Mil Disculpas: Kramer estrena su nuevo show en vivo
El espectáculo combina stand up, música y personajes, y debuta nuevas imitaciones, como la de Felipe Bianchi y Claudio Palma.
Según contó, Stefan Kramer sentía culpa por jugar Playstation, culpa por jugar taca-taca y culpa por sacar la vuelta. Así declaró a los medios este comediante de 32 años, quien echó mano de esta sensación para dar vida al espectáculo que se estrenó anoche -en función privada-, en el Municipal de Las Condes y que hoy se abre al público: Mil disculpas.
Se trata del nuevo unipersonal de Kramer, cuyo título hace referencia a las cosas que nos dan cargo de conciencia, pero también a las que incomodan y que causan escozor. Disculpas que a ratos cruzan la propia ficción.¿Un recuerdo de quienes se enojaron públicamente con sus imitaciones? Ahí radica el juego: el show avanza con disculpas a algunos de sus personajes, mientras Kramer además va contando de su vida.
El nuevo show lleva meses de preparación y en él debutan las caracterizaciones de las figuras del periodismo deportivo Felipe Bianchi y Claudio Palma, además de revivir algunos de sus, ahora, clásicos: Ricardo Arjona, Alexis Sánchez, Jorge Sampaoli, Manuel Pellegrini, Rafael Araneda. Personajes que irán entremezclándose con el propio Kramer, quien se encarnará a sí mismo en la obra. Es decir, esto no se trata de una seguidilla de imitaciones -una detrás de otra-, sino que se acercará a ratos a un stand up comedy, pues el protagonista de El ciudadano Kramer hablará de anécdotas cotidianas.
Entre una y otra disculpa, el imitador expondrá su sentimiento de culpa hacia hechos de su vida y de su infancia. A través de ello irá contando detalles íntimos y se liberará de su caos interno. Incluso de aquellas cosas que dice y que incomoda a otros, como en algunas de sus caracterizaciones.
En 90 minutos, el propósito es generar un encuentro más cercano con el espectador: entre Kramer -sin caracterizaciones- y el público. Todo en pos de sanear una de las carencias de las películas, donde básicamente destacan más los personajes y las imitaciones por sobre la figura del comediante.
Ya que en Mil disculpas todo es muy culposo, tener un "culpómetro" se volvió esencial. Instalado en un costado del escenario, este aparato medirá los aplausos del público, el que tendrá la misión de liberarlo o no de cada una de sus culpas expuestas. Vencer al "culpómetro" es la única forma de salir de uno de los tantos "pabellones de culposos" instalados bajo una gran madre: "La cárcel de los culposos", una celda imaginaria donde cae la gente que siente que le falló a su yo interno o a otra persona. Allí entra para sentirse más tranquilo, redimirse. Pero sin éxito. Hay demasiado lamento y poco riesgo. Tendrá que enfrentarse a sí mismo.
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