Jacqueline van Rysselberghe: “El país está infinitamente peor que antes del estallido”
A cinco años del estallido social, acá la conversación extendida con la expresidenta de la UDI, quien fue entrevistada en el marco de la docuserie, “El mes más tenso: regreso a un país estallado”, que ya puedes ver en las plataformas de La Tercera. Van Rysselbergue, en ese entonces presidenta de la UDI, fue clave para que el partido se abriera a una salida institucional, pero al momento del anuncio en La Moneda pensó: "Esto no va a servir para nada".
Era la presidenta de la UDI el 18 de octubre de 2019 y muchos la apuntan como una figura clave para que se iniciara un proceso para cambiar la Constitución (sin el visto bueno de ese partido no hubiese sido posible pactar, reconocen en el mundo político). A cinco años del estallido y hoy fuera de la primera línea política, Jacqueline van Rysselberghe, recuerda cómo vivió esas tratativas, la presión por una posible caída del entonces Presidente Sebastián Piñera y la tensión de esos días, entre el inicio de las manifestaciones y la firma del Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución.
Acá la conversación extendida con la exsenadora, que fue entrevistada en el marco de la docuserie, “El mes más tenso: regreso a un país estallado” cuyos primeros dos capitulos ya están disponibles en La Tercera:
¿Cuáles son sus recuerdos del inicio del estallido?
Yo estaba acá en Concepción y veía con espanto como se iniciaban los incendios; como se empezaron a quemar las estaciones del Metro; como se empezó a quemar esta torre (de Enel), en el centro de Santiago. Y a nosotros que vivimos acá el terremoto, se nos vino inmediatamente a la memoria esto: el desbande social, la falta de control social, en términos de la inseguridad que genera. Por lo tanto, me recuerdo que esa misma noche llamé al ministro del Interior y decir “oye, tienen que hacer estado de excepción, al tiro ya, esto no es aceptable, que en una democracia se valide la violencia como se está validando, es incompatible con la democracia”.
¿Y cómo se dieron las primeras conversaciones en torno a la posibilidad de nueva Constitución?
Yo creo que el estallido social no tenía nada que ver la Constitución. Si uno ve las grandes manifestaciones, uno veía letreros que decían “más salud”, “mejor salud”, “mejores pensiones”, “más educación”, yo no recuerdo haber visto ni un solo letrero que dijera nueva Constitución, ni uno. Entonces, no era una demanda social, esa fue una idea que se gestó desde el mundo político, como si fuese una solución a las demandas sociales y quedó demostrado después que no era cierto. Ahora, de verdad estábamos metidos en un callejón, porque al final los pensamientos generan realidades y se empezó a instalar que la solución al conflicto era una nueva Constitución, que todas las inequidades, que todas las injusticias, todas las desigualdades, que sin duda existen, se debía a que se necesitaba una nueva Constitución. La gente, tanto de izquierda como de derecha, empezó a creer que era la solución, no solo de las demandas sociales sino al conflicto que estábamos viviendo. Y la verdad que cuando eso pasó, cuando se instaló como una verdad, que era la solución para parar la violencia, se empezó como a encasillar el camino. Entonces, allí ya no nos quedaba muchas alternativas, y efectivamente o salían los militares a la calle o llegábamos a un acuerdo para poder ordenar a todas las fuerzas políticas. Ese fue yo creo que el gran valor del acuerdo que se gestó en noviembre. La política demostraba que a pesar de las diferencias, el diálogo es el que zanja las diferencias y no la violencia.
¿Negociaron por la nueva Constitución porque se temía que el gobierno de Sebastián Piñera pudiese caer?
Yo creo que estuvo al borde de caer, para ser bien sincera. Es decir, cuando tu apoyo ciudadano ya baja del 10%, cuando tu voto más duro empieza decir: “por favor renuncia”, te vas quedando sin piso. No es un golpe de Estado tradicional, pero finalmente obligan, a través de una situación social, a que un Presidente democráticamente electo tenga que dimitir de su cargo y yo creo que estuvimos a poco de eso. Además, hay que recordar que antes de ese acuerdo por una nueva Constitución, todo el mundo decía, tanto la izquierda como la derecha, que iba a haber una fuga de capitales, que estábamos al borde de un colapso, no solo social, también económico. Entonces, a esas alturas no quedaba otra que buscar un acuerdo para poder avanzar en ese camino y tratar de dar un paréntesis a esta violencia que existía, para ver si se lograba recuperar la cordura como país.
