"Yo fui guerrillera de las Farc"
Yineth Trujillo tenía sólo 12 años cuando fue reclutada por las Farc y permaneció cinco años en sus filas. En conversación con La Tercera, la mujer de 28 años recuerda su vida en la selva, su deserción y su reintegración a la sociedad colombiana.
A comienzos de 1999, en Colombia se desarrollaban los diálogos de paz con las Farc, en la zona de El Caguán (sur del país), y Yineth Trujillo -que vivía en el sector cordillerano de Remolinos del Orteguaza en la sureña región de Caquetá- tenía 12 años, sólo había cursado hasta quinto básico y se dedicaba a las labores típicas de un campesino. "Ese proceso de paz fue el furor de esa época, las Farc hacían reuniones en las escuelas porque decían que necesitaban mostrarse fuertes frente al gobierno (de Andrés Pastrana). Quienes pudieron aportar económicamente con la logística y la alimentación de la guerrilla, lo hicieron, pero quienes no -como fue mi caso- debíamos donar o prestar un miembro de su familia por tres meses. Bajo ese momento reclutaron a 43 niños de esas veredas (barrios)", señala a La Tercera la mujer de 28 años, que hoy es una de las guerrilleras desmovilizadas en el país. El proceso de paz entre el gobierno y las Farc hoy es el gran tema de debate, de cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales entre el mandatario Juan Manuel Santos y el opositor Oscar Zuluaga.
"La guerrilla nunca dice 'usted tiene', jamás lo hace. Dicen 'usted debe', pero ese debe va con un arma por delante. En se momento, mi madre y mi padrastro me dijeron que sólo iba a ser por tres meses y que nos veríamos después de que se cumpliera el plazo. Lo malo es que estoy esperando todavía que se cumplan los tres meses", señala.
Así, comenzaron sus obligaciones en la guerrilla, que consistieron en abrir caminos con machete de una ciudad a otra. Sin embargo, cuando se cumplieron los tres meses, Yineth comenzó a prepararse para su partida, pero el comandante le informó que no podría regresar a su casa porque ya conocía rutas, campamentos, caras y nombres. "Entonces, el comandante nos dice: 'Bienvenidos a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Ejército del Pueblo, Farc, EP'", relata, agregando que lo más difícil fue saber que no volvería a ver a sus hermanos.
Luego los llevaron a un sector donde les mostraron sus hojas de vida, en las que aparecía una descripción detallada de sus familias. Y comenzó el entrenamiento. De siete de la mañana a 12 del día, los jóvenes estudiaban sobre la vida del Che Guevara, Karl Marx y Vladimir Lenin, entre otros. Y desde las 12 del día hasta la madrugada correspondía al entrenamiento físico, que consistía en técnicas de combate. Luego de seis meses y debido a su buen estado físico, Yineth fue seleccionada para una capacitación de sobrevivencia durante tres meses. Allí, en plena selva, acompañada de un comandante, aprendió sobre los alimentos que podía comer, cuáles eran los venenosos y cómo cazar animales.
Yineth señala que en las Farc existen varias clases de campamentos y que sólo se permanece en el mismo 15 a 20 días, ya que el resto del mes se rota. Por ejemplo, el de los guerrilleros de más bajo rango es de sólo un día y muy pequeño. También se encuentra el grande, que se monta una o dos veces en el año, entre diciembre y junio y es la instancia en que varios guerrilleros de distintos rangos se reúnen. Son pequeñas ciudades que cuentan con pista de baile, canchas de fútbol e improvisados colegios.
"Lo que pasó en ese momento, cuando tenía 12 años, era que mi mentalidad era muy de niña y en las Farc se acostumbra a que el comandante te dice hasta qué plato comes, si te dice que tienes que comer sólo plátano, arroz y frijoles, sólo puedes comer eso. Así es con todo. Si te pones un par de botas nuevas, es porque el comandante dio la orden, no porque yo quiera. Entonces, uno se vuelve facilista en cierta forma. Uno aprende a generar dependencia de eso", relata.
Con el paso del tiempo, Yineth recibió lecciones sobre cómo hacer explosivos y sobre el trabajo de inteligencia y de enfermería, entre otros. "Producto de esas capacitaciones, viví cosas demasiado fuertes que aún me duelen. Empiezas a pensar: si somos las personas que trabajamos por la igualdad, por qué pasa esto; si luchamos por el campesino, por qué asesinamos al campesino, por qué lo maltratamos; por qué retirarle y asesinarle a un bebé a una madre. Mi decisión de desertar empieza desde que empiezo a ejercer ciertas funciones. Entonces en ese momento, empiezas a despertar poco a poco. Empiezas a darte cuenta que nada es cierto, que nada es real", cuenta.
Yineth, cuyo alias era "Yira", cuenta que en el tiempo que estuvo vio una vez al fundador de las Farc, Manuel Marulanda, "Tirofijo". "Ese fue el peor día de toda mi vida y eso que tuve varios. A cada miembro del secretariado había que hacer una calle de honor, con el fusil en frente. Y este personaje empezaba a darle la mano a cada persona que había en la fila y les preguntaba el nombre y la procedencia. Eramos 600, yo estaba casi al final, salí con los brazos que se me reventaban. Lo curioso era que si lo veías 10 años después, te decía, fulano de tal, vienes de tal parte", recuerda.
Poco a poco, las ganas de desertar crecieron en Yira. "La deserción de un guerrillero nunca se planea. Es el pájaro en la jaula, le abren la puerta un segundo y no lo piensa", explica. Fue así como un día se le presentó la oportunidad y huyó junto a una compañera, a quien perdió en el camino. "Sólo tenía una linterna, unas galletas marca club social y 20 mil pesos colombianos (US$ 10)", recuerda. Producto de su deserción, mataron a seis de sus familiares y su madre fue torturada y enterrada sólo con su cabeza afuera. Fue en 2006 cuando Yineth conoció el programa de reintegración perteneciente a una agencia estatal, cambió su vida. Sin embargo, admite que el proceso no ha sido fácil, debido a la estigmatización que sufren los reintegrados, lo cual hace difícil obtener trabajo. El año pasado, finalmente consiguió un trabajo formal. "Pensaba que no sería capaz, porque recién me estaba formando y no tenía una experiencia laboral como tal, porque 'Tirofijo' nunca me dio una recomendación laboral", dice, en forma irónica.
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