Las lecciones que dejó la Concertación a la centroizquierda, a 30 años de su fundación
Hoy se cumplen tres décadas desde que la centroizquierda formó el bloque para enfrentar el plebiscito. Figuras de la coalición, que duró 25 años, afirman que el contexto histórico los mantuvo unidos y que hoy, con el fin de la Nueva Mayoría, deben buscar consensos y avanzar a una nueva gobernanza.
UN DÍA COMO HOY, hace exactamente 30 años, nació la Concertación. Era 1988 y comenzaban a legalizarse los primeros partidos políticos para participar en el plebiscito que decidiría la continuidad de Augusto Pinochet en el poder.
En ese contexto, los líderes de 14 partidos y movimientos de centroizquierda acudieron a un encuentro en el Hotel Tupahue (donde hoy están los Juzgados de Familia, en la calle San Antonio) para conformar la coalición que derrotaría al régimen en las urnas y que luego ganaría las elecciones presidenciales, proyectándose durante cuatro gobiernos seguidos.
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Esa experiencia política, que inicialmente era instrumental y estaba encabezada principalmente por la DC, el PS y el PPD, luego se consolidó en un pacto programático que duró 25 años, hasta el surgimiento de la Nueva Mayoría, que a diferencia del proyecto anterior, logró perdurar sólo durante el actual gobierno de Bachelet.
¿Qué permitió cohesionar a las distintas visiones en la Concertación? Uno de los elementos fue el peso de la historia. "A partir de ese momento (el plebiscito), era claro que tendríamos responsabilidades en lo que viniera después. Por ello, entonces, la Concertación de Partidos por la Democracia derivó en una coalición de gobierno", recuerda el ex Presidente Ricardo Lagos (ver pág. 5), uno de los protagonistas del período y el tercero de los cuatro mandatarios que tuvo el proyecto.
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Belisario Velasco (DC), quien fuera subsecretario y ministro del Interior, también cree que influyó el hecho de que ese acuerdo "se basó en una mística, un espíritu de trabajo, un consenso de los partidos y movimientos que la conformaron. Y eso se ha perdido". Por eso, agrega, "cualquier coalición o alianza que se arme en el futuro debe tener en consideración esos puntos o no va a resultar".
Una opinión similar tiene Víctor Barrueto, en ese momento uno de los líderes del MAPU, quien fuera diputado durante gran parte del periodo. "La Concertación no se pensó como algo que iba a durar lo que duró, sino que fue un momento épico, de verdad. Para una generación grande fue casi una revolución democrática. En mi caso, fue el momento más importante de mi vida", dice.
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Sólo después de eso, añade Barrueto, durante el gobierno de transición de Patricio Aylwin y con un Pinochet aún acechando desde el Ejército, "se empezó a elaborar la idea de que eso podía ser una coincidencia estratégica, que fuera mucho más allá de la derrota a Pinochet. Y eso terminó siendo tan exitoso que es probablemente la coalición que ha durado más en el mundo y que sin duda, más allá de las críticas que hoy podemos hacer, le dio los años más exitosos al país".
Del crecimiento al malestar
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Otros elementos que le dieron legitimidad a la Concertación fueron sus avances sociales y su período de bonanza económica. Durante el gobierno de Patricio Aylwin, el país comenzó a vivir un auge -dado en parte por su regreso a la comunidad internacional- que le permitió crecer al ritmo del 7%, reducir la inflación a la mitad, bajar el desempleo y hacer que un millón de chilenos salieran de la pobreza.
José Miguel Insulza (PS), quien fue ministro de forma ininterrumpida durante 11 años, recuerda que "desde marzo de 1990 hasta ahora, el país ha cambiado mucho más de lo que cambió en cualquier período similar de nuestra historia. La economía ahora es más de tres veces lo que era en ese entonces, disminuyó la pobreza de manera ostensible, pasamos de ser un país del montón en América Latina a ser el más desarrollado".
El éxito quizás tuvo su mayor expresión en la elección de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, el Presidente más votado en la historia del país (58% de los votos), quien pese a que tuvo que enfrentar la Crisis Asiática y la un período de sequía, con la consecuencia del aumento del desempleo y el recordado racionamiento eléctrico, logró posicionar a Ricardo Lagos en la Presidencia.
Pero ya en ese período, el malestar social comenzaba a expresarse. Lagos enfrentó en su gobierno casos de corrupción y Michelle Bachelet sufrió la puesta en marcha del Transantiago y la "Revolución Pingüina", antecedente de las protestas sociales de 2011.
"Cuando logras ciertas cosas, naturalmente te propones otras nuevas, más ambiciosas. Pero si pudiéramos hacer una autocrítica, de cuál fue el error más grande, creo que fue el concepto de gobernabilidad reducido al sistema político y los poderes fácticos sin considerar suficientemente a la sociedad", plantea Barrueto.
Herencia a la centroizquierda
De esta forma fue que, en 2009, la Concertación perdió su primera elección, frente a Sebastián Piñera. Y en 2013, fue desmantelada y reemplazada por la Nueva Mayoría, que pese a su programa ambicioso, fue derrotada en la pasada elección. Hoy, los partidos ya la dan por muerta y buscan un nuevo proyecto que los convoque.
¿Qué herencia dejó la Concertación? "Una democracia en expansión en todo sentido. Una transición democrática y la consolidación de un régimen económico y social mucho más justo de lo que había antes", dice Insulza, quien afirma que pese a que quedaron cosas pendientes, "su obra no puede ser disminuida".
¿Y qué lecciones puedan sacar los partidos de ese período histórico? Sergio Bitar (PPD) plantea que esa experiencia "fue una demostración de que cuando se juntan las fuerzas y hay una visión común de valores que sostienen la coalición, se puede levantar un proyecto".
Añade que si bien la Concertación fue la fase más importante de los partidos de centroizquierda, no hay que tener complacencia, sino que se debe "reconocer lo que hemos hecho para dar un nuevo salto. Esa fase no se repite, porque las condiciones son nuevas y el desafío de la centroizquierda es reinventarse, reconocer la nueva sociedad en la que vivimos y postular en base a los mismos valores y principios, las nuevas políticas".
"Es distinto gobernar con el dictador de comandante en jefe, con un país aterrado y con una economía en el suelo, que con un país sólido, democráticamente fuerte, con una gran proyección internacional y con un avance económico y social", remata Bitar.
Velasco coincide en ello, por lo que recomienda a los partidos entrar en una fase de reflexión. "Este año no se requieren de coaliciones. Lo que necesitamos es reestructurar nuestros partidos para que se pueda llegar a acuerdos. Por supuesto, en la Cámara, para la presidencia y votar algunas leyes. Pero hay que buscar consenso y acuerdos", dice.
Y Barrueto agrega que, en base a las derrotas anteriores, "ahora hay que caminar a una idea de gobernanza, en el sentido de que el actor social debe ser más protagónico en las decisiones del país".
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