Una fuerza de 4.000 hombres y mujeres luchando contra el barro

El Ejército la califica como "operaciones distintas a la guerra", pero por organización y requerimientos tiene mucho de batalla... contra el lodo.




Un muro derribado constituye la provisoria puerta de ingreso al regimiento de infantería Copiapó. Al igual que buena parte de las casas y del comercio de la capital regional, el barro arruinó las instalaciones y obligó a su comandante a improvisar un centro de control en el casino de suboficiales. Son damnificados, como muchos de sus oficiales y soldados, pero aquí no hay tiempo para lamentaciones. Desde el domo, como llaman al puesto de mando del jefe de la Defensa Nacional, se coordinan los esfuerzos de cerca de 4 mil uniformados que trabajan tanto en labores de seguridad, como de rescate y ayuda humanitaria.

Se trata del contingente que se fue formando tras la primera fase, la de "emergencia y contención", con 1.500 hombres que debieron hacer frente a las primeras 72 horas desde que un volumen de lluvia nunca antes visto se tradujera en cientos de cauces de agua y barro que colmaron los ríos, devastaron pueblos y transformaron a Copiapó en un tedioso lago de sedimento que, en lugar de decrecer, se alimenta ahora con las aguas del colapsado sistema de alcantarillado.

LA FASE DOS

El general de brigada Rafael Fuenzalida, como jefe de la defensa nacional para la región de Atacama, lleva más de dos semanas al frente del Centro de Operaciones de Emergencia (COE), que reúne a todas las organizaciones civiles y uniformadas que trabajan en la difícil tarea de devolver la normalidad al norte del país.

Pero Fuenzalida tiene claro que eso tomará tiempo y que la presencia de las Fuerzas Armadas es limitada. "Tengo un estado final deseado, que es la vuelta a la normalidad. Pero esa normalidad no es igual para nosotros que para el gobierno regional. Aunque la situación exige ser flexibles, hoy para nosotros sería cuando el sistema de alcantarillado esté funcionando, se termine con la búsqueda de las personas y se establezca el sistema de solución habitacional", señala el general.

Y en eso están trabajando. Aunque concuerda en que en estos momentos la prioridad radica en la recuperación del sistema de alcantarillado, su estrategia de organización incluye una constante comunicación con las personas afectadas para identificar sus necesidades. Lo hace él y lo replican sus oficiales.

Fue así como, reconoce, detectaron la importancia de las juntas de vecinos. "En los primeros días se nos acercó una señora en Diego de Almagro y nos pidió ayuda para limpiar la sede. ¿Cuál sede? Ella era la presidenta de su junta de vecinos. Nos dimos cuenta de la relevancia que tienen acá estas organizaciones dentro de cada comunidad, por lo que hicimos un levantamiento y hoy, en Diego de Almagro, tenemos unas 15 sedes que sirven como centros de distribución de ayuda", cuenta Fuenzalida.

La cercanía con la población es evidente. Mientras la división Fraternidad trabaja, codo a codo, con las familias en la remoción del barro de las casas, los oficiales que supervisan reciben de primera fuente los requerimientos de los damnificados.

"Oiga mi comandante, mi coronel, mi capitán, mi...". Una señora llama con tono de disculpa al delegado del jefe de la Defensa Nacional en Diego de Almagro. El comandante Rodrigo Muñoz sonríe. Hace un par de minutos un señor lo saludó con un afectuoso "buenos días, mi general". Aquí la confianza reemplaza a los rangos. En Copiapó, específicamente en la villa Pintores de Chile, inundada desde hace dos semanas de barro y aguas servidas, los vecinos se agolpan para explicar su crítica situación al comandante Luis Celis. "A veces, pareciera que hemos avanzado muy poco", comenta mientras observa las casas prácticamente cubiertas de lodo.

Pero no es así. Hay avances que responden a una "metodología", como explica el general Fuenzalida: "Sacamos el barro de las casas, luego vamos limpiando la calle y acopiamos para que Obras Públicas lo retire".

ASUNTO DE ORGANIZACIÓN

Porque la clave está en la organización que, en el caso de esta operación, abarca desde un estado mayor de la Defensa, con oficiales de las tres ramas de las fuerzas armadas, el COE regional y sus expresiones a nivel local. "Considerando cada situación, decidimos dividir en tres partes esta zona jurisdiccional y noen comunas, con un delegadodel jefe de la Defensa Nacional a cargo".

A la planificación le sigue la acción, porque -añade Fuenzalida- "en estas operaciones distintas a la guerra lo que se requiere es ocupar mucho el principio de la oportunidad. Hay que accionar y no reaccionar. Porque la gente quier ver qué se está haciendo. Proactivamente hemos diseñado estrategias que nos permitan ir haciendo cosas en beneficio de las personas".

Así ocurre, por ejemplo, con la búsqueda de desaparecidos. "Levantamos una operación de 150 hombres, una unidad de fuerzas especiales que desarrolla una operación rastrillo de 6 días desde Portal del Inca a la costa de Chañaral. La fuerza aérea pone a disposición el proyecto Hermes, que es un dron, y lo vamos siguiendo desde acá. En orilla de playa se le entrega la responsabilidad a la Armada".

En el caso de El Salado, una localidad de 1.200 habitantes donde el río arrasó con todo el centro del pueblo, además de velar por la situación de las más de 120 familias albergadas y remover escombros, el mayor Raimundo Irarrázabal muestra con satisfacción el by pass que ingenieros del Ejército levantaron para permitir el paso de los camiones de la minería sin interrumpir el trabajo de las cuadrillas.

Y en Diego de Almagro, unas diez personas esperan pacientemente la atención de los especialistas en el Puesto de Atención Médico Especializado (PAME), un recinto de 700 metros cuadrados que el Ejército dejó operativo en sólo ocho horas. No es el único: unidades similares operan en Tierra Amarilla y Chañaral.

QUE NO NOS OLVIDEN

Alejandro Fritis no es dirigente social. Tampoco tiene aspiraciones políticas. La providencia quiso que su casa fuera la única que no se inundó cuando las aguas del río entraron con inusitada fuerza a la villa Pintores de Chile. Ahora son muchos los vecinos que viven en el improvisado campamento instalado en lo que debió de ser su jardín. No son familias de escasos recursos, pero no son pocas las personas de la tercera edad que apenas consiguen asimilar la pérdida de todos los bienes que acumularon en sus vidas. Temen que las autoridades nunca se preocupen de su situación y que, finalmente, Santiago se distraiga entre denuncias de boletas y facturas a políticos que aquí, en medio del barro, parece un asunto muy menor.

Algo similar advierte el mayor Irarrázabal. "Constantemente en el campamento surge el rumor de que ya no llegará más ayuda, por eso tenemos que estar siempre comunicando la situación a los damnificados, para darles confianza".

"Cuando uno conduce bien estas operaciones, contribuye también a levantar la moral de la ciudadanía", concluye el general Fuenzalida.

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