"Cero impacto"

Bolsa de Comercio - acciones- latam

En el mercado de capitales chileno estamos comprometiéndonos con las "Inversiones Responsables", una invitación a incorporar factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo en la decisión de invertir en empresas que avalen un desarrollo sostenible.

Como sin sustentabilidad no hay progreso, se trata sin duda de un esfuerzo loable, pero requiere claridad en su aplicación para ser un aporte, ya que en otros países este impulso ha abierto cuestionamientos relevantes, particularmente su factor ambiental.

En Noruega, el debate político se incendió cuando intentaron prohibir al fondo estatal de US$1 billón invertir en empresas petroleras. Situaciones similares han ocurrido con fondos de pensiones, la Iglesia de Inglaterra, incluso la familia Rockefeller, en cuyos casos han cedido y excluido empresas vinculadas a combustibles fósiles de sus inversiones.

Mientras los más entusiastas activistas ambientales se atribuyen haber bloqueado US$11 billones de invertir en estas compañías, Bill Gates -reconocido defensor de la causa ambientalista- tildó tales esfuerzos de ineficaces, con "cero impacto".

La afirmación de Gates hace sentido por tres razones.

La primera es financiera. Asfixiar a las grandes empresas de energía es una ilusión. Shell y Exxon pagan los dividendos más grandes del mundo. Cada una reparte anualmente un monto equivalente al presupuesto del Ministerio de Educación chileno, casi US$15 mil millones. La gigante Saudí Aramco comprometió el ingente dividendo anual de US$75 mil millones en su inminente listado en bolsa, que la convertirá en la empresa más grande del mundo, con una capitalización entre US$1 y 2 billones.

Si el activismo ambientalista busca deprimir el valor de las acciones petroleras cercenando el espectro de inversionistas, sólo harán más barato sumarse al club de los que reciben esos jugosos dividendos que ya representan un 7% de retorno anual. Atractiva inversión para ahorrantes que buscan mejorar sus pensiones en un entorno de escuálidas tasas de interés.

El segundo punto es moral. Los más exaltados desestiman a Gates arguyendo que no entiende el objetivo: deslegitimar quitaría a las petroleras la licencia para operar bajo una imposición moral. Hay que ser cuidadosos. El coctel de masas animadas, temas notorios y políticamente correctos puede sacrificar lo razonable por lo popular, haciendo un flaco favor al bienestar social.

Esto conecta con la tercera razón, un baño de realismo. El petróleo, el gas natural y el carbón suplen cerca del 85% de las necesidades energéticas del mundo. Tocan prácticamente todo en nuestras vidas. La densidad energética de estos combustibles los ha hecho un componente inigualable para energizar el planeta. Sin embargo, su disponibilidad es finita. Tenemos petróleo y gas para 50 años más con las reservas conocidas y sabemos que en el largo plazo tendremos que suplirnos del sol, el viento y las mareas.

En el debate de cambio climático, algunos proponen imponer límites al consumo de combustibles fósiles. Sin embargo, desechar estos recursos de un día para otro, reemplazándolos aceleradamente por energías renovables, implica costos muy altos, cuya cuenta, al final y como siempre, recae en las personas. Así una sobre-reacción puede postergar ascensos en la calidad de vida de nuestra y la próxima generación.

En esta encrucijada se han entremezclado lo científico y lo político. Al fin y al cabo, toda distribución de recursos termina en política. Elocuente es ver cómo el mapa posiciona a los países en este debate global. Europa y China, principales precursores de la transición energética, acarrean los mayores déficits de energía. Ambos dependen del gas ruso y el petróleo saudí. Fuertes razones para acelerar la transición, mientras Estados Unidos logró un equilibrio energético, y en 2040 será el principal exportador de combustibles fósiles.

Si uno cambia la matriz energética, cambia el balance económico y político. Las energías renovables requerirán mayores extracciones de una serie de minerales escasos concentrados bajo influencia china. La transición energética requerirá metales raros, grafito, cobalto y litio. El gigante asiático alberga el 40% de las reservas de los primeros y el 25% del segundo. Luego, el 50% del cobalto se encuentra en el Congo, país que acaba de inaugurar un nuevo palacio del Congreso donado por Xi Jinping. Y el litio, bueno conocemos bien la historia con el embajador y los inversionistas chinos, pues aquí albergamos el 60% de las reservas.

Sin duda debemos proteger nuestro preciado planeta y a las personas que aquí habitamos. Por ello, hagamos del próximo COP25 una oportunidad de reflexión, perspectiva y propuestas concretas, ajeno a iniciativas con cero impacto, fanatismos irresponsables o refriegas políticas.

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