Los desafíos del Presidente Gabriel Boric
La principal interrogante del nuevo Presidente es cómo gestionará las distintas visiones al interior de su coalición y si finalmente gobernará con las ideas moderadas que expresó tras su triunfo o con las visiones refundacionales que apoyan varias figuras de su sector.
Con la llegada de Gabriel Boric a La Moneda se da inicio a un nuevo ciclo en la historia de Chile, que marca un quiebre en el camino que ha seguido el país desde el retorno a la democracia. Con él se pone fin definitivo al periodo político iniciado tras el retorno a la democracia y se da inicio a otro, cargado de interrogantes e incertidumbres. No solo es el primer Mandatario que no proviene de ninguna de las dos coaliciones que han ocupado el poder en los últimos 32 años, sino que es el primero que, por su edad, no votó en el plebiscito de 1988 ni experimentó de primera mano los comienzos del proceso de transición política. Como sostuvo en una entrevista el sociólogo Carlos Ruiz, uno de los referentes del Frente Amplio, que una figura protagónica de esos años, como Sebastián Piñera, le entregue la banda a alguien que hace 34 años no había ni siquiera entrado al colegio “es la verdadera acta de defunción de la transición política chilena”.
Pero al margen de las señales con que carga el nuevo periodo que se inicia y los simbolismos que el propio Presidente se ha preocupado de darle -al nombrar, por ejemplo, a la primera mujer en el cargo de ministra del Interior u optar por instalar su residencia en el centro de Santiago y no en el sector oriente de la capital como sus antecesores- serán otros los factores que definirán el éxito o el fracaso de su administración. Desde el viernes pasado, cuando recibió la banda en la sede del Congreso Nacional, será juzgado por sus resultados concretos y no por su carga simbólica. Gabriel Boric llegó al poder con la mayor votación que haya recibido nunca un candidato a la Presidencia y en la elección más polarizada de la historia reciente. Pero junto a las expectativas que despierta en una parte de la población, el Mandatario no debe olvidar los factores que le permitieron sumar más de 2,5 millones de votos entre primera y segunda vuelta.
Gabriel Boric asume un país que arrastra crecientes problemas de delincuencia y narcotráfico, una crisis migratoria en la zona norte de no fácil solución y un clima de violencia y terrorismo creciente en la Macrozona Sur. Además, hereda un complejo escenario económico, con una economía que empieza a enfriarse tras el boom de consumo generado por los retiros y las transferencias del Estado y una inflación creciente. Todo en un contexto internacional incierto. Pero más allá de la urgencia con que deberá enfrentar esos problemas, el mayor desafío del Presidente Gabriel Boric será el rumbo político que le dé a su administración y con quién decida gobernar. Puede hacerlo con quienes respaldan la línea moderada exhibida por el Mandatario desde su campaña a segunda vuelta -y que le permitió sumar apoyos- o con las visiones refundacionales impulsadas tanto por los representantes del Frente Amplio como por el PC en la Convención Constitucional.
Como dijo el editor para América Latina de la revista The Economist a este medio, Gabriel Boric deberá hacer “un ejercicio de malabarismo político” entre los distintos sectores que conforman su coalición de gobierno. La designación de Mario Marcel como ministro de Hacienda fue la señal más clara hacia la moderación que dio el nuevo Presidente, sumado a su compromiso, al menos en el discurso, con el gradualismo y el manejo responsable de las finanzas públicas. Pero pese a ello, es importante no olvidar que el actual inquilino de La Moneda es el Mandatario más de izquierda desde Salvador Allende, por lo que toda señal de moderación está dada desde ese punto de partida. Y si bien en el manejo económico dio tranquilidad al designar al expresidente del BC, consciente de que sin crecimiento será difícil responder a sus promesas de campaña, en otras áreas, como la respuesta a la violencia terrorista o a la migración, aún hay muchas interrogantes.
El Mandatario deberá convivir, al menos en una primera etapa, con una Convención Constitucional donde han primado, especialmente entre quienes apoyan su administración, aires refundacionales y propuestas extremas. Como dijo el nuevo ministro secretario general de la Presidencia, Giorgio Jackson, la “Constitución que se termine de redactar y se plebiscite será un momento determinante para el gobierno”. Del resultado de ese trabajo dependen muchas de las iniciativas prometidas. Por ello, el Presidente no puede desligarse del rumbo que siga la Convención, consciente de que un fracaso o una radicalización solo terminará repercutiendo en su contra. Ese será probablemente uno de los mayores desafíos políticos que enfrente, equilibrar las distintas visiones con las que convive. Y de cómo maneje esa tensión y de su capacidad de asumir el liderazgo de su coalición dependerá en gran parte el resultado de su administración.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.