Economista y académico de la American University: "Hay cosas que sí puede abordar el gobierno, pero de ahí no vendrán las soluciones de fondo"
Para el economista experto en mercados emergentes, Arturo porzecanski, Chile debiera mirar cómo Estados unidos abordó las revueltas Tras la muerte de Martín Luther King. Para él lo fundamental es un cambio de actitud y modificar aquello que no funciona en un modelo, a su juicio, exitoso. Tampoco cree que chile vaya a desmejorar en el contexto internacional: "yo no perdería el sueño", dijo.
Desarrolló gran parte de su carrera en Wall Street, pero reconoce que su trabajo académico de los últimos años le ha ampliado la perspectiva. Voz autorizada en el análisis de América Latina, Arturo Porzecanski da cuenta de lo elitista del mundo bursátil y de la diversidad que se le ha presentado siendo académico de la American University. Es a partir de su conocimiento de estos dos mundos que ofrece, con "muchísima humildad", un análisis sobre el estallido social en Chile.
"Si voy a referirme intentaré hacer algún aporte mediante algunos paralelos que pudieran ser de interés", parte señalando el economista uruguayo, que recuerda lo que enfrentó a su arribo a Estados Unidos como fueron las grandes protestas tras la muerte de Martín Luther King. Desde su punto de vista, este hito puede mostrar una alternativa para que Chile transforme la crisis actual en una oportunidad, gracias al esfuerzo conjunto de la sociedad y no únicamente por acciones puntuales del gobierno.
¿Cuál es su percepción sobre la revuelta social que tiene lugar en Chile?
-Para mí fue una grandísima sorpresa. Chile no es un país perfecto, pero se ha visto tanto progreso... El otro día tuve que revisar datos para ofrecer un discurso sobre Uruguay, a propósito de sus elecciones, y me remonté a décadas atrás para poder explicar lo que ha cambiado en el país en relación a otras naciones de Latinoamérica. Sí se ven los datos de 1950, 1970 o 1980, Chile estaba muy lejos de ser uno de los países con ingreso per cápita más alto. En general eran Venezuela, Argentina, Uruguay, inclusive México los que figuraban. De ese grupo solo queda Uruguay, el resto dio dos pasos para atrás cada vez que daban uno para adelante, mientras que Chile marchó tres pasos hacia adelante, sin retroceder. Hubo mucho progreso en Chile, fue realmente sorprendente.
Cuando lo contactamos para esta entrevista usted sugirió leer sobre lo acontecido en EE.UU. tras la muerte de Martín Luther King. ¿Qué similitudes ve?
-Esa es una historia que tengo muy presente. Cuando llegué a Estados Unidos las cosas en Uruguay estaban muy mal, teníamos hiperinflación, guerrillas urbanas, recesión económica, huelgas constantemente. Me quedé en Estados Unidos, pero al poco tiempo, en el año 1968, las cosas se complicaron mucho. Mataron a Robert Kennedy, que se estaba candidateando a la presidencia, y estaba Vietnam, guerra secreta en la que se reclutaba más y más gente mientras volvían más y más cadáveres. En ese contexto, ya habían fuertes protestas en las comunidades afroamericanas, pero nada como lo que sucedió tras la muerte de Martin Luther King. Yo leía las noticias y realmente sentí que estaba saltando del sartén a las llamas. Eso puede recordarles a ustedes que incluso en Estados Unidos, hace 51 años, hubo una violencia que, guardando las proporciones, es comparable con lo que pasa en Chile. Allá hubo 40 muertos y el impacto psicológico fue muy similar. Lo que se hizo ante esa situación es lo que les puede servir de guía.
¿Cómo se atendió ese estallido en las grandes urbes estadounidenses?
