Juan Carvajal

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Miércoles 05 de Enero 2016 Fotografías temáticas de la fachada del Palacio de La Moneda Foto: Victor Tabja

“Chile cambió” se transformó en una consigna más y en una de las primeras lecturas y consecuencias del estallido social. Curiosamente, esta primera percepción sobre la demanda ciudadana y el lugar que se ganó la gente en sus movilizaciones, lejos de anunciar un panorama más tranquilo y de estabilidad, se erige como el principal escollo que deberá enfrentar el próximo gobierno.

Por eso resulta a lo menos curiosa la múltiple emergencia de precandidatas y precandidatos presidenciales, con un entusiasmo que no parece tener correlato con el complejo escenario social, político y económico que se ha configurado en el país y que impondrá al próximo Mandatario el desafío inmediato de cambios sustantivos que apunten a esa multiplicidad de demandas que esperan ser resueltas.

En un país en el que la enorme desigualdad ha quedado totalmente al descubierto, con una pandemia que sigue poniendo de rodillas a todo el mundo y con un cambio climático que cada vez más nos enfrenta a nuevas tragedias, la gente espera reformas de fondo y que se ponga fin a la discriminación que imponen las diferencias sociales y el imperio del dinero por sobre cualquier otra consideración. Desde esa perspectiva, tanto la salud, la justicia y el modelo económico están primeros en la fila.

Al próximo Presidente le corresponderá, además, gobernar en un período en el que se deberá arribar a una reforma de fondo del sistema de pensiones, que inyecte un aumento inmediato de recursos y que se proyecte en el tiempo con mejoras sustantivas a los ingresos de los jubilados, en un país que va encabezando en América Latina el acelerado crecimiento etario del adulto mayor.

Para esta carrera presidencial, Chile Vamos ha definido que irá a una sola y gran primaria abierta, donde todos los interesados competirán y se elegirá a un único abanderado del sector. Eso sí, y a poco andar, el camino unitario va siendo reemplazado por los ataques de unos a otros y las dificultades en los propios partidos, como ya pasó en RN, donde Desbordes debió enfrentar los embates del sector duro y de lo que él mismo llamó la “acción de los poderes fácticos”.

En la oposición no es tan diferente el cuadro, ya que mientras asoman elementos de ordenamiento y confluencia, empiezan a conocerse los prolegómenos de dificultades que, como un déjà vu, ya trajo consecuencias negativas entre la DC y el eje PS-PPD en las elecciones pasadas. Eso, sin tomar en cuenta todavía los conflictos que tendrá Unidad Constituyente con los candidatos o candidatas del PC, el Partido Humanista, el Frente Amplio y cualquier otro liderazgo que pueda surgir.

En todo este complejo cuadro, no deja de llamar la atención el interés creciente que van tomando unos comicios que, para quien sea que triunfe el 19 de diciembre (seguramente en segunda vuelta), será solo el comienzo de un muy difícil período de gobierno, probablemente el más crítico desde la recuperación de la democracia. Por eso, será clave tener en cuenta la experiencia.

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