Cuando las sanciones económicas son más eficaces que la guerra
La respuesta del mundo a la agresión sobre Ucrania ha sido tan contundente, que Rusia ya sabe que perdió todo lo que había ganado al integrarse al mundo en los últimos años. Al final serán más pobres y estarán totalmente aislados.
Hasta ahora, responder con sanciones económicas a una agresión militar, era algo simbólico. Nunca ese tipo de medidas logró cambiar demasiado las cosas, ni menos detener una guerra. Por ello, una suerte de decepción recorrió la opinión pública cuando frente a la brutal invasión a Ucrania, la comunidad internacional anunció la implementación de sanciones a Rusia. Se entendía que Putin lograría sin mayores costos sus pretensiones de dominar por la fuerza un país vecino.
Sin embargo, con el paso de los días, la dureza con que han actuado los países, estableciendo todo tipo de restricciones no solo a Rusia, sino a muchas de sus figuras en diferentes ámbitos -incluso en muchos casos con altos costos para quienes las implementan-, dan cuenta de un escenario nuevo. Uno donde las sanciones podrían ser más efectivas que los militares, como lo planteó recientemente The New York Times.
Así las cosas, junto a las grandes medidas aplicadas por los países, como cerrar el espacio aéreo a los vuelos rusos, o sacar a los bancos de ese país del sistema de transacciones Swift, las respuestas de distintas organizaciones en diversos ámbitos han sido de una dureza nunca antes vista.
El mundo del deporte fue uno de los primeros en reaccionar y las distintas federaciones han prohibido la presencia de Rusia en las competencias internacionales y la realización de eventos en ese país. De esta manera, los rusos no podrán ser parte del Mundial de Qatar, ni sus equipos de las competencias de la UEFA. La Fórmula 1 suspendió su fecha en Sochi y la Federación Internacional de Tenis los sacó de la Copa Davis, entre otras cosas.
La industria del cine no se quedó atrás y los principales estudios de películas -Warner, Disney, Paramount y Sony- decidieron cancelar sus próximos estrenos en Rusia, entre las cuales está Batman y Morbius. El Festival de Cannes, por su parte, le cerró las puertas a cualquier personero o delegación rusa.
La cultura también tomó cartas en el asunto. La Ópera de Nueva York suspendió todos los eventos de la soprano superestrella Anna Netrebko, por su negativa a distanciarse de Vladimir Putin. La misma suerte corrió el reconocido maestro Valery Gergiev, quien fue removido de su posición como conductor de la Filarmónica de Múnich. Incluso grandes benefactores se han visto afectados por sanciones, como es el caso del magnate Pert Aven quien fue obligado a renunciar a la Royal Academy de Londres y el de Vladimir Patanin, segunda fortuna rusa, quien dejó el directorio del Museo Guggenheim.
El mundo de los negocios no se quedó atrás y son muchas las empresas que se están retirando de Rusia, entre las que se cuentan las petroleras British Petroleum y Shell; y las automotrices Audi, Volvo y Volkswagen. Apple, Nike, H&M e Ikea anunciaron que dejarían de vender sus productos entre muchas otras marcas que llenaban los malls rusos. Visa, Mastercard, Apple Pay, Google Pay y PayPal, dejaron de operar, provocando serios problemas en el mercado de las transacciones financieras.
Los grandes oligarcas rusos, cuyos vínculos con Putin siempre han sido estrechos, también están siendo sujetos de severas sanciones, como el congelamiento de sus activos. “Vamos a ir sobre sus yates, sus lujosos departamentos, su dinero y habilidad de mandar a sus hijos a colegios de élite”, señalo el jefe de una unidad especial formada para estos efectos por EE.UU. y Europa. La presión sobre ellos ha sido tan fuerte, que Roman Abramovich se vio forzado a poner en venta el club inglés Chelsea. Alemania, por su parte, incautó el yate valorado en 600 millones de dólares del ruso Alisher Usmanov, uno de los preferidos de Putin. Frente a la denuncia de este último de que todo esto daña su honor y dignidad, The Wall Street Journal editorializó: “Quienes se benefician de un régimen invasor, no pueden gozar de los frutos de la libertad”.
Nadie dice que estas medidas sean capaces de detener la agresión militar de Putin. Pero, sin duda, están dando cuenta de que agresiones de este tipo tendrán que pagar un alto costo como nación y, en algunos casos, como personas.
Si finalmente Rusia logra su objetivo -algo que está por verse-, esto será a costa no solo de ser un país más pobre, sino también enemigo y aislado de gran parte del resto del mundo en todo tipo de actividades. Algo no menor dado el esfuerzo que han hecho para ser parte del mundo occidental en estos años. Pues bien, eso se acabó. Así el mensaje es claro: quien quiera expandir sus fronteras por la fuerza, terminará encerrado en ellas.
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