Vicepresidente argentino, el incómodo aliado que se convierte en una carga

Amado Boudou fue procesado el viernes por los cargos de cohecho y negociaciones incompatibles con su cargo.




La norma es ser "un dolor de cabeza" para los jefes de Estado. Los vicepresidentes argentinos, desde el regreso a la democracia en 1983, se han caracterizado por ser una complicación, más que una ayuda, para los presidentes con los que han ganado las elecciones. Y Amado Boudou no es una excepción. El "número dos" de Cristina Fernández fue procesado el viernes pasado por un juez por los cargos de cohecho y negociaciones incompatibles con su cargo, como partícipe de la maniobra ilegal para comprar la imprenta Ciccone, delitos penados con hasta seis años de cárcel.

Este caso y otros en los que Boudou está siendo investigado han convertido al actual vicepresidente argentino en un lastre cada vez más pesado para el gobierno de Cristina K, donde día a día es evaluado el costo político de mantenerlo en el cargo o bien dejarlo caer. Hasta ahora, según los analistas, se ha considerado que sería ceder terreno frente a las voces de la oposición forzar la renuncia del funcionario, quien fue elegido por la misma Presidenta Fernández como su compañero de fórmula para las elecciones de 2011, cuando era ministro de Economía. Sin embargo, la acusación formal en su contra modificó el escenario. Hasta ayer, la presidenta mantenía silencio ante el procesamiento de Amado Boudou.

Quien ocupó la vicepresidencia en el primer período de la mandataria (2007-2011) se transformó en un enemigo puertas adentro. El radical Julio Cobos fue elegido por Néstor Kirchner para competir en las elecciones de 2007, con tal de atraer a algunos sectores de la UCR. Sin embargo, en medio del conflicto del campo en 2008, por el incremento de los impuestos a las exportaciones de granos, Cobos -como presidente del Senado- votó en contra del plan oficialista, con lo que se convirtió en una persona non grata en la Casa Rosada y los círculos kirchneristas.

En los 90, Carlos Menem tuvo que lidiar con la enemistad de su vicepresidente, Eduardo Duhalde. Las ambiciones políticas chocaron y provocaron la renuncia de Duhalde en 1991, quien aspiraba a ser el sucesor de Menem en la presidencia, en 1995. Pero el entonces gobernante tenía claro que quería buscar la reelección, previo pacto con la oposición radical y reforma a la Constitución. El turno de Duhalde para llegar a la Casa Rosada sólo se produjo en 2002, cuando él accedió a la jefatura de Estado en un momento de vacío de poder.

Esa crisis, una de las mayores tormentas políticas, sociales y económicas de la historia reciente argentina, estalló en 2001 y forzó la salida abrupta del Presidente Fernando de la Rúa. Los analistas sitúan su inicio precisamente en la renuncia del entonces vicepresidente, Carlos "Chacho" Alvarez. En octubre del 2000, el funcionario decidió salir del gobierno en medio de las denuncias públicas de corrupción y por los supuestos sobornos en el Senado. Las críticas de Alvarez comenzaron a erosionar al gobierno, que terminó por derrumbarse en diciembre del año siguiente.

Desde 1983, los únicos vicepresidentes que han terminado sus mandatos son Víctor Hipólito Rodríguez, el "número dos" de Raúl Alfonsín (1983-1989); Carlos Ruckauf, en el segundo período de Menem (1995-1999), y el actual gobernador bonaerense, Daniel Scioli, con Néstor Kirchner (2003-2007).

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