El rostro femenino de la crisis que se alejó de la luz pública
Hace tres décadas, cuando Blythe Masters era una inquieta adolescente en el condado inglés de Kent, trabajó como practicante en la unidad de derivados de JPMorgan Chase. Esto capturó su atención. Entonces, por 27 años ganó reconocimiento y notoriedad, trabajando en las secciones de derivados y crédito del banco. Recientemente condujo la unidad de commodities, convirtiéndose en una de las mujeres más senior de Wall Street.
Esta semana, sin embargo, su historia en JPMorgan terminó: Masters anunció que dejará el banco de inversión cuando se cumpla la venta planificada de US$3.500 millones de su unidad física de commodities al grupo de trading suizo, Mercuria, este año.
Por un lado, no hay sorpresas: el resto del séquito original de Masters dejó hace tiempo JPMorgan. Pero por otro lado, es altamente simbólico. Aunque ella misma nunca quiso ser un ejemplo, su historia revela que el mundo financiero está entrando en una nueva era, para bien o para mal.
Hay cuatro puntos que ponderar. Primero, que el sexismo sigue vivo. En los ‘90, cuando Masters trabajó con un gran grupo de hombres en un equipo que desarrolló el mercado para derivados de crédito, un instrumento financiero que fue central para la subsecuente burbuja crediticia y colapso.
Masters nunca tocó los derivados de crédito hipotecario que resultaron ser mortales en esa burbuja crediticia. De hecho, había dejado este campo financiero mucho antes de que se generaran múltiples abusos. Pero cuando la burbuja estalló en 2007 ella pasó a ser el chivo expiatorio de la crisis, primordialmente porque era un rostro femenino visible (y atractivo) y fácil de recordar en un mar de hombres. Su rostro apareció en un graffiti artístico francés y hubo un vicioso abuso personal en internet. En JPMorgan mismo había poco sexismo evidente. Pero su dura experiencia pública es una historia que da que pensar, para cualquier mujer que se atreva a resaltar.
Segundo, la historia revela cómo las actitudes sociales hacia la innovación financiera han cambiado. Cuando personas como Masters desarrollaron derivados de crédito ese campo parecía ser extremadamente fascinante para los banqueros, e incluso los reguladores pensaron que había beneficios. En retrospectiva, el entusiasmo parece ingenuo o cínicamente egocéntrico. Aunque se supone que estos instrumentos debían hacer más seguras a las finanzas, dispersando el riesgo crediticio, en realidad introdujeron más peligros por la puerta trasera, porque las técnicas de distribución del riesgo eran muy sospechosas. De manera similar, aunque los derivados debían promover ideas de libre mercado, los productos en verdad eran demasiado complejos para transarlos. La innovación se utilizó y luego se abusó.
Como resultado, ya no existe más cinismo entre reguladores y banqueros sobre la innovación en finanzas. Estudiantes inteligentes y ambiciosos hoy sueñan con usar algoritmos para crear aplicaciones en lugar de derivados de crédito. Eso es probablemente algo bueno. Si Masters fuera una joven ambiciosa en 2014 podría ser una practicante en Instagram.
Una tercera lección es que, a pesar de que la gente inteligente sí entra en las finanzas, los bancos están perdiendo su atractivo. Masters no ha revelado su próximo paso. Pero dado que los bancos enfrentan mucha regulación y escrutinio en el mundo post-crisis, posiblemente no sea irse a otro banco. Casi todos sus antiguos compañeros del mundo de derivados de crédito están en instituciones no financieras, que es donde está la acción de vanguardia. También lo están sus recientes colegas: semanas atrás Mike Cavanagh, co-CEO de JPMorgan, se fue a una firma de capital privado.
Pero el cuarto punto sobre la historia de Masters es que, aunque el crédito y los derivados de crédito podrían estar creando agitación política hace cinco años, ya no es así. Hoy las controversias son en áreas como la de los commodities. Masters sabe bien esto: cuando dirigía la unidad de commodities, JPMorgan fue acusado de manipular varios mercados de energía y metales preciosos. Y el año pasado la Comisión Federal Reguladora de Energía (FERC) emitió un reporte que fue mordaz con su equipo.
El banco rechazó fuertemente las acusaciones y no se probó nada contra Masters. (JPMorgan llegó a un acuerdo con la FERC por US$410 millones sin admitir o negar la culpa). Pero el caso la dejó ansiosa por dejar la luz pública de los bancos regulados. También llevó a JPMorgan a vender su unidad de commodities: no quiere un riesgo a su reputación en este sector en momentos en que es sujeto de mayor escrutinio político y estándares de capital más rigurosos.
El resultado, entonces, es que otra ola de actividad potencialmente controvertida está saliendo de instituciones reguladas y yéndose al nebuloso mundo del shadow banking, donde la innovación arriesga ser nuevamente abusada. Un giro irónico a la historia de Masters y de la crisis financiera. También es un poderoso recordatorio de que no son solo los banqueros jóvenes y ambiciosos los que tienen que recordar la ley de las consecuencias no intencionadas; los reguladores también.
*Gillian Tett fue nombrada columnista del año en The Press Awards en Londres la semana pasada.
COPY RIGHT FINANCIAL TIMES
© The Financial Times Ltd, 2011.
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