Un museo del futuro
El desafío de quien dirige el museo es hacer lo necesario para inspirar a nuevas generaciones a que tomen la antorcha para que se inventen y sueñen el futuro.
El edificio es un punto de referencia en el centro de San José, California, pues se extiende por media cuadra y está pintado de un color naranja brillante.
Está cerca de íconos del Valle como Adobe, HP, Intel, eBay, PayPal, Google, Apple y Yahoo -compañías tecnológicas que tipifican la creatividad del área y son una fuente constante de inspiración-.
Cuando se prepara para dejar su cargo de presidente del museo al final del mes, el alemán Friess reflexiona y le dice a la BBC que "Silicon Valley es un sitio muy interesante en el mundo".
"Hay muchos altibajos económicos pero la gente no se queda paralizada, inventa y se reinventa una y otra vez".
El desafío de quien dirige el museo es hacer lo necesario para inspirar a nuevas generaciones a que tomen la antorcha para que se inventen y sueñen el futuro.
AL COLEGIO
Eso, para Friess, empieza en el salón de clase.
"Los medios electrónicos, ya sea el iPad o los teléfonos inteligentes, ofrecen muchas oportunidades nuevas a la hora de educar a los chicos. Ahora no sólo hay que enseñarles muchas cosas sino que hay que enseñarles cómo aprender".
"Antes, cuando uno iba a la escuela, no lo distraían tanto los medios masivos. Hoy en día, los chicos están conectados a internet todo el tiempo. Manejan los medios electrónicos de una forma que los adultos no podemos comprender. Eso se tiene que reflejar en el estilo de enseñanza en el colegio, pues estos chicos van a otra velocidad", explica.
Friess, quien usualmente se pasea por el museo en una patineta, dice que las instituciones como el Tech Museum tienen un rol vital cuando se trata de enviarles el mensaje de que las matemáticas y la ciencia son importantes.
"Yo diría que el 90% de la gente sólo visita un museo de ciencia una vez en su vida, pero en esas pocas horas uno puede influir enseñándoles cuán crucial es la ciencia en nuestras vidas.
"Le damos al azar una oportunidad. No es obligación ir a un museo. Se hace por voluntad propia. Pero la manera de aprender aquí es tan distinta a la de un salón de clase en la escuela, que yo creo que los museos tienen su propio papel en la educación", opina.
AL GARAJE
El hecho de que el museo del que se ha encargado durante cinco años está en Silicon Valley, una zona considerada por muchos como la más innovadora en el mundo, obligó a Friess a repensar cuando asumió su cargo.
"Creo que somos completamente diferentes a otros museos que miran al pasado", resalta.
"Yo estaba tratando de encontrar un concepto para esta institución, que era básicamente un centro científico como muchos en Estados Unidos y el resto del mundo. Quería marcar una diferencia en la industria del museo; poder entusiasmar, inspirar y proyectar al futuro".
Una de las estrategias para diferenciarse es no sólo asegurándose de que las exhibiciones son tan interactivas como sea posible sino que sean hechas especialmente para el Tech Museum y que sean originales.
"La ciencia se desarrolla tan rápido que la educación tiene que ser de por vida y museos como el nuestro son muy buenos lugares para eso".
Además de los objetos, dice, en el Tech Museum siempre hay expertos a la mano para responder preguntas y hacer experimentos en vivo.
Y con tantas empresas de renombre a la vuelta de la esquina, Friess no ha tenido que ir muy lejos para encontrar fuentes de inspiración.
"Éste es un lugar que cambia el mundo y es buenísimo estar aquí y representar a esas compañías. No buscamos la historia de esas compañías -eso sería mirar al pasado-, lo que queremos es mirar hacia adelante".
"A la gente que nos visita le presentamos las tecnologías que estas compañías han inventado y siguen inventando, con la esperanza de que vayan a casa y piensen: 'Yo puedo hacer eso también. Me gustaría inventar algo'. Y ojalá después se metan en sus garajes y se conviertan en la próxima generación de inventores e innovadores", cuncluye Friess.
Y es verdad que lo mejor es hablar de garajes, pues en Silicon Valley son simbólicos, ya que los garajes fueron precisamente las guarderías de compañías como HP, Apple y Google.
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