Carmen Le Foulon, coordinadora del área de opinión pública del CEP: “Estamos en un momento complejo y con una ciudadanía con perspectiva negativa hacia el futuro”

Carmen Le Foulon

La encargada de la tradicional encuesta del centro de estudios desmenuza lo que considera como una señal de alerta para la clase política: un escenario con la población muy inquieta ante la pandemia y que premia a quienes intenten aparecer dando respuestas, más allá de su afiliación política. Además, apunta que tratarán de retomar su metodología presencial en próximas ediciones.


Cuando a Carmen Le Foulon le preguntan por su análisis personal del dato más importante de la encuesta del Centro de Estudios Públicos dada a conocer hace dos semanas, se enfoca en una de las áreas que tuvo menos cobertura: la percepción de la ciudadanía sobre la crisis por la pandemia del Covid-19.

¿Qué dato de la encuesta CEP le parece lo más relevante?

Que estamos en un momento de una ciudadanía con perspectiva negativa sobre el futuro. Se mantiene la baja valoración de la política, de los partidos políticos, del Congreso, y también de los personajes políticos. Si uno mira las tendencias, hubo una caída abrupta con el estallido social en términos de la valoración de personajes, y los personajes que están más altos son quienes se han desligado un poco de la política. Si bien Pamela Jiles es un personaje político, ella lo que hace es desligarse de “la clase política miserable”. Y en ese sentido, yo creo que acá hay una situación compleja. A nosotros nos sorprendió la percepción negativa sobre el futuro de la pandemia: el 51% de las personas cree que aún falta lo peor de los problemas que genera la pandemia. Y, por lo tanto, tenemos una población que en un alto porcentaje tiene una percepción de un medio mucho más negativa de lo que percibe sobre su propia vida, y con un desprestigio fuerte de los políticos.

Cuando se empieza a hacer zoom en la encuesta CEP y vas a los sectores que tienen educación superior, la percepción negativa sigue muy alta respecto de la clase política. ¿Hay un riesgo de un fenómeno tipo “que se vayan todos”?

Yo me atrevería a decir que no hemos llegado a ese punto crítico. Porque si bien tú tienes percepciones muy negativas, se reconocen respuestas como, por ejemplo, el plebiscito constitucional, algo en que se aceptó encauzar a través de instituciones. Yo creo que eso da una buena luz con respecto a la respuesta de que se vayan todos. Lo que sí, la respuesta a la convención constituyente es que entren “nuevas y nuevos”.

En otra de las preguntas vinculadas con la pandemia llama la atención que las personas están más llanas a aceptar restricciones de libertad en el marco del Covid-19. ¿Cómo se interpreta eso?

A nosotros nos sorprendió. Tenemos que más de un 30 por ciento se sitúa en el número 10, es decir, partidario de “restringir todo desplazamiento”. En general en Chile, mirando preguntas similares, cuando se hace una pregunta del polo de las libertades públicas y privadas y el orden de seguridad, hay un grupo importante que se concentran en ese polo. Esto refleja que Chile es un país con muy alta desconfianza entre las personas. Y uno quizás podría decir, dada la falta de confianza que tenemos en el otro y que el otro actúe bien, que se da esa necesidad de que se controle la pandemia, porque necesitamos controlarla. Es una falta de confianza en el otro.

En la presentación de la encuesta fue muy enfática en decir que la valoración positiva y negativa de las figuras políticas no es equiparable a intención de voto. Entonces, ¿qué es lo que se puede concluir y lo que no de la fotografía?

La encuesta nos muestra una foto, pero no es la foto de los votantes. La valoración positiva indica que están apelando a algo que le resuena a la población. Y es interesante porque uno ve, por ejemplo, a Pamela Jiles, que es la figura que salió más fuerte. Ella tiene mayor apoyo en los de menor educación y entre quienes perciben que su situación está peor, y por lo tanto eso también. Y le sigue Izkia Siches y el ministro de Salud, que son quienes han tratado de dar una respuesta de alguna manera a los problemas de la pandemia...

Son personajes marcados por la pandemia.

Y por la respuesta a la pandemia. O sea, yo creo que hay una demanda de obtener respuestas concretas y directas. Eso es algo que es importante tener en cuenta. Si uno piensa en lo que está ocurriendo ahora en el Congreso, es una buena señal de la política. De buscar acuerdos para ir en respuesta de las personas, más que la pelea polarizante. Ese tipo de señales es un llamado de alerta, una manera de ver el fondo de las personas, qué requieren.

“Nuestro plan es seguir haciendo encuestas presenciales”

La CEP tiene una tradición de ser una encuesta presencial, que tiene una cierta metodología, cosas que en la pandemia se dificultan muchísimo más. ¿Cómo fue la decisión de hacerla y qué se consideró para hacerla finalmente?

