¿Está preparado Chile para la nueva economía mundial?
Las claves del éxito de Chile en el comercio exterior y su inserción internacional en los pasados 30 años no son las claves del éxito para los próximos 30 años. Para promover nuestro crecimiento orientado a la exportación de bienes, hace más de 40 años, en un entorno político desafortunado, pero con una visión acertada, se decidió bajar unilateralmente los aranceles a las importaciones de bienes. El propósito era que nuestras empresas exportadoras pudiesen transformar esos insumos baratos en productos que conquistaran el mercado internacional. Lo hicieron muy bien.
Posteriormente, los acuerdos de libre comercio en los 90 y la década pasada profundizaron dicho proceso y hoy Chile tiene un promedio arancelario que apenas supera el 1%. No hay mucho más que hacer por ahí. Los desafíos para nuestras empresas para ser competitivas en el futuro viene por la adopción de las nuevas tecnologías, la robotización, el e-commerce, es decir, los nuevos canales digitales para llegar al consumidor, la transformación digital de sus procesos internos que requiere importantes inversiones para reemplazar a costos muy inferiores los caros sistemas legados (legacy) que todavía campean en las empresas. Nuestras empresas están atrasadas en este proceso y deben acelerar el tranco. Para ello, Chile requiere pavimentar la carretera digital (troncales de fibra óptica a lo largo de Chile, redes 5G para la última milla, cables submarinos de conexión internacional). Los nuevos desafíos dependerán de como tratamos los flujos digitales internacionales. La nueva apertura comercial para la inserción de Chile en la nueva economía no se encuentra en glosas arancelarias ni se trata de bienes. Se trata de la armonización de tributos internacionales a los servicios y a las remesas por el pago a dichos servicios. Los "aranceles" de hoy son el impuesto adicional a las remesas al exterior, pues encarecen los flujos de servicios que se requiere "importar" para modernizar nuestras empresas y que requieren nuestros consumidores.
Propongo bajar unilateralmente a cero el impuesto adicional a las remesas por el pago de servicios, regalías, asesorías y todo tipo de impuestos a las remesas por pagos al exterior; y convertir dichos servicios en hechos gravados con IVA en sustitución. Así, las empresas domésticas podrán importar estos servicios y descargar el IVA en sus ventas. Las empresas exportadores podrán solicitar la devolución del IVA por la parte que exporten, y todas las empresas podrán acceder a servicios digitales, plataformas, profesionales externos no residentes, publicidad digital, comisiones y cualquier sistema o software que viene del exterior.
El consumidor también debe poder acceder a todo tipo de sistemas, plataformas de video, de música, juegos, etc., sin estar en incumplimiento tributario como es el caso hoy. Estrictamente hablando, los chilenos debemos ir a Tesorería General de la República a pagar el impuesto adicional por nuestro pago a Netflix, Spotify, videos, y en general a todo tipo de servicios proveídos desde el exterior. No inventemos impuestos nuevos para gravar los flujos de servicios de la nueva economía, pues de ello depende nuestra inserción internacional en los próximos 30 años.
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