Vaticanista y biógrafo del Pontífice: "La mayoría de la Curia está desconcertada con el Papa Francisco"

Austen Ivereigh sostiene que los últimos dichos del Papa son parte de su trabajo por lograr un cambio de actitud en el Vaticano.




Austen Ivereigh acaba de lanzar El Gran Reformador, una completa biografía del Papa Francisco que busca desentrañar las claves del primer pontífice latinoamericano de la historia. Para el ex subdirector de la revista católica británica The Tablet y fundador de Voces Católicas en Reino Unido los cambios que impulse el actual líder de la Iglesia Católica definirán a todos sus sucesores. Y el proceso está en marcha. Al teléfono desde Oxford, el experto en temas vaticanos analizó los recientes cuestionamientos del Papa a la Curia y aseguró que en febrero próximo se sabrán los primeros detalles de la anunciada renovación de la estructura del Vaticano, en la que trabaja el grupo de nueve cardenales que incluye el ex arzobispo de Santiago Francisco Javier Errázuriz.

¿Cómo interpreta la crítica del Papa a la Curia en su tradicional mensaje de Navidad?

Yo no diría que es una crítica si no una especie de examen de conciencia dirigido por supuesto a la Curia, pero también a la Iglesia entera, para cada parroquia, cada congregación y comunidad eclesial. Esto es parte de su visión del Vaticano. El quiere que la Curia sea un modelo para la Iglesia Católica universal. Su reforma está enfocada en eso. No es sólo una reforma estructural si no también una reforma de actitud, una reforma espiritual. Lo que nombró en esas 15 lecciones espirituales son las tentaciones a las cuales está enfrentada la Iglesia Católica.

¿El hecho que él insista en eso responde a que él siente que esa es su misión o a que su  mensaje encuentra resistencia?

En parte es fruto del discernimiento del Papa sobre los problemas y las trabas del Vaticano. El ha vivido ya más de un año en el Vaticano y ha visto de cerca esas actitudes que atentan contra el Evangelio. El habla mucho de mundanidad espiritual, es una de sus frases favoritas y si uno ve las actitudes enumeradas son todos indicios de mundanidad espiritual, en el sentido de que demuestran que a veces la Iglesia confía más en las cosas de este mundo que en el Evangelio.

Usted ha vivido de cerca este proceso. ¿Cómo está recibiendo la Curia este mensaje?

He estado cuatro veces en Roma este año y siempre me impacta cuando hablo con los funcionarios de la Curia que el Papa Francisco es mucho más querido fuera del Vaticano que dentro. Aquí hay dos cosas. Por supuesto que está atentando contra una serie de intereses, financieros y de poder, hay mucha gente desplazada por este Pontificado que tiene un resentimiento hacia é. Pero no creo que ellos sean representativos de los funcionarios curiales. La mayoría de los funcionarios curiales se sienten desconcertados ante el liderazgo de este Papa, al que ven como imprevisible y eso es desconcertante para toda burocracia. A los burócratas les gusta saber dónde están y Francisco ha introducido cierto grado de inseguridad en el Vaticano, que es parte de su reforma. Mientras su proceso de cambio de la Curia esté en marcha los funcionarios curiales estarán en un estado de incertidumbre, en parte porque la mayoría de los altos funcionarios de la Curia no han sido confirmados en sus puestos.

¿Cuándo se conocerá la reforma a la Curia en la que trabaja el grupo de nueve cardenales nombrado por el Papa?

Va a ser anunciada el próximo año. Probablemente en febrero ya sabremos más o menos en qué consistirá esta reestructuración de la Curia.

Es decir muy pronto.

Sí, porque lo vienen estudiando desde hace bastante tiempo. Está claro que el resultado de esta revisión apuntará a una Curia más ágil y que rinde más cuentas al Papa, con más accountability. La idea global del reforma curial plantea una estructura que esté más al servicio de la Iglesia local, menos autorreferente. El quiere que la autoridad de la Curia esté sujeta a los obispos. El modelo anterior, para resumirlo, era Papa-Curia-obispos. Es decir, planteaba la idea de que el Papa manejaba a los obispos a través de la Curia. La visión más colegial de Francisco propone que la Curia esté sujeta al colegio de los obispos.

