Estados Unidos regresa a la carrera espacial
Este 27 de mayo está programado el despegue -desde el Centro Espacial Kennedy (Florida)- de la nave Crew Dragon, la cual será impulsada hasta el espacio por el cohete Falcon 9, y que tiene como misión transportar a los astronautas Robert Behnken y Douglas Hurley hasta la Estación Espacial Internacional (EEI).
El lanzamiento es de gran importancia porque será el primer despegue de un vehículo espacial desde suelo estadounidense después de nueve años. La última vez fue en julio de 2011, cuando aquella misión del “Atlantis” puso punto final al programa de transbordadores espaciales de EE.UU., que se había extendido por 30 años y 135 misiones.
A partir de entonces, la NASA se quedó sin vehículos para transportar a sus astronautas hasta la EEI, por lo que tuvo que “arrendar” cupos en las naves rusas Soyuz, a un costo de US$ 85 millones por cada astronauta.
Por eso, el éxito de la misión Crew Dragon marcará el primer paso de Estados Unidos en la recuperación de su independencia tecnológica espacial.
Este lanzamiento también es relevante porque representa la primera vez que la NASA utilizará una nave espacial completamente construida por una empresa privada; en este caso, la compañía SpaceX, propiedad del multimillonario Elon Musk, que a lo largo de sus 18 años de existencia ha desarrollado nuevas tecnologías y realizado numerosas pruebas técnicas.
Sin embargo, este es solo el primer paso del regreso de Estados Unidos a la carrera espacial, porque en diciembre de 2017 el Presidente Donald Trump firmó la Directiva de Política Espacial 1, que marcó oficialmente el inicio de los esfuerzos de esta superpotencia por regresar a la Luna.
Desde entonces, el programa Artemisa -que busca llevar a un hombre y una mujer a nuestro satélite natural en 2024- ha dado pasos relevantes gracias a la inyección de US$ 1.600 millones al presupuesto de la NASA.
En octubre de 2019 se mostró al público la nueva generación de trajes espaciales y ya existe una docena de candidatas para elegir a la primera astronauta que dejará sus huellas en la Luna. También se avanza en las pruebas de la cápsula Orion, que transportará a la tripulación, y del nuevo cohete que los llevará al espacio: el SLS (Space Launch System). Y a fines de abril, la NASA confirmó a las tres compañías privadas que competirán por la construcción del nuevo módulo lunar: Dynetics, Space X y National Team.
Pero el camino hasta 2024 no será fácil. En marzo, el programa Artemisa ya tuvo su primer tropiezo: la construcción de la estación orbital lunar Gateway, que era un eslabón fundamental en el proyecto original, quedó postergada.
Asimismo, el avance de la pandemia del coronavirus en Estados Unidos podría modificar los planes de Trump de volver a Luna. Después de todo, las altas cifras de contagiados y fallecidos están exigiendo redestinar la mayor cantidad de recursos posibles hacia el ámbito de la salud, sin mencionar todos los esfuerzos a futuro para reactivar la economía.
En todo caso, no hay que olvidar que Trump está en busca de la reelección. Y que a pesar del Covid-19, la promesa de regresar a la Luna es vista por muchos votantes estadounidenses como una oportunidad de revivir el orgullo nacional que significó el éxito de la misión Apolo 11, en 1969.
Además, si el actual Mandatario gana un segundo mandato en noviembre próximo, el regreso de Estados Unidos a la Luna -tal como está programado hasta ahora- se concretaría durante su último año en la Casa Blanca. Y Donald Trump, seguramente, tiene la intención de que -además de pasar a la historia como el 45.º Presidente de su país- su nombre también quede asociado al histórico regreso a la Luna.
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