Película sobre la esclavitud que ganó Toronto abre la carrera al Oscar

Doce años de esclavitud recrea el caso de un negro libre secuestrado en 1841 por plantadores del sur.




En el año 1841, los 328 kilómetros que separan Nueva York de Washington significaban algo más que el paso del clima continental al subtropical o el tránsito entre la ciudad más grande de Estados Unidos a la capital del país. Hace 162 años, esa distancia eran las puertas del infierno para cualquier negro nacido libre en el norte. Fue lo que les pasó a algunos afroamericanos secuestrados, como fue el caso de Solomon Northup, un hombre de raza negra que por mala suerte y descuido vivió 12 años de esclavitud, golpizas, humillaciones y agonías varias. Su historia, escrita por él mismo en 1853, es la que el cineasta Steve McQueen (Londres, 1969) transformó en la película que el domingo ganó el Premio del Público en el Festival de Toronto.

Doce años de esclavitud, presentada primero en el Festival de Telluride y aún con mejores críticas en Toronto, se ha impuesto como la primera gran favorita en el camino al Oscar. Las ovaciones en salas y las efusivas reseñas de los medios la perfilan como un filme que no debería quedarse sin premios, seguida de Agosto, de John Wells, y Gravedad, de Alfonso Cuarón. El entusiasmo es tal que su protagonista, el británico Chiwetel Ejiofor, pide calma: "Hay que dejar que el espectador vaya tranquilo a ver la película, sin predisponer".

Ejiofor, conocido por American gángster e Hijos del hombre, es Solomon Northup, un violinista y carpintero negro, nacido libre en Nueva York en 1808. Sus padres fueron ex esclavos que de acuerdo con las leyes del norte de Estados Unidos adquirieron la libertad y sólo heredaron de su dueño el apellido. Casado con Anne Hampton, otra afroamericana libre, lleva una vida relativamente tranquila, hasta que la falta de trabajo lo empuja a buscar oportunidades al sur del estado de Nueva York. Repara casas, se incorpora en los trabajos de líneas férreas y en 1841 comete el error de hacerles caso a dos bribones que ofrecen buena paga y mejor comida en un circo de Washington. Northup, que no alcanza a despedirse de su esposa, llega a la ciudad del sur con la ingenua seguridad que le reportan unos papeles que autentifican su condición de ciudadano libre. De nada sirven.

Tras ser maniatado y caer en un barco de esclavos, el violinista de circo comienza una ordalía de 12 años en distintas plantaciones de Lousiana. Sus amos y castigadores son uno peor que el otro, en particular, Edwin Eps (Michael Fassbender), una bestia blanca que dice contar con el apoyo moral de las Sagradas Escrituras cada vez que golpea a sus esclavos y que pide una producción de 90 kilos de algodón diario so pena de ser azotado hasta sangrar.

En esta película, que tiene algo de martirio cristiano, el ángel salvador es el carpintero abolicionista Bass (Brad Pitt). Este canadiense trabaja para los dueños de Solomon y logra contactar epistolarmente a su esposa. Desde Washington, ella tramitará la liberación de su esposo. Será el año 1853, cuando aún falte una guerra civil que librar y recién 12 años después, en 1865, se abolezca la esclavitud.

El filme es el tercer largometraje de McQueen, cineasta británico de raza negra que antes de ser director brilló en el videoarte. Sus anteriores cintas, Hunger y Shame , también se adentraron en la miseria de las penas corporales y las taras mentales (ver fichas). En su tercer trabajo, la mayoría de los medios coincide en que ahora McQueen alcanzó plena madurez de sus condiciones. Variety afirma que "la cinta atravesó totalmente la puerta abierta" por Django sin cadenas, la película de Quentin Tarantino que también abordaba la esclavitud en Norteamérica.

The Guardian se refiere al trabajo de McQueen como la cara seria de Django. Pero el director, que rechaza cualquier competencia con Tarantino, suele contar una anécdota ante aquella consulta. A Indiewire dijo: "Filmamos en el mismo territorio de Louisiana donde Tarantino rodó Django sin cadenas. Nos encontramos un día: él terminaba y yo empezaba. 'Ojalá que ahora todos hagan películas de esclavos', bromeó. Yo le respondí que podía ser un nuevo género. No hay una sola cinta de gánsteres o un solo western. Hay miles".

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