A ver. Nosotros estuvimos todo el año 2020 sin poder hacer la encuesta. Teníamos previsto hacer las encuestas en 2020. 2021 empezó también a ser un año complicado y nosotros consideramos que la encuesta permite hacer un análisis de los problemas que enfrenta la sociedad, los desafíos, entender las percepciones, y no queríamos dejar pasar tanto tiempo sin poder tomar el pulso, sin poder entender la sociedad. Pero presencialmente era imposible. La encuesta es larga en términos de terreno, son cinco semanas. Visitamos las casas varias veces, y ahí empiezan a ponerse cuarentenas en alguna zona y por tanto había mucha incertidumbre. Estuvimos evaluando sistemas, viendo si había una alternativa de muestreo que fuera igualmente riguroso en términos que fuera probabilístico.

¿Cómo llegan al modelo que finalmente ocuparon, de llamadas telefónicas aleatorias?

No hay demasiadas alternativas. Lo que teníamos por cierto era que teníamos que hacer un muestreo probabilístico, con una muestra de representación nacional. De ahí uno parte viendo qué se puede hacer, pero necesitamos un diseño probabilístico que resguardara la seriedad técnica que hemos tenido, o sea, eso era el piso mínimo del que no podíamos movernos. Y de ahí estamos evaluando alternativas. En Chile no hay muchas más alternativas: en el muestreo online tú no tienes cómo generar una muestra aleatoria representativa nacional. Puedes hacerlo de algunos canales, pero no tenemos un marco muestral. Tampoco podemos conectar aleatoriamente los mails o algo así. Y la cobertura telefónica en Chile es muy alta. Esto era lo más cercano que podíamos tener, porque es una muestra aleatoria, representativa de teléfonos fijos y celulares.

Con este escenario, ¿qué era lo que se podía hacer y lo que no? Porque una encuesta de estas características tiene limitantes.

De partida, nuestra encuesta CEP presencial es larga. En promedio son como 40 a 45 minutos en que las personas responden la encuesta. Y eso ya es una limitante: por teléfono es máximo 15 minutos. Entonces, el número de preguntas que podíamos hacer se reduce a más de un tercio o un tercio a lo menos. Esto significa que hay que hacer menos preguntas, y no hay vuelta que darle. Hay que reducirla, porque si no, tú pierdes a las personas o empiezas a perder la calidad de las respuestas. En segundo lugar, en nuestras preguntas presenciales nosotros contamos con tarjetas que facilitan a la persona responder: cuando es por teléfono, la persona tiene que responder de memoria, por tanto no puede ser con alternativas complicadas o largas o que sean frases muy largas o muy complejas. Decidimos continuar con el módulo tradicional, que nos pareció importante porque le permite, más allá de la comparabilidad, porque como esto es un modo distinto no se pueden comparar. Es una pregunta que nos permite tomar un pulso de lo que están percibiendo las personas y cómo lo ven a futuro. Incluimos los personajes políticos porque son preguntas sencillas de evaluar, aunque los redujimos un poco. Y había un tema que no habíamos tocado, que era importante: la pandemia, lo que había afectado a las personas. Y las preguntas que podíamos hacer en ese tema se enmarcaban dentro de lo que se pueda hacer en una encuesta telefónica.

Tradicionalmente el CEP se ha caracterizado por medir intención de voto presidencial, especialmente los años donde hay elecciones. Y esa pregunta no se hizo esta vez. ¿Cuál fue el raciocinio?

Teníamos un número limitado de preguntas. Era una encuesta que por primera vez hacíamos vía telefónica, lo que implicaba también tomar ciertos resguardos o cuidados. Por lo tanto, decidimos centrarnos el módulo básico, que lo conocíamos muy bien, y en las preguntas de Covid-19, que nos parecían relevantes.

En sus encuestas presenciales ustedes llevaban una urna...

Y eso tampoco se puede hacer dadas las limitaciones. Ahora, nuestro plan es seguir haciendo encuestas presenciales y esperamos que la situación sanitaria lo permita. Y en estas condiciones vamos a evaluar incluir las clásicas pregunta de predicción. Ahora, nosotros no somos una encuesta cuyo foco sea predecir la elección presidencial: lo que busca más bien es representar la preocupación en las percepciones, entender la sociedad chilena.

¿Y por qué tampoco se consideraron preguntas sobre las elecciones de convención constitucional, que están a la vuelta de la esquina?

Porque había una limitación de preguntas, y las preguntas más relevantes de la Constitución son preguntas un poco más complejas de hacerse, que es más difícil hacerlas por vía telefónica. Por lo tanto, no había mucho que nosotros pudiéramos abordar seriamente y que aportar luces al debate, con una encuesta telefónica.

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