Angela Merkel, ¿es un pato cojo o la salvación del euro?
No hasta después de las elecciones de Alemania" fue una frase muy popular en las horas más oscuras de la crisis del euro en 2012. A veces, significaba que Grecia no saldría de la unión monetaria hasta entonces. Con mayor frecuencia, implicaba que Alemania no estaría lista para hacer grandes transferencias fiscales a economías en déficit hasta que Angela Merkel estuviera instalada con seguridad por otros cuatro años en la cancillería. Todavía hay optimismo en los círculos políticos de la eurozona, e incluso en los mercados financieros, de que el proceso de reforma que fue dolorosamente lento incluso cuando parecía que la unión monetaria se rompería, ahora se acelerará.
Es probable que Merkel se embarque en su tercer y posiblemente último período como la líder de facto de Europa. Y como en el segundo período de un presidente estadounidense, ella se podría ver incapacitada por el estado del pato cojo. De manera alternativa, habiéndose liberado de las cadenas de la política electoral, podría intentar hacer algo más atrevido, llevando a la unión bancaria, la unión fiscal y las reformas estructurales a su última etapa.
The Economist la ha llamado, con justificación, "la demócrata más dotada políticamente del mundo" y una "apuesta mucho más segura que sus oponentes de izquierda". También indicó, en una explosión de optimismo, que ella se convertirá en "la gran líder… que Europa desesperadamente necesita", alguien decisivo y no indeciso. Eso no parece coincidir con su personalidad política súper cauta. Pero incluso si ella llegara a escoger este rumbo, habrán muchos obstáculos poderosos en su camino.
Lo primero se relaciona a su realidad política en Alemania. Casi todos los analistas políticos concuerdan de que en términos generales existiría la opción de que Merkel aparezca liderando la misma coalición con el FDP (Partido Liberal Demócrata), con una posibilidad similar para que lidere la Gran Coalición con el SPD (Partido Social Demócrata). Esta última opción implicaría que al gobierno le seguiría faltando una mayoría en la cámara alta, el Bundesrat, y que mantendría una gran cantidad de miembros euro escépticos. Esta ha sido la fórmula para los dolorosamente lentos compromisos con el euro, que llegan solo cuando la supervivencia de la moneda única está en riesgo.
La alternativa de una Gran Coalición le abriría la puerta a avances más rápidos. El SPD ha llegado al rescate de Merkel en el parlamento cuando era necesario ratificar acuerdos alcanzados muy tarde en las cumbres del euro. Pero dicha coalición podría ser inestable y en cualquier caso estaría presionada por la arraigada postura euro escéptica de la mayoría del electorado alemán.
Merkel se ha movido con seguridad, avanzando a un ritmo que el electorado (y el tribunal constitucional) están dispuestos a aceptar, lo que explica por qué no ha habido una hemorragia política de apoyo político al partido anti-euro, el AfD. Desde el punto de vista de la cancillería alemana, esta estrategia tuvo éxito. ¿Por qué cambiarla en la última parte del recorrido?
Luego, está la interrogante sobre cuál cree Merkel que es la estrategia económica correcta para la eurozona. Está lejos de ser una política de convicciones que siga el modelo de Thatcher, pero ha sido notablemente consistente en su diagnóstico de la crisis del euro. El problema ocurrió, en su mente, porque las aproblemadas economías no lograron seguir reformas estructurales, especialmente en el mercado laboral, que Alemania introdujo bajo su antecesor Gerhard Schroeder. Nunca ha manifestado que Alemania merece alguna culpa de la crisis por dar excesivos préstamos bancarios antes de 2008, o por perseguir políticas fiscales más ajustadas y luego un gran superávit comercial.
Su receta para las economías en problemas es que se comprometan a ser clones de Alemania, amarradas por acuerdos legales, incluso si eso se demora muchos años. Ha insistido que se necesitan muchos pequeños pasos y que no se puede conseguir con un gran salto adelante. No habrá mutualización de deudas de bancos o gobiernos a nivel federal europeo hasta que las deudas "de legado" estén bajo control, y que nuevos procedimientos vinculantes se hayan implementado. No lo dice por un efecto político, en realidad lo cree.
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© The Financial Times Ltd, 2011.
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