¿Recuerda cuando tras un reunión de Chile Vamos en la casa del Presidente Piñera, finalmente hace pública la disposición de la UDI de avanzar hacia una nueva Constitución que reemplazara la del 80?
Me acuerdo perfecto y me acuerdo que además no era lo que habíamos acordado adentro. Nosotros habíamos acordado en la casa de Piñera no una nueva Constitución sino que reformar la Constitución y fue (Gonzalo) Blumel (Ministro del Interior, entonces) quien, corriendo con colores propios, dijo: “hemos llegado al acuerdo de hacer una nueva Constitución”. Yo me acuerdo que lo miré y dije “y dónde diablos acordamos eso, porque en la reunión en que yo estuve no fue así”, pero la verdad es que, claro, después de eso era difícil, porque ya no había mucho espacio más donde jugar. Lo que pasa es que yo creía que si bien es cierto, a lo mejor íbamos a terminar con una nueva Constitución, yo al menos, la forma en que negocio, no negocio partiendo con el techo, yo negocio partiendo con el piso. Pero no partimos por eso y no había sido el acuerdo que habíamos tenido.
¿Por qué tras el acuerdo al que se llegó el 15 de noviembre usted no se veía muy contenta en la foto final,en la sede del Congreso de Santiago,
No estaba contenta. ¿Sabes por qué? Porque yo fui una de las últimas en hablar, yo podía entender que (Gabriel) Boric, que en ese tiempo era diputado y que había respaldado este acuerdo, hablara de manera agresiva, porque lo había dejado solo su partido, Convergencia Social, había dicho que ellos no llegaban a ningún acuerdo, pero el resto de las fuerzas políticas, sobre todo, las de centro izquierda, yo pensé, sinceramente, que iban a decir “bueno, de aquí para adelante, busquemos acuerdo”, una cosa como de grandeza y lo que yo estaba escuchando era más polarización. Si uno vuelve a escuchar los discursos, eran súper polarizados, agresivos. Entonces yo dije “esto no sirvió para nada”, porque si hicimos todo esto para tratar de demostrar que el diálogo une, bueno ahora en el punto de prensa estamos mostrando que el diálogo desune. Yo lo que hubiera esperado era una cosa de grandeza, es decir, “tenemos muchas diferencias, pero hay que pensar en Chile”, una cosa así como mucho más republicana y lo que vi fue política chica, y yo ahí pensé, esto no va a servir para nada, porque estamos exactamente en el mismo lugar donde partimos, cada uno parapetado en su rincón y por eso tenía esa cara, porque dije no sirvió de nada y no sirvió de nada, efectivamente no sirvió de nada.
¿Cuál es su reflexión a cinco años del estallido?
Yo creo que el país está infinitamente peor que antes del estallido. Hay ciudades, como Concepción, que todavía no recuperan el centro histórico de los daños patrimoniales que hubo, todavía quedan cicatrices de la destrucción que hubo en ese tiempo, restos de incendios, esculturas destruidas, negocios cerrados, etc. Hizo un daño socieconómico muy grande, a muchas pymes, no solo en Santiago sino que también en regiones. En segundo lugar, yo no he visto estudios, pero estoy segura que cuando uno valida la violencia como elemento político no la valida solo en la política. Estoy segura que los niveles de violencia en la sociedad tienen que haber aumentado. Cuando tu reconoces socialmente que si yo tengo una diferencia contigo tengo derecho a empujarte, tengo derecho a insultarte, tengo derecho a decirte “si no bailas no pasas”, tengo derecho a imponer por la fuerza mi posición, eso no es una conducta aislada, es una conducta que se valida socialmente. Creo que eso a la sociedad le hace súper mal. Además, creo que claro nos tocó el estallido y después la pandemia, más encima, entonces fue como una detrás de otra. Quedan todavía huellas importantes. Y en términos de las demandas sociales, seguimos... a mi me da mucha risa porque el Partido Comunista y la izquierda más dura, que decía que esta era una Constitución de origen espurio, la validaron. Validaron la Constitución de Pinochet, como ellos decían. Y por lo tanto, si el Partido Comunista la defendió, bueno entonces no era tan mala, era defendible, porque si hubiese sido tan requete mala, cualquier cosa es mejor. Y esa cosa horrorosa que pensaban hacer en el primer proceso constituyente de refundar Chile. Ellos, sobre todo la izquierda, estaban viviendo una especie de realidad alterna, es decir, no se daban cuenta que eso atentaba contra el sentido común de la gran mayoría de los chilenos. Vivían como en una especie de burbuja política, en donde se convencían entre ellos, pero el resto del mundo decía “no, a nosotros no nos gusta esto, no nos gusta la violencia, no nos gusta que haya una justicia para unos y una justicia para otros, etc.”. Finalmente más del 60% dijo “¿sabes qué? No”. Pero también tengo una crítica al segundo proceso constituyente, porque una de las peores cosas que hay en Chile es el sistema político y creo que se perdió una oportunidad de haberlo podido reformar y en eso estaba de acuerdo tanto la izquierda como la derecha. Se perdió una oportunidad de haberlo podido reparar, porque que creo que todo el resto podían haber llegado a acuerdo. Y eso fue, y perdón que lo diga, por dogmatismos y rigideces que no tenían ninguna justificación y que sirvieron como bandera de lucha para poder echar abajo la Constitución.
