Sochi será la ciudad más vigilada del mundo en JJOO de invierno

Controles de identidad, patrullas constantes por el servicio de seguridad y una muralla de cuatro metros de alto en la estación de ferrocarriles son algunas de las medidas sin procedente que buscan garantizar la seguridad de los próximos Juegos Olímpicos de invierno en Rusia.




Con dos policías en cada esquina, Sochi, que en una semana acoge los Juegos Olímpicos de invierno (del 7 al 23 de febrero), se ha convertido en la ciudad más vigilada del mundo. 

Los refuerzos policiales, que llegarán a 37.000 durante los Juegos, ya se hacen ver por la población de 350.00 habitantes a orillas del Mar Negro debido al miedo a posibles atentados. El operativo se ha acelerado tras los dos ataques suicidas que mataron a 34 personas a finales de diciembre en Volgogrado, situada a 700 km de Sochi.

Los efectivos policiales se han situado en la ruta, de unos 50 km, que une las instalaciones olímpicas que están cerca del mar y el aeropuerto y las que  están en las montañas, en Krasnaia Poliana, unidas por una carretera construida  con motivo de los Juegos Olímpicos.

En el aeropuerto los viajeros son registrados de los pies a la cabeza por la policía, primero a la entrada y después a la llegada, donde los controles son más severos, con la  obligación de encender todos los aparatos electrónicos (smartphones, tabletas, ordenadores) delante de los policías.

"Son muy estrictos, pero es necesario que todo salga bien durante los  Juegos", afirma Igor Dmitrofanov, un habitante de Sochi.

El esquiador que solo esté de visita, debe someterse a controles exhaustivos en la estación solo para acceder a los telesillas de Krasnia Poliana. Los policías están desplegados al pie de todos  los remontes.

En los trenes que dan servicio a las instalaciones olímpicas, tanto policías como miembros de servicio de seguridad de los ferrocarriles rusos hacen patrullas constantes.

La seguridad es una de las obsesiones de estos juegos, que se disputarán a  pocos centenares de kilómetros de las pequeñas e inestables repúblicas del  Cáucaso Norte y donde las tropas rusas se enfrentan a una rebelión islamista.  

El líder de este movimiento, Doku Umarov (dado por muerto por las autoridades el pasado 17 de enero), prometió el pasado julio que se impediría  la celebración de los juegos "por todos los medios posibles", ya que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, pretende que sean un escaparate de todo el país.

En Sochi, las entradas a la ciudad están vigiladas por la policía, como si  fueran puestos fronterizos. La entrada de coches extranjeros está prohibida  hasta el fin de  marzo, cuando acaben los Juegos Paraolímpicos (7-16 de marzo),  salvo si se tiene la autorización correspondiente.

"Me han hecho controles muchas veces, hay policías por todas partes", cuenta Dmitrifanov, que debe mostrar siempre el documento que certifica que su  coche está matriculado en Sochi, donde vive.

Tras la entrada en vigor de las medidas de seguridad extraordinarias el 7 de enero, una barrera de cuatro metros de alto rodea la estación de trenes en  el centro de la ciudad. La entrada se hace por un edificio prefabricado en el  que los viajeros son registrados a fondo. 

"Personalmente no me molesta, me tranquiliza, es la mejor manera para que no pase nada" piensa Iulia Rouchopkina, de Sochi, que resume bien el  pensamiento de muchos de los habitantes de la ciudad ante estas medidas sin  precedentes.

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