El penal de Higuaín
Por Gonzalo Restini.
Gonzalo Higuain camina hacia el área, tenso como una cuerda o una vela al viento. Mira fijo a Bravo. Piensa en las cientos de veces en que acertó, en cómo la confianza lo era todo en la vida, en que los grandes y no tan grandes son recordados por estos momentos. La gloria estaba ahí. La estaba tocando, sentía su luz.
Esta definición la había practicado mil veces. En su cabeza y en la cancha. Se apagan los gritos y todo se va a MUTE. Sólo hay un pasillo entre él y el arco. Su corazón que se quiere salir por el pecho. Toma carrera. Oye el sonido de sus pies en el pasto. Luego, el disparo. Una mezcla de tierra, cuero y sudor en una catedral silente. Mira la pelota. Y la ve irse por los cielos. Hacia la historia infame. Hacia el más allá de los errores enormes. Vuelven los gritos, más fuertes. Las caras rugientes. Y una pesadez de tumba, una pena inmensa lo invade.
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El proyecto de Bachelet 2 estaba cantado, incluso antes de las protestas del 2011: El Gran Proyecto de Chile debía ser la Educación. Corría el 2007 y el Cobre se empinaba por los USD 4. Chile acumulaba sin parar en los Fondos Soberanos, en un ciclo que parecía no tener fin. Yo conversaba con un connotado economista respecto a qué hacer con ese caudal infinito. " El capital humano es la clave. Un proyecto educacional potente que desarrolle a los chilenos y nos deje preparados para cuando la bonanza se acabe. Esa es la verdadera manera de diversificar nuestra economía". Parecía tan obvio.
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Fast Forward: Crisis, terremoto, Piñera 1, marchas que pedían calidad y oportunidades para todos. Bachelet miraba a la distancia, desde la mitad de la cancha. Destinada a volver a la presidencia y con la mesa estaba puesta para un éxito resonante. Ella era protagonista de los mejores 30 años de nuestro país. Líder de la Coalición más exitosa de la historia. Tendría mayoría parlamentaria. Habría equipo. Estaba la experiencia de haber sido gobierno. La oportunidad era gigante. Y estaba ese Proyecto. Decisivo para las generaciones por venir….Tomó carrera. Se apagaron los gritos. Todo se fue a MUTE….y la tiró a las nubes.
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Las razones de este desperdicio enorme quedarán como una de las grandes incógnitas de nuestra historia. La soberbia, la inexperiencia, la ingenuidad y la porfía seguramente serán parte importante del arsenal de explicaciones. En lugar de continuar con la Coalición, decidió matarla. En lugar de mejorar una estrategia exitosa, decidió retro-excavarla.
Partió con una Reforma Tributaria pensada por profesores de laboratorio que no entienden la diferencia entre retirar y reinvertir. Se dinamitó la confianza junto con el sistema tributario, engendrando un enredo de proporciones dantescas. El primer Frankestein. En paralelo, saltaron los "casos de financiamiento de la política", que se alentaron en busca de ventajas y vendettas. En una ironía del destino, terminaron fagocitando al Ministro del Interior y, muy previsiblemente, desprestigiando exageradamente al sistema político e institucional, compuesto, en términos generales, por gente decente y bien intencionada.
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Caval fue una mala suerte inesperada, en la que la Presidenta no tuvo responsabilidad. La Reforma Laboral, un delirio febril al pasado y una insólita falta de accountability por el resultado. Otro Frankestein para el legado.
La Reforma Educacional, la única que importaba, terminó como un sapo aplastado por un camión: Las vísceras saltaron por todos lados y nadie entiende cómo ni por qué estamos donde estamos, incluyendo un puñado de nuevos-millonarios-ex sostenedores que endeudaron sus nuevas fundaciones sin fines de lucro con el aval público e hicieron líquidos su antes ilíquidos activos. Todo gracias a la inexperiencia del hoy-elevado-a-los-altares FA, que con buenas intenciones y suprema impericia, armó el tercer Frankestein y consumó el desperdicio.
La caída de los commodities instaló una cortina de humo que justificó el chantazo, el endeudamiento y el downgrade. Parecida quizás, a la que confundió a Gonzalo Higuain cuando chuteó hacia la gloria para enfilar al fracaso.
Cuando el humo se disipó, sólo hubo desorden, instituciones dañadas, derrota y desunión. Un camarín callado. Un equipo quebrado. Un ruido de ducha que se prende a lo lejos. Un llanto ahogado por las oportunidades que se fueron para no volver.
*El autor es panelista de Radio Duna.
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