El inversor egipcio que inquirió a Marcel en EEUU: “Chile no era un paraíso solo para los inversionistas, era el mayor paraíso para las personas pobres”

Karim Abdel-Motaal

Karim Abdel-Motaal, que dirige un hedge fund con sede en Londres, estuvo cerca de diez minutos haciéndole preguntas al ministro de Hacienda chileno cuando visitó Washington, a mediados de octubre. No se fue feliz con las respuestas. “Amo a Chile y lo admiro, y quiero que vuelva a ser la estrella de América Latina y el mundo”, comenta. Ahora está a la espera de ver cómo evoluciona la coyuntura local para evaluar si saca los más de US$200 millones que tiene invertidos en el país, o los duplica.


El miércoles 12 de octubre el ministro de Hacienda, Mario Marcel, llegó a Washington para participar en las reuniones anuales del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI). En la ocasión, Marcel también se reunió con inversionistas internacionales.

Controladores de distintas compañías chilenas, como de AFP o del sector de salud, han asistido a manifestar su preocupación a las citas que han hecho anteriormente autoridades en el exterior. En Washington, un inversionista en particular acaparó gran parte de las consultas, con un intercambio de preguntas y respuestas que tardó cerca de diez minutos. Fue comentado posteriormente por los asistentes.

Se trata de Karim Abdel-Motaal, egipcio de nacimiento, pero que también tiene las nacionalidades de Suiza y el Reino Unido. Entre 1995 y 2001 el ejecutivo, que actualmente tiene 52 años, trabajó en JP Morgan en Nueva York, Londres y Singapur. Entre 2002 y 2008 estuvo en Morgan Stanley, en Nueva York. También trabajó en otras compañías, siempre con foco en inversiones en mercados emergentes.

Actualmente, y desde 2016, dirige KAM Portfolio Management, un macro hedge fund que invierte en mercados emergentes, basado en Londres, donde actualmente reside. Con ese vehículo de inversión que fundó, tiene activos bajo gestión (AUM) que rondan los US$5.000 millones, incluyendo su dinero y el de otros inversionistas.

De esos recursos, cuenta que tiene invertidos en Chile entre US$200 y US$250 millones, “pero si las cosas salen bien (en el país), puedo duplicarlos”, asegura. Ese monto, detalla, “incluye todo: empresas, inversiones directas en sociedades, así como valores públicos: acciones, bonos, etcétera”.

Relata que ha visitado Santiago varias veces, que conoce a muchos chilenos y que tiene socios en el país. También dice conocer a varios académicos locales, y menciona a algunos: Andrés Velasco, Sebastian Edwards, Ricardo Caballero.

Durante la conversación con Pulso, reitera incansablemente la misma idea: “Amo a Chile y lo admiro, y quiero que vuelva a ser la estrella de América Latina y el mundo”.

¿Por qué asistió a la reunión en Washington con el ministro Marcel?

-Mi interés en Chile es como inversionista, pero también, siendo muy honesto, como admirador de Chile. Soy economista de formación, obtuve un Phd en Economía de la Universidad de Harvard en 1995. Chile fue el ejemplo que nos enseñaron en la universidad y a lo largo de mi carrera, respecto a cómo son las buenas políticas que logran una reducción rápida y poderosa de la pobreza, así como un aumento del empleo y del crecimiento. Y ver lo que Chile ha vivido en los últimos años, para mí es muy sorprendente e impactante. Así que fue una oportunidad para ponernos al día y discutir este extraordinario contraste entre el Chile que yo y muchos otros conocíamos y amamos, y el Chile de hoy, que es muy preocupante.

¿Qué le preguntó al ministro de Hacienda, y considera que recibió una respuesta satisfactoria?

-La respuesta breve es: no salí con una respuesta o explicación satisfactoria, y no me fui sintiéndome seguro o cómodo para invertir en Chile.

¿Y la respuesta larga?

-Las preguntas que hice fueron muy sencillas. El ministro estaba presentando lo que estaba haciendo el gobierno chileno en casi todas las dimensiones de políticas económicas. Habló del código laboral. Habló del código de inversiones y los impuestos corporativos, particularmente en minería. Habló del sistema de pensiones, así como de lo que están considerando hacer respecto al rol del Estado y de las empresas en litio y cobre. Y en cada una de estas dimensiones, utilizó el término “reforma”: reforma de pensiones, reforma fiscal, reforma laboral. Y lo que me hizo levantar la mano y hacer la pregunta, es que me sorprendió escuchar el uso de ese término y luego su descripción de lo que el gobierno planea hacer en cada una de estas áreas.

¿Por qué?