-A los pocos días el Congreso aprobó una ley prohibiendo la discriminación en viviendas. Eso fue muy importante porque se estaban integrando las escuelas, pero en otras áreas, como la economía todavía faltaba concientizar mucho a la gente. También hubo cambios de actitud, como la del alcalde de Nueva York (John) Lindsay que, contra el consejo de sus asesores, fue a Harlem (barrio emblemático de la comunidad afroamericana) y en lugar de ser agredido, fue bien recibido, logrando calmar la situación.
Ello va más en la línea de las actitudes que de medidas concretas
-A veces las crisis son oportunidades y ciertamente la de 1968 en Estados Unidos fue interpretada de esa forma, más que una excusa para desatar venganzas. Por ejemplo, la policía -que siempre tuvo una relación tensa con las comunidades afroamericanas- comenzó a integrar más diversidad, incluso reclutando gente, mientras que se tomaron clases contra la discriminación y se dialogó más con la gente en los barrios. Algo así podría darse en Chile. Obviamente, hay ciertas cosas que tienen que pasar por el Congreso, pero hay muchas que los chilenos tienen que resolver en otro nivel, en su radio de acción. Hay cambios que no se pueden dar por decreto o por ley, ni tampoco basta con que suba esto y baje aquello.
¿Cuál fue el impacto en Estados Unidos de esta revuelta en términos sociales y económicos?
-El daño en EEUU fue profundo, a algunas ciudades les costó décadas reconstruir lo quemado y dañado; mejorar la reputación de alta criminalidad y de inseguridad pública; pero todo empieza con algunos pasos que se dan a diferentes niveles.
¿Cree que en Chile se han dado los primeros pasos para transformar la crisis en una oportunidad?
-Por lo que leo, sí. Con lo ocurrido en Chile se han concientizado empresarios, gente acaudalada y gobierno. Reconocieron que no habían entendido que todavía había gente que no se siente tan bien como quisiera estar, o que se sienten mal. Eso no se resuelve congelando la tarifa del metro. Acá, cuando alguna gente se entera que todo se detonó por el aumento de un 4% en el precio de la locomoción no comprende y le parece una exageración lo ocurrido, pero claramente eso detonó un estallido. De hecho, no fue lo que pasó inmediatamente después, sino el millón de personas que salió a las calles una semana más tarde. Fue eso lo que demostró que estaba pasando algo muy serio y no sería correcto reducirlo a lo del metro.
Pero es que las demandas son infinitas...
-Aquí hay cosas que no se resuelven con plata, eso es lo que hay que entender. Obviamente el dinero importa y se puede usar para generar más y mejores fuentes de trabajo, pero también se trata de que haya más oportunidades en la sociedad chilena, de manera tal que su situación no dependa de que haya ido a tal o cual colegio. Cualquier niño y, destaco o niña, debiese poder aspirar, sin importar clase social, color de su piel o cuán simple sea su apellido, a ser Presidente. En ese sentido yo considero importante ver lo que ocurrió en Estados Unidos. Las necesidades económicas de la comunidad afroamericana era monstruosas, pero no se resolvieron los grandes problemas con leyes y decretos, o aumentos por aquí y rebajas por allá. No. Lo que a mí me parece que hace muchísima falta es que todos los chilenos se sientan llamados a aportar, no depende solo del gobierno.
¿Qué rol tendría entonces el gobierno?
-Hay que entender que este gobierno no es el responsable de todos los problemas, ni tampoco podrá resolverlos todos. Este ha sido un llamado a tomar conciencia de que no todos se han beneficiado por igual, que una cosa es salir de la pobreza y otra cosa es estar sólidamente dentro de la clase media. Que una cosa es asistir a la escuela y otra cosa es sentirse llamado a integrar cualquier nivel de la sociedad y tener esa sensación de que hay movilidad social. Hay ciertas cosas que sí puede abordar el gobierno, pero de ahí no vienen las soluciones de fondo. La pobreza no se puede acabar por decreto. Es un momento de concientización social, donde el problema es de todos y la solución está entre todos. Los líderes comunales, los líderes empresariales... No es tan solo La Moneda.
