Columna de María José Naudon: Freud en el INBA
El jueves, apenas un día después de la trágica explosión en el INBA, en la que más de 30 estudiantes resultaron heridos y cuatro de ellos quedaron en riesgo vital, se supo que la detonación fue provocada por lo que se presume era una bomba molotov manipulada dentro de un baño por los propios jóvenes. Carabineros explicó que el incidente ocurrió cuando los estudiantes preparaban artefactos explosivos para lanzarlos durante una protesta.
En este contexto, el ministro de Educación, Nicolás Cataldo, realizó una conferencia de prensa que fue interpretada como un endurecimiento en el tono de sus declaraciones, lo que parecía implicar una firme condena a la acción ocurrida. Y es que efectivamente, en una primera lectura, la afirmación resulta adecuada. Sin embargo, una revisión más atenta parece mostrar que, al igual que ha ocurrido esta semana con otros miembros del gobierno, el viejo Freud ha cobrado venganza, sacando a la luz lo que permanece en el inconsciente, hoy reprimido por el peso de la realidad.
¿Qué dijo Cataldo? Que “las acciones de violencia, como las que hemos visto, no tienen ni pueden ser legitimadas como acciones de movilización social, porque detrás de esto no hay demandas, no hay objetivos, no hay rostros”.
Si nos enfocamos en “las acciones de violencia” y le atribuimos que “no tienen ni pueden ser legitimadas como acciones de movilización social” lo que hay es, efectivamente, una negación categórica. Pero esa lectura es evidentemente parcial. Si a la oración principal le agregamos la subordinada, “porque detrás de esto no hay demandas, no hay objetivos, no hay rostros”, el sentido tras sus palabras se revela con claridad. La primera oración afirma la ilegitimidad de las acciones violentas, pero la segunda justifica dicha aserción por la falta de demandas, objetivos y responsables. Para Cataldo, no se trata de que la violencia no pueda justificarse jamás como mecanismo de acción política, sino que dichas acciones violentas solo se entienden ilegítimas, como parte de una movilización social, cuando no cuentan con una estructura o una justificación clara detrás.
La misma idea, subyace en la declaración de los apoderados del INBA cuando justifican la violencia como un medio para expresar el dolor y la frustración de una juventud que enfrenta un futuro incierto. “Ojalá todos tuviéramos a nuestros hijos cómodos, amados y resguardados”, dicen, pero hay jóvenes “que traen rabia, pena y una enorme incertidumbre al futuro”, sostuvieron.
Lo que ambas declaraciones evidencian es que en Chile el espíritu de la refundación mediada por la violencia no ha desaparecido del todo; está simplemente hibernando, esperando el momento adecuado para resurgir.
La pregunta inevitable es qué tipo de oposición representará ese grupo cuando vuelva a irrumpir y qué condiciones deben generarse para reducir ese riesgo. Es responsabilidad de todos los actores políticos democráticos, actuar con decisión y rapidez para atender las necesidades reales y urgentes que están en juego. Atrincherarse y negar la sal y el agua, no es el camino. Se abre una ventana para reformas, y es imperativo aprovecharla.
Por María José Naudon, abogada
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