-El Chile que conocimos, con el que crecimos y en el que invertimos durante los últimos 25 años, no necesitaba ninguna reforma. Era lo que Turquía, Brasil y la India necesitaban reformar y lograr para alcanzar el mismo nivel de éxito. Así que cada cosa, en casi todas las dimensiones de la política económica que describió el ministro, eran, en mi opinión, y francamente la de la mayoría del mundo académico e inversor, no un paso en la dirección de una reforma, sino de una antireforma. Así que me sorprendió mucho verlos tratar de presentar como una reforma lo que estaban haciendo. Puedo ver por qué el ministro Marcel usó ese término. Es un hombre muy decente, está claro que es un buen economista, pero es muy obvio para los inversionistas que no está solo y que están sucediendo muchas cosas locas en el gobierno, y que está dando lo mejor de él, pero lo que describía no tenía ningún sentido.

¿Por ejemplo?

-Tomemos la reforma laboral: lo que Chile está haciendo al permitir la sindicalización y las negociaciones en toda la industria (negociación ramal o multinivel), es una situación en la que un pequeño grupo de trabajadores puede tomar una empresa como rehén sin que la administración de la empresa pueda despedirlos o sancionarlos de ninguna manera. Y esto en teoría suena como algo bonito, justo, equitativo, protrabajadores, todo encantador y agradable. Pero es catastrófico cuando piensas en alguien como yo. Quiero poner capital en Chile, el capital contrata trabajadores, y si los trabajadores pueden tomarme como rehén y detener mi empresa, y no puedo despedirlos ni tener ninguna disciplina sobre ellos, eso hará que no invierta. En lugar de Chile, voy a invertir en Corea del Sur o Malasia.

¿Qué otras reformas, a su juicio, no están bien?

-La reforma de pensiones: también catastrófica. Lo estudiamos en la Universidad de Harvard: Chile tenía lo que se conoce como un sistema de pensiones totalmente financiado. Tenía activos suficientes para cubrir la jubilación de la población. Permitieron retiros del 30%, una completa estupidez. Y ahora están pensando en un sistema que está parcialmente financiado, con una parte que se basa en los impuestos actuales, que podrían aumentar o disminuir según el ciclo político y quien esté en el poder.

Luego, en el sector minero, Chile solía estar entre los 5 a 10 principales países mineros del mundo en términos de productividad de la minería y los recursos naturales, junto con Canadá y Australia. Hoy ha bajado 20 o 13 puntos en relación con estos países. Y esto se debe a que el gobierno está enviando todas las señales de que si uno va a invertir en el sector minero, quiere quitarte las ganancias, quiere dificultarte la contratación y el despido de trabajadores, quiere competir contigo haciendo que las empresas del sector público ingresen a la industria.

El “Estado emprendedor” es una estupidez total. Eso es: empresas estatales dirigidas por burócratas y el gobierno, que entran en el mercado, lo que, como se ha visto en Europa del Este, en Rusia, etcétera, en los últimos 60 o 100 años, funciona muy, muy mal. Esa es exactamente la razón por la que Chile tuvo éxito... porque no tenía cosas como estas.

Usted también consultó por el TPP 11.

-Sí. Chile era famoso por el libre comercio, aranceles muy bajos, el mismo arancel para todos los productos. Era el sistema más limpio y simple. Fue uno de los miembros fundadores del TPP, el cual vincula a Chile con las economías más exitosas del mundo, a las que perteneció en los últimos 25 años, y ahora vemos que, incluso después de que el Senado aprobara el TPP, el gobierno no quiere implementarlo. Así que le pregunté al ministro Marcel sobre esto, y me dio una respuesta poco satisfactoria sobre cómo el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile está ocupado negociando side letters con todos los países del TPP para eximir a Chile de algunas de las disposiciones del tratado, lo cual es como firmar el tratado con una mano y luego desfirmarlo con la otra. De nuevo, es muy, muy difícil de entender.

¿Esas fueron todas las preguntas?

-Le pregunté una cosa más. Leí en los periódicos de Chile comentarios como: Chile espera integrarse con países de la región como Bolivia y Argentina. De nuevo, para mí, es impactante. Quiero decir, Chile era Corea del Sur, Hong Kong, Singapur. Y Bolivia o Argentina son los peores socios de integración o ejemplos posibles para el país. Chile enseñaría una lección a esos países, pero ahora parece que quiere aprender de ellos todas las cosas malas.

Dice que Chile no necesita ninguna reforma. Pero, por ejemplo, las personas piden mejorar las pensiones, y hay consenso en que son bajas. Entonces, ¿quiere decir que no se necesita la reforma que el gobierno está impulsando, o simplemente cree que no necesitamos ninguna reforma?

-Desde luego no me gusta la reforma que el gobierno está haciendo ahora. Pero también creo que lo que se ha presentado al público chileno durante los últimos dos o tres años sobre los problemas del sistema de pensiones, es una tergiversación del sistema de pensiones. Te daré un pequeño ejemplo: no se puede permitir que los afiliados retiren el 30% de su contribución al sistema de pensiones y que luego digan ‘el sistema de pensiones necesita una reforma’. No hay ningún economista, académico o político en el mundo que diga que eso fue una política correcta.