¿El modelo económico en Chile requiere cambios estructurales o mejoras?
-Creo que reformando actitudes podemos mejorar el modelo. Hay que tener cuidado con pensar en una respuesta como la de Venezuela, porque si uno pone la redistribución del ingreso como el objetivo principal, se puede terminar sin ingresos. Si se pone (capturar) la riqueza como objetivo principal, finalmente te quedas sin la riqueza. Los ricos se van, siempre se pueden mudar a Miami, ahí están todos los ricos de Venezuela y de otros países, y los pobres se van quedando atrás.
¿Cuál sería la receta?
-Hay muchas cosas que se pueden hacer y se debieran hacer dentro del modelo. Aprendamos de Argentina, Venezuela, Perú y Brasil, y otros países que atacaron el modelo, se redistribuyó el ingreso de mejor forma, pero el ingreso se achicaba cada vez más porque entraron en procesos de recesión. Yo eso lo vi en Wall Street: cuando una empresa gana mucho dinero, hay grandes peleas sobre el reparto de la torta, pero es una torta gigantesca donde nadie se va a quedar sin un pedazo. También he visto cuando las empresas pierden dinero, se desangran, y entonces no hay torta para repartir, al contrario, hay desocupación, rebajas salariales y de otro tipo. Chile puede tener una sociedad más inclusiva y eso puede lograrse de una forma constructiva, cambiando las actitudes.
Las bajas pensiones han estado en el centro del debate y el "No + AFP" se ha escuchado en las propuestas. ¿Tampoco cree que haya que modificar ese sistema?
-No creo que haya que cambiar el ahorro privado, creo que el modelo es el adecuado. En ese sentido, no hay que matar a la gallina de los huevos de oro, pero sí se debe hacer una reforma constructiva al sistema. Si hace falta competencia para bajar el costo de la intermediación, entonces hay que introducir más competencia; si hace falta suplementar lo que uno recibe de la AFP, el Estado puede hacerlo.
¿De qué manera sin perfeccionar el sistema de capitalización individual?
-En Estados Unidos los pobres reciben una jubilación muy baja, pero ellos tienen suplementos con descuentos en farmacias, descuentos en alimentos. Hay diversos y otros programas que los ayudan para que no tengan que gastar sus recursos, que son limitados, en cosas que puede facilitar el Estado. El sistema de AFP debería convivir con programas que suplementen el ingreso, pero no es necesario destruir algo que funciona relativamente bien. Hace años que se sabía que no iba a alcanzar para toda la gente y hace mucho tiempo también se sabía que había un problema con las ganancias muy elevadas de quienes manejan estos fondos. Arreglemos lo que no funciona.
Tras las protestas y, sobre todo, tras la suspensión de la APEC y de la COP 25, se ha discutido por el deterioro de la imagen país de Chile. ¿Su percepción personal ha empeorado?
-Chile sigue siendo un país admirable por lo que han hecho, por el gran proceso que han tenido. Ahora bien, siempre se puede perfeccionar el modelo, siempre se pueden hacer reformas. Eso es así y se discutía antes y se va a discutir ahora con mayor fuerza. Por otra parte, Chile ha tenido suerte, por así decirlo, porque están pasando cosas sorprendentes en Lima, Quito, Hong Kong y París. Hay que tener en cuenta que incluso en Estados Unidos ahora hay candidatos que se ponen la camiseta del socialismo. Si acá donde escribimos el libro se puede tener ese debate, también puede tener lugar en Chile. Así que, en cierto sentido, no todos los ojos están puestos sobre Chile. Por lo tanto, yo no perdería el sueño preocupándome de que me van a bajar el grado de inversión, que fue lo que Sebastián Edwards dijo. Tampoco porque vayan a dejar de invitar al embajador en Estados Unidos a las cenas, porque eso no va a ocurrir.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.