cargo. Dice que quizás profundizará en el futuro, pero que ahora quiere volver a Curicó para reunirse con Gonzalo (17) y Luciano (11), sus otros dos hijos. También ve poco probable que algún día vuelva al ciclismo, pero que si algún equipo lo quisiera o si pudiera asumir un cargo técnico, no lo dudaría, pues quiere borrar su mancha y que lo recuerden como el héroe que alguna vez fue.
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