¿En la reunión de Washington, vio que el resto de los inversionistas tenía una visión parecida a la suya?

-Sí, absolutamente. Todos los inversionistas tienen las mismas características: estamos decidiendo si poner capital en Chile, en lugar de poner capital en Brasil, Corea, India o China. Y todo lo que digo, con algunas variaciones, son preocupaciones de todos los inversionistas.

¿Sacó algo positivo de la reunión?

-Al escuchar al ministro Marcel, lo único positivo que se puede decir es: la combinación del fracaso de la reforma constitucional y la presencia de Mario Marcel en el Ministerio de Hacienda, en lugar de alguien loco. Eso es positivo. Pero eso es positivo en el sentido de limitar la negatividad. No quita la amplia negatividad. Es impactante para todos nosotros como inversionistas, porque Chile fue el país estrella, la inversión estrella a lo largo de nuestras vidas.

Empecé mi carrera en 1995, y durante toda mi vida adulta Chile fue la excepción en América Latina, el país donde la pobreza se derrumbó, el país donde la educación se disparó, el país donde impera la ley, el país donde se hacen valer los derechos de propiedad. El sistema judicial funciona. Si obtienes ganancias, se te permite conservarlas. Ver la rapidez con la que en unos años ha llegado un populismo muy entusiasmado, y en mi opinión, equivocado, a las instituciones chilenas, es aterrador para todos nosotros. Nos asusta la velocidad. Chile tardó 40 o 50 años en construir las instituciones que lo convirtieron en una excepción en América Latina, y solo le tomó un par de años en volver a Chile en Argentina. Eso es aterrador. Y es aterrador más allá de los detalles específicos, porque un inversionista puede estar en desacuerdo con una reforma, pero el gran tema es la velocidad del desmantelamiento de las instituciones, que son tan preciosas y valiosas, y que se construyeron durante 40 años.

Pero es precisamente por eso que un sector postula que hubo el estallido social de 2019: porque muchos piensan que Chile es una estrella para los inversionistas, pero no para la gente. Que había un descontento social larvado...

-Todos seguimos a Chile. Chile es como el mejor estudiante de la clase: te guste o lo odies, todos lo siguen, porque estamos celosos. Así que lo he seguido, pero hay un populismo clásico. No niego que estén ahí estas desigualdades sociales. Sin embargo, Chile no era un paraíso solo para los inversionistas, Chile era el mayor paraíso para las personas pobres. Mira sus indicadores de pobreza entre 1985 y 2015, y compáralos con los de Argentina, Brasil, Colombia, Perú, Venezuela, Rusia, Turquía e India. Según el Banco Mundial, en ese periodo Chile fue el número uno del mundo en reducción de la pobreza entre 150 países. Chile es una superestrella para las personas pobres, no solo para los inversionistas. El hecho de que fuera un paraíso para nosotros, es la razón por la que invertimos, y la razón por la cual Chile creció y por qué la pobreza cayó. Quiero decir, esta demonización, esta idea de que los inversionistas son el diablo, malinterpreta totalmente lo que ha sucedido en Chile.

¿Seguirá invirtiendo en Chile? Porque como dice, puede elegir cada día si invierte en Brasil, en Corea del Sur, u otro país.

-La buena y la mala noticia es que Chile, debido a su historia de estabilidad y su reputación de estar bien administrado, siempre está en el radar de un inversor como yo. Y siempre estoy buscando oportunidades. Pero como casi todos los demás inversionistas, extranjeros y chilenos, en este momento todos estamos observando y sin hacer nada.

¿Qué está esperando en lo inmediato?

-En primer lugar, está el tema constitucional. La Constitución que fue derrotada, en mi opinión, iba a convertir a Chile en Bolivia. Ahí era ininvertible. Y ahora no sabemos qué pasará. Como inversores, no tenemos problemas con una nueva Constitución que aborde la reforma política que desean los chilenos. Pero que se consagren en la propia Constitución malas políticas económicas, eso nos preocuparía y tenemos que estar atentos. Las otras áreas de preocupación inmediata son las que describí anteriormente.

Y en este contexto, ¿por qué entonces no saca el dinero?

-La razón para no desinvertir es simplemente que Chile todavía tiene buenas instituciones de los últimos 40 años. Pero si las cosas siguen así, nos desprenderemos de Chile. Ahora mismo todavía tenemos esperanza. La esperanza, francamente, es una mejor Constitución y un gobierno que comprenda cada vez más que las viejas instituciones y las viejas políticas tenían muchas cosas buenas, y que no se limite a tirar todo por la ventana.

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