Con el paso del tiempo, ¿se arrepiente de haber firmado el acuerdo del 15 de noviembre?
No, no. Ahora, yo no pensé que iba a pasar así, pero en ese momento, yo creo que de verdad no había otra opción. El país se estaba incendiando literalmente por los cuatro costados. Yo después no aprobé, yo voté en contra, pero yo creo que fue un error meterle la mano a la urna, porque yo voto por las ideas de ese alguien no por el sexo de ese alguien. Esta cosa que hicieron con los independientes, alteraba los resultados democráticos. Yo soy mujer y tengo el derecho a votar por una mujer o por un hombre, da lo mismo, es mi derecho. Y si yo quiero que haya un Presidente hombre, me parece bien y si quiero que haya una Presidenta mujer, también está bien, es mi derecho, no tienen por qué imponernos una mujer o un hombre. Lamentablemente se metió el tema indígena, ni los indígenas votaron por esa Constitución. Poner una lista especial, cuotas especiales. Cuando tu empiezas a poner cuotas, tergiversas la voluntad popular, y creo que eso alteró lo que la gente quería que se viese reflejado y eso fue porque la presión social, sobre todo, de los partidos de izquierda era súper fuerte. Yo estoy tranquila porque voté en contra de todas esas cosas, y quedó demostrado que finalmente es así, porque uno no puede alterar la voluntad popular, porque o si no se tergiversa.
Con el paso del tiempo, ¿qué opina del accionar de Carabineros y que hoy, por ejemplo, generales fueran formalizados por eso?
Esto es como un péndulo. En algún momento era políticamente correcto, casi que evitar que los carabineros estén cumpliendo su función de orden público. No se podía decir que la violencia ilegítima se tenía que atacar con fuerza legítima. Si están atacando a los carabineros con piedras, peñascos, bombas molotov, no puedo estar con un megáfono, es absurdo, pero eso nadie lo decía y cuando uno lo decía, estaba atentando contra los derechos humanos de las personas. Cuando hay el nivel de violencia que vimos en las calles -me hubieran matado si hubiera estado caminando por ahí -, sin duda que se generan heridos. Yo no creo que ninguno de los carabineros que hoy día está procesado, se haya levantado en la mañana a decir: “hoy día voy a pegarle un escopetazo a tal o cual persona”, no. Yo creo que se asustaban además, que son personas que estaban cansadas, que tenían turnos eternos, que los agredían, que en sus poblaciones donde vivían, porque no viven aislados, viven en una población, también los agredían, amenazaban a sus familias. Entonces, claro, tenían un montón de dificultades, estaban sometidos a mucha presión y más encima los insultaban. Yo me pregunto, cuántos de nosotros seríamos capaces de soportar la cantidad de insultos que recibían los carabineros en ese tiempo sin perder la calma. Entonces, era como políticamente incorrectos defenderlos. Yo creo que gracias a Dios eso se ha ido revirtiendo, la gente se dio cuenta que la democracia requiere que haya una institución que resguarde el orden, no podemos cada uno de nosotros defendernos por nuestra cuenta. Tiene que haber una institución que resguarde el orden, pero para que esa institución pueda resguardar el orden tiene que tener respaldo, no solo de la sociedad civil sino también de las autoridades y creo que eso ha ido cambiando. No tienen tanto respaldo de la autoridad de turno hoy día, pero tienen más que antes, y sí creo que tienen mucho más respaldo de la sociedad civil y lo vemos en las encuestas.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.