El problema con la compra de dinosaurios
A los científicos les preocupa que un mercado de fósiles en auge signifique precios más altos y posibles fraudes.
Los dinosaurios están en las noticias en estos días, pero no siempre es por razones felices. Mientras los paleontólogos están haciendo descubrimientos innovadores, su trabajo a menudo se ve opacado por la indignación de que otro fósil haya sido subastado al mejor postor. La controversia más reciente involucra un raro "bebé" T-rex actualmente listado en eBay por más de US$2.9 millones, pero las subastas similares son comunes. El mismo proveedor también incluye en su sitio web un "auténtico" esqueleto de triceratops por US$890,000.
Tales ventas son una fuente de preocupación para los científicos, quienes temen que los altos precios pagados por los coleccionistas privados pongan a los especímenes fuera de su alcance. Las nuevas teorías sobre la historia de la vida en la Tierra no se pueden probar a menos que la comunidad científica tenga fácil acceso a la evidencia material. Por esa razón, la mayoría de las revistas académicas se niegan a publicar investigaciones sobre especímenes que no se encuentran en un depósito público.
Por su parte, los coleccionistas comerciales argumentan que los fósiles que quedan en el suelo eventualmente se perderán por la erosión y que los museos difícilmente pueden permitirse recolectar cada espécimen. Al dar a los coleccionistas privados un incentivo para recorrer el paisaje y desenterrar a estas notables criaturas, el mercado de dinosaurios garantiza que haya más de ellos disponibles para el escrutinio público.
La historia sugiere otra razón más perniciosa por la que deberíamos preocuparnos por el mercado de los dinosaurios: la amenaza que representa el engaño comercial.
Algunos de los especímenes más notables en la historia de la ciencia fueron encontrados por coleccionistas independientes. A principios del siglo XIX, Mary Anning buscó los restos de criaturas extintas en los acantilados expuestos cerca de su casa en la localidad costera inglesa de Lyme Regis. En 1823, descubrió el primer plesiosaurio conocido por la ciencia y se lo vendió al duque de Buckingham por 100 libras.
Precios como estos indujeron a muchas más personas a probar suerte buscando fósiles. Los coleccionistas emprendedores aprendieron rápidamente que los fósiles novedosos, completos y visualmente llamativos podían obtener una prima: llevando a algunos vendedores ambulantes a combinar diferentes fósiles en un conjunto más impresionante.
Tales fraudes eran notoriamente difíciles de detectar, y al final del siglo XIX los museos respondieron adquiriendo sus especímenes directamente a través de expediciones científicas. Durante un tiempo, todo esto eliminó el comercio de fósiles. Pero hoy, como los coleccionistas privados como Leonardo DiCaprio y Nicolas Cage han comenzado a competir por quién tiene el dinosaurio más grande y completo, el mercado de fósiles ha vuelto a la vida, y el viejo problema del fraude ha regresado con él.
Varios descubrimientos aparentemente innovadores han resultado ser artefactos de engaño comercial. A fines de la década de 1990, un museo de dinosaurios en Utah compró un fósil espectacular llamado Archaeoraptor. Esta criatura fue catalogada como un eslabón perdido entre los dinosaurios y las aves modernas, y causó una sensación internacional. Casi inmediatamente después de que National Geographic la descubriera con gran fanfarria, sin embargo, el fósil se reveló como una falsificación, hecha combinando los huesos de un ave primitiva con los de un dinosaurio no aviar.
El problema es especialmente grave en China, donde los agricultores de las zonas rurales empobrecidas a menudo venden especímenes para poder subsistir. Según Li Chun, del renombrado Instituto de Paleontología y Paleoantropología de Vertebrados en Beijing, hasta el 80% de todos los reptiles marinos que se exhiben en museos chinos han sido alterados o combinados artificialmente hasta cierto punto.
Al erosionar la confianza en estos valiosos objetos de conocimiento, los distribuidores de muestras comerciales socavan los fundamentos materiales de la investigación científica. Si desean disipar las preocupaciones de la comunidad científica, deben asociarse con investigadores y donar fósiles de importancia científica a un museo público mientras permanecen bajo tierra, para que los paleontólogos puedan estar seguros de que los hallazgos no se alteran durante y después de la excavación.
Hasta que tales acuerdos sean comunes, los compradores potenciales deberán pensar dos veces antes de comprar un dinosaurio espectacular.
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