¿Hasta dónde ceder de cara a la segunda vuelta?
El balotaje obliga a los candidatos que se enfrentan a buscar apoyos más amplios, lo que implica ceder en algunos aspectos de sus programas originales. Es de esperar que nunca pierdan de vista que estas concesiones no deben afectar la inversión ni las arcas fiscales.
¿Hasta dónde se puede ceder? Esta es la pregunta que tanto Sebastián Piñera como Alejandro Guillier se deben estar haciendo. Esto en relación a cuánto ampliarán sus actuales programas (o resúmenes de programas) con la finalidad de captar más adherentes hacia la segunda vuelta. Inicialmente ambos candidatos manifestaron que no se moverán de su domicilio político de cara al balotaje, aunque todos saben que en el escenario actual, una rearticulación de la agenda es necesaria. De ahí la tensión de Piñera de "derechizarse" en busca de los votos de Kast y perder el centro, o de Guillier de iniciar tratativas programáticas con el Frente Amplio, bloque que está en un buen "momentum" tras las elecciones. En el segundo caso es donde existe evidencia más reciente, toda vez que la desaparición de la Concertación partió con el coqueteo con el PC que terminó por quebrar el bloque. Con el correr de los días se han empezado a observar algunos lineamientos, guiños o mensajes con un claro traspaso de ciertas fronteras. Por una parte, el candidato de Fuerza de la Mayoría abrió la puerta a un posible fin de las AFP -discurso que luego moderó, hablando de sistema tripartito-, mientras que el de Chile Vamos transó en gratuidad en educación, aunque dejándose una válvula de escape alineada al crecimiento económico.
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Si bien cada candidato necesita rearticularse, debe existir la prudencia necesaria por no correr con los extremos y no transar aspectos y principios que hoy los posicionan cerca de La Moneda. La tentación es grande, pero se debe tener en cuenta que el país está con un creciente nivel de deuda y compromisos de recursos hacia adelante. Promesas irresponsables de campaña que signifiquen una alta cantidad de recursos futuros, sólo pueden terminar en dos escenarios. De concretarse, el problema fiscal se agravaría. Si no se concretan esas promesas, ello generaría la entendible molestia de los ciudadanos y la pérdida de credibilidad (mayor aún) de los políticos. Cualquiera de los dos escenarios no es positivo para el país. Por lo tanto, si bien tendrán que hacer concesiones, es de esperar que estas sea responsables fiscalmente y no afecten la inversión privada.
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