La larga noche del peronismo argentino
La oposición del país vecino está evidentemente fragmentada. Los dos últimos golpes electorales -presidencial de 2015 y legislativo de 2017- aumentaron la distancia con Cristina K y potenciaron la proliferación de tendencias que pretenden disputar el protagonismo del extenso bloque de cara a las elecciones presidenciales de 2019. Con todas sus divisiones, los autodenominados peronistas intentan encontrar una salida a la crisis.
El pasado 6 de diciembre, tras una serie de conversaciones entre los distintos bloques que se identifican con el peronismo, y con el recuerdo aún en la memoria de la dura derrota de la oposición en las elecciones legislativas -que el 22 de octubre le dio el triunfo a Cambiemos, la coalición de Mauricio Macri- uno de los líderes del Partido Justicialista (PJ), Miguel Ángle Pichetto, explicitó la ruptura definitiva del Frente Para la Victoria (FPV).
La coalición, de orientación kirchnerista fundada en el 2003, que había servido de soporte político para todo un arco de fuerzas alineadas detrás del liderazgo de Cristina Kirchner, llegaba a su fin.
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Así, con dos duras derrotas electorales a cuestas -la presidencial de 2015 y la legislativa de 2017- entre los herederos de Juan Domingo Perón aún no hay claridad respecto al perfil que adoptará el peronismo en los próximos años. Una ideología histórica y extensa, que ha transitado por el liberalismo de Carlos Menem y el giro a la izquierda de la familia K.
"Es difícil que el peronismo se unifique en su totalidad en los próximos dos años", dice a Pulso el analista argentino y director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, Rosendo Fraga. Según el experto, lo único que puede complicar al gobierno la elección presidencial de 2019, es si sufre una crisis económica "y eso por ahora no es probable".
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Para muchos, lo que hoy necesita el peronismo es una idea y un discurso. Otros, sin embargo, creen que es el momento de una renovación de liderazgos que les permita competir en unidad contra la derecha detrás de Cambiemos.
Han existido esfuerzos que han terminado casi siempre eclipsados por las figuras predominantes del bloque. Un ejemplo es Florencio Randazzo (PJ), ministro de Cristina K y que en 2015 intentó convertirse en el abanderado presidencial de todo el bloque. A último momento, la entonces presidenta Fernández se inclinó por Daniel Scioli, que terminaría perdiendo ante Mauricio Macri.
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Otro esfuerzo es el de Sergio Massa, que en 2013 abandonó el justicialismo y que en las elecciones presidenciales de 2015 obtuvo un prometedor 21%. En 2017, sin embargo, esa ilusión se desvaneció en la elección legislativa, donde compitió sin éxito. Por ahora, Massa se concentra en la creación de una fundación de estudios estratégicos, y actualmente -a pesar de su derrota personal- cuenta con un grupo importante de diputados nacionales y en la provincia de Buenos Aires, que buscan consolidar como equipo algo que, bajo ningún aspecto, es el kirchnerismo.
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Con esto, la idea del massismo y su espacio afianzado es "no regalarse al peronismo, que hoy es como un auto viejo, roto y con muy pocos porcentajes", señala a Pulso una fuente cercana al grupo, y agrega "no tendría ningún sentido ir hoy al peronismo en estas condiciones ni con la gente que lo compone, vamos a esperar una depuración".
Un nuevo camino
En la actualidad, además del grupo de Sergio Massa y los cercanos a Florencio Randazzo, existen en el Congreso dos sectores -autodenominados justicialistas- predominantes: el llamado Argentina Federal -militantes del PJ que tienen 25 escaños- y Unidad Ciudadana, liderado por Cristina K.
Se espera que de aquí a fines de 2018 -y con miras al año electoral- se geste algún tipo de confluencia más concreta en la oposición, a pesar de que una parte importante cree que habrá que esperar hasta 2023 para volver a la Casa Rosada. Hoy, el sector de Macri tiene la oportunidad histórica de un segundo mandato, en parte, gracias a la diáspora justicialista.
En lo inmediato, la disputa peronista es por el perfil de la oposición. "Se va gestando así una 'oposición dura', que busca en la calle su ámbito de expresión, al no tener capacidad, poder o influencia en el sistema", comenta Fraga.
La emblemática frase de Perón "yo no haré nada, todo lo harán mis enemigos", parece estar lejos de encajar en una estrategia exitosa para esta fracción, menos después de los porcentajes conseguidos en octubre. "En este momento la oposición completa tiene muchos votos, pero tiene líderes que están divididos por diferentes estrategias. Algunos quieren hacer una oposición frontal al gobierno y otros quieren negociar con el", comenta el politólogo de la Universidad de Buenos Aires, Julio Burdman, quien ve como "imposible" un liderazgo unificado.
Si bien todavía faltan dos años, la clave a 2019 para el peronismo estará en el número de candidatos presidenciales. Ese diseño dependerá de una sola decisión: si Cristina Fernández da o no un paso al frente.
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