Miembro de la Academia Pontificia para la Vida: "En todo momento de reforma de la Iglesia ha habido desconcierto"
El experto mexicano Rodrigo Guerra López que visitará Chile en enero responde a los que acusan al Papa de lanzar "señales confusas" y de poner en riesgo la unidad de la Iglesia Católica.
A la carta de cuatro cardenales al Papa Francisco cuestionando su reciente exhortación apostólica se sumaron recientemente una veintena de académicos que salieron a apoyar a los prelados y advirtieron de supuestas "señales confusas" del Pontífice. El mexicano Rodrigo Guerra López miembro de la Academia Pontificia para la Vida y docente de la Academia de Líderes Católicos -quien visitará Chile en enero para el II Diplomado Internacional de Doctrina Social de la Iglesia- responde en esta entrevista con La Tercera a esos cuestionamientos.
Al hacer pública su carta, los cuatro cardenales aseguraron que han percibido "desconcierto y gran confusión en muchos fieles". ¿Usted comparte esa opinión? ¿Cree que existe desconcierto entre los católicos?
Nos encontramos en un momento de "cambio de época". El desconcierto es generalizado en la sociedad, en las instituciones y también en algunos sectores de la Iglesia Católica que miran con sorpresa la profunda conversión pastoral a la que está convocando el Papa Francisco. Además, en todo momento de reforma eclesial ha habido desconcierto. Entre más ortodoxo es un
Papa, más reformador resulta. Baste recordar a Juan XXIII y a Paulo VI. Las decisiones de ambos escandalizaron a los sectores eclesiales que pensaban en una Iglesia monolítica que no estaba llamada al cambio.
El tema de la comunión a los divorciados vueltos a casar ha concentrado la discusión. ¿En su exhortación apostólica el Papa permite efectivamente que los divorciados vueltos a casar puedan volver a comulgar?
El Papa Francisco no puede modificar la doctrina del evangelio ni los fundamentos de la ley natural. Los divorciados vueltos a casar si se encuentran en pecado mortal deben de acercarse al sacramento de la reconciliación con arrepentimiento para poder acceder a la Eucaristía. Amoris laetitia simplemente recuerda una doctrina tradicional de la Iglesia: no toda falta moral con materia grave es pecado mortal. Para que exista pecado mortal se requiere, además, pleno conocimiento y deliberado consentimiento. Por ello, el confesor debe de ser sensible a las posibles atenuantes que disminuyan en algún grado la imputabilidad del acto malo cometido. Es preciso discernir cada caso.
Uno de los puntos planteados por los cuatro cardenales es el relativo a la eventual contradicción que el texto del Papa tendría con la encíclica Veritatis Splendor de Juan Pablo II . ¿Cómo responde a ese cuestionamiento?
En la carta abierta que les he dirigido a los cardenales Burke, Caffarra, Brandmüller y Meisner explico que la doctrina expresada por el Papa Juan Pablo II en Veritatis Splendor, respecto de la existencia de actos siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto no ha sido modificada ni puede serlo. Sin embargo, me atrevo a recordarles a los señores cardenales que el propio Juan Pablo II a renglón seguido indica: "Si los actos son intrínsecamente malos, una intención buena o determinadas circunstancias particulares pueden atenuar su malicia".
En su reciente carta de apoyo a los cardenales, 23 académicos aseguraron que el Papa "lanza señales confusas" y que la Iglesia "muestra síntomas incipientes de desintegración". ¿Hay señales incipientes de desintegración?
Todos los grupos y movimientos contestatarios al Papa en la historia de la Iglesia tratan de conquistar mentes y corazones a través de advertencias del tipo "existen señales confusas", "hay peligro para la unidad". Los grupos que desean una Iglesia más espiritual y menos encarnada muchas veces afirman, sin darse cuenta, una cristología y una eclesiología herética. Esta larva si se deja crecer en el corazón es la causante de la pérdida de unidad.
La carta de los cardenales no es la primera crítica que recibe el Papa. ¿Por qué cree que Francisco ha generado tantas tensiones dentro de la Iglesia?
El Papa Francisco, como Jesús, nos desinstala de nuestra comodidad y de nuestras falsas seguridades. Esto genera resistencias. Siempre es más fácil sumarse a la tradición farisea, a la afirmación formal de la norma, a la seguridad legalista que cree que lo normativo resuelve y redime. Pero, las normas, por sí mismas, no salvan.
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