Los pecados que hacen tambalear a la Roja
Aunque la clasificación a los cuartos de final de la Copa sigue dependiendo de sí misma, la selección chilena entró en un bajón futbolístico y sicológico peligroso. Y la sumatoria de derrotas poco ayudan a la confianza.
La realidad de Chile bajo el mando de Juan Antonio Pizzi deja una estadísitca llamativa y a la vez preocupante. De cinco partidos disputados, el equipo perdió 4. Es cierto, dos de aquellas derrotas fueron ante Argentina, y en las otras dos, la Roja mereció mucho mejor suerte. Matices que pueden aterrizar la decepción por este arranque en falso de Macacudo, pero que no escoden un hecho indesmentible: la Selección perdió buena parte del sello que lucía hasta no hace mucho.
Es cierto que el combinado de Pizzi está lejos de ser un desastre en la cancha. De hecho, los buenos pasajes que tuvo ante México y algunos minutos contra Argentina en Santa Clara ratifican que aún guarda cosas en su ADN. Pero también es evidente que viene mostrando errores que se reiteran en cada uno de los partidos, atribuibles tanto a responsabilidades individuales como colectivas. Y ahí es donde está fallando fundamentalmente Pizzi.
Un primer análisis se da con los cinco goles que recibió el equipo chileno en estos 10 días. Todos tuvieron su finalización por el costado derecho de la defensa. No es casualidad a esta altura, cuando se repite el hecho. Hubo errores evidentes en el cierre en algunos (Jamaica y México) y problemas de posición en el otro (Argentina).
Pero el tema de los goles recibidos es sólo un detalle dentro del problema que vive hoy la Selección. Algunos insisten en que esta versión 2016 de la Roja no tiene la intensidad y el vértigo que lució hasta el partido en Lima contra Perú. Pero cabe señalar que esta misma Selección cerró el año 2015 con una pálida actuación ante Colombia y una pobre presentación en Montevideo frente a Uruguay. El tema aquí es otro: Chile perdió la línea de juego y no encuentra variantes frente a la adversidad.
Tomando en cuenta los partidos oficiales desde aquel duelo con los cafeteros en Santiago, la Selección careció en todos, salvo ante Venezuela, de profundidad. Le costó muchísimo generar ocasiones de gol. Hubo distintas fórmulas de ataque, diversos intérpretes, pero no hubo soluciones. Y para colmo, los delanteros vienen peleados con el gol, lo que complica aún más resolver los problemas en los últimos metros. Y aquello se traduce en la falta de gol del equipo. Desapareció y nadie sabe donde está realmente.
Faltan variantes de ataque y en ese sentido se extrañan las sociedades tan comunes en la etapa de Sampaoli. El tándem Sánchez-Isla o Vargas-Isla, clave en largos pasajes en los últimos años, no aparece por ninguna parte. Ni hablar de la conexión entre los delanteros. Las pocas chances de gol surgen más por arranques individuales que por elaboraciones. Y eso es un problema claro de sistema colectivo.
El propio Sánchez no puede encontrar su lugar en la cancha y la presencia de Vidal como el volante más adelantado no lo beneficia. La razón: ambos resuelven a dos o tres toques, lo que les quita sorpresa y de paso le permite a la defensa rival un rápido ordenamiento.
Aunque la clasificación a los cuartos de final de la Copa sigue dependiendo de sí misma, la selección chilena debe urgente ajustar algunas piezas y al mismo tiempo Pizzi tocar algunas teclas para que recupere la memoria. Urge que ocurra para que el proceso levante y no siga este bajón en las Eliminatorias, que es donde no se pueden permitir más errores
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