El niño sin miedo
Tomas Bock, de 13 años, surcó en Hawai la ola Pipeline, una de las más peligrosas del mundo. El chileno es el más joven de Sudamérica en tomar este tubo de agua que ha cobrado nueve vidas.
En la entrada de la playa North Shore destaca una especie de lápida con nueve nombres. Son nueve leyendas del surf, que perdieron su vida por desafiar la Pipeline, la ola hawaiana reconocida como una de las más peligrosas del mundo. De las más mortíferas, quizás. La sola imagen produce temor y un chileno la ha enfrentado más de una vez durante estos últimos días.
No es el primer surfista de este lado del mundo que llega a la isla de Oahu para correr la ola, pero sí el más joven. El dato no es un simple detalle, porque Tomas Bock, oriundo de Reñaca, apenas tiene 13 años. En Sudamérica, nadie más que pequeño que él lo ha conseguido. En lugar de estar viendo dibujos animados, jugar videojuegos o simplemente jugar en la playa, este niño se convirtió en el más joven de Sudamérica en sortear con éxito la Pipeline. Y en más de una ocasión en la última semana.
"Estoy consciente del peligro, pero tengo que hacerlo para mejorar mi nivel y llegar a donde quiero llegar", explica Bock con la simpleza de un infante. Atiende a La Tercera recién salido del agua, un poco molesto también porque no le han tocado las ondas más altas durante su estadía en Hawai. "Estaba medio chico pero igual me agarre unas olas buenas", indica.
La Pipeline es conocida por su peligrosidad. El padre del menor, Johannes (34), explica por qué. "Está ola revienta encima de los corales y las rocas están a un metro de distancia del agua. Si haces un movimiento mal, caes directamente a la roca". El surfista argentino Fran Ferrero, quien también está en la isla, apunta que "en este mes y medio que yo llevo he visto salir gente inconsciente. También rodillas y piernas quebradas". Pero Bock no tiene miedo. Entrena día a día para ser el mejor del mundo.
Peso a peso
A fines de noviembre, Tomas se embarcó en esta aventura polinésica, con su padre. Allá vive en casa de profesionales, codeándose con los más grandes exponentes del surf. Pasa todo el día en el agua y no descansa un segundo. Dice que quiere ser el mejor.
El niño se crío en la Quinta Región y fue en Reñaca donde forjó esta pasión. Condiciones innatas tuvo siempre, pero no el dinero para este tipo de giras. Johannes, el papá, no contaba con recursos para comprarle tablas de primer nivel. Pero lejos de quedarse con los brazos cruzados, comenzó a trabajar con una cámara prestada en los torneos nacionales de surf, mientras, además, vendía comida en la calle. A su lado siempre estaba Tomi, quien así poco a poco se introducía en el mundo del surf.
"Yo era músico y me gustaba tomar fotos. Pero tenía una cámara prestada. Comencé a vender comida en la calle para sobrevivir y les vendía menú a los artesanos para poder comprarle tablas a Tomi. Me empezó a ir bien y me compré mi propia cámara. Así comenzamos", recuerda Bock padre. Y añade: "Lo que me motivaba vender comida en la calle era no darle a mi hijo la realidad que yo tuve. Yo jamás tuve apoyo de mi familia sólo de mi abuela. Dios nos ha ayudado mucho en todo esto. Nunca pensé estar donde estamos con mi hijo y cada cosa que hacemos es con sudor y lágrimas".
Pero la vida les daría un vuelco de 180º cuando en noviembre tomaron el avión a Hawai, cuna mundial de esta disciplina. "A mí me fue bien con el tema de las fotos. Les hacía vídeos a los surfistas y vendía mis fotos a las marcas. Me conseguí un trabajo en Hawai junto a Camilo Hernández, surfista chileno y entrenador de mi hijo", comenta desde Oahu. Antes de partir, Maui&Sons lo fichó en su equipo de riders, por lo que a partir de ahora le pagará un sueldo, le costeará los implementos y las giras para competir profesionalmente.
Igual no fue fácil la decisión. Antes de comprar los pasajes, a Johannes se le recriminó su decisión porque ponía en riesgo la vida del menor. "Fue difícil, porque mucha gente nos dijo que no, que Tomi era muy chico. Pero él ha entrado y ha agarrado bien la ola, ganándose el respeto de los locales", comenta con orgullo. "¿Si le tengo miedo a la Pipeline? Sí, me da miedo porque he visto a profesionales al borde de la muerte. Pero por eso lo traje acá tan pequeño para que entrene y aprenda. Si quiere ser el mejor debe pasar por esto", explica.
Tomas, de hecho, incluso ha osado enfrentar la ola de noche, lo que aumenta todavía más la dificultad. El niño recién octavo básico. "Sin mi papá nunca hubiera llegado a Hawai y gracias a él soy surfista. Le agradezco por estar ahí siempre conmigo y sacarse la cresta para que yo pueda surfear". Tomas Bock ya comienza a escribir su historia en el este deporte. Hoy ya domina una ola mortífera, pero quiere más. Mucho más.
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