¿Cómo sería entonces la nueva  estructura?

La idea colegial es que el Papa gobierna con los obispos, la Curia estará sujeta a la autoridad conjunta del Papa con los obispos.

¿Esto pasaría por una reducción de los dicasterios y una simplificación de la estructura?

Claro, va a haber una reducción de los dicasterios o ministerios vaticanos, una mayor simplificación. Los consejos pontificios estarán dentro de dos nuevas congregaciones, una para los laicos y otra para Justicia y Fe. Pero lo más importante es que como habrá menos dicasterios los jefes de esos dicasterios tendrán un contacto más directo con el Papa. El quiere también que el Vaticano hable menos y actúe más. La reforma también apunta a otros dos campos, finanzas y comunicaciones. En finanzas, el cambio ya se ha realizado con el nombramiento del cardenal australiano George Pell en la secretaría de Economía que reúne las distintas entidades financieras del Vaticano que hasta ahora operaban en forma bastante autónoma. Actualmente están debajo de esta nueva estructura. Y en relación a las comunicaciones, lo que se prevé es un mayor enfoque en la producción digital y menos en la radio y una centralización de las comunicaciones en el Vaticano. En este momento hay varias entidades responsables de la comunicación y él quiere juntarlas.

Después del sínodo de octubre se han escuchado varias voces de cardenales, en especial en Estados Unidos, que han cuestionado el estilo del Papa Francisco. ¿A qué se deben estos comentarios críticos al actual pontificado?

En parte es una reacción muy norteamericana, en el sentido de que las llamadas guerras culturales en Estados Unidos han llevado a muchos a ver al Papa como el responsable de mantener bien claras las cosas para que ellos puedan llevar adelante sus batallas. Lo que les molesta es que para ellos Francisco hace más difícil esto porque desordena las cosas. Lo que pasa es que el Papa quiere que la Iglesia viva en permanente tensión entre verdad y misericordia. No es que él quiera suavizar las doctrinas, si no que las doctrinas se vean en su globalidad y que la gente fuera de la Iglesia vea más a la Iglesia de la misericordia, la Iglesia que sana heridas, la Iglesia como el hospital del campo de batalla, para usar su metáfora famosa. Lo que Francisco quiere es una Iglesia construida para su misión y lo que quieren sus críticos es una Iglesia construida para la claridad. Creo que son dos modelos de Iglesia y el Papa incomoda a ese grupo de personas para el cual el gran logro del Pontificado de Juan Pablo II y de Benedicto XVI fue precisamente dar cierta claridad en cuanto a doctrina y en cuanto a la verdad.

¿Esta tensión que usted plantea hasta dónde puede llegar?

Creo que hay cierto número de cardenales críticos, algunos son presidentes de conferencias episcopales, y se hicieron notar en el último sínodo. Son entre 20 y 30 cardenales sobre un total de 190. Es decir numéricamente no son tan significativos, pero algunos tienen bastante importancia. Pienso que para el Papa todo esto era de esperar. El siempre tuvo oposición a lo largo de su vida y creo que para él esto es normal.

¿Usted cree que los cardenales cuando eligieron al Papa Francisco esperaban lo que sucedería?

Varios cardenales me han dicho que ellos sabían que él sería un reformador, pero no sabían que él generaría tantas sorpresas en tan poco tiempo. Este es un Papa apurado,  piensa que sólo tiene entre dos o tres años más de vida activa como Papa y sabe que la tarea es grande. Pero al mismo tiempo sabe que estos cambios tendrán mucha más vida que él. Estas reformas están cambiando la Iglesia de una manera permanente, hasta tal punto, que los próximos pontificados serán moldeados por el actual.

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