La columna de María Ana Matthias: “Enfrentemos la informalidad laboral con las herramientas correctas”
"Como sociedad, deberíamos aspirar a crear empleos de calidad y que permitan a las personas desplegarse en su vida personal y laboral; también, que el emprendimiento sea en sí mismo un objetivo, y no un medio para poder sobrellevar mejor la vida y sus exigencias".
El riesgo de vivir en piloto automático no solo afecta a las personas, sino también a las sociedades. Por eso es por lo que resulta tan acertado el tema central de la más reciente versión de Enade, “Contra Immobilis, Contra el Inmovilismo”, porque nos hizo reflexionar respecto de la necesidad que tenemos como país de vencer la inercia que suele dejarse caer en momentos de incertidumbre. Son esos períodos los que justamente más deberían invitarnos a buscar soluciones.
En dicho encuentro, Rodrigo Valdés entregó la visión que el FMI (Fondo Monetario Internacional) propone para que Chile pueda avanzar más decididamente hacia el desarrollo. Y entre los factores que enumeró –cómo no- están dos variables profundamente entrelazadas: incrementar la participación laboral femenina y reducir la informalidad.
¿Por qué están tan vinculadas? Chile exhibe una tasa de participación laboral femenina de solo 52,8% según el último informe del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), correspondiente a enero-marzo. Por otra parte, la informalidad laboral, en el mismo período, se ubicó en 28,1%, con más de 2,5 millones de personas en esa condición. Como ha sido una constante, la informalidad femenina es superior a la masculina.
Los perjuicios de este último fenómeno son claros. Hay un impacto directo en el sistema de pensiones, pues los trabajadores informales en general no cotizan; además, se asocia a empleos de menor calidad, a mayores dificultades para bancarizarse y para acceder al crédito, lo que limita su libertad económica.
Pero ¿Qué hay realmente detrás de esto? De acuerdo con el estudio “Gender gaps in labor informality: The motherhood effect”, el nacimiento del primer hijo aumenta en un 38% la informalidad femenina, mientras que no se observa cambio alguno en los padres. Por otra parte, nuestro reporte “Percepciones sobre el Emprendimiento”, que efectuamos este año con la colaboración de Coca-Cola y Criteria, da algunas luces al respecto. Por ejemplo, un 53% de las mujeres encuestadas percibe que en Chile se emprende porque dicha actividad permite compatibilizar el trabajo con las responsabilidades familiares y personales, versus un 31% en el caso de los hombres. Esto sugiere que ellas se sentirían menos cómodas en entornos laborales formales y consideran más factible conciliar estos aspectos al emprender por cuenta propia.
Las realidades, como vemos, son complejas, y cuando hablamos de reducir la informalidad, no podemos dejar de considerar algunas de las razones que se esconden detrás del fenómeno. Detengámonos entonces al lado del camino y diseñemos formas de enfrentarlas que se hagan cargo del ecosistema en el que nos desenvolvemos. Como sociedad, deberíamos aspirar a crear empleos de calidad y que permitan a las personas desplegarse en su vida personal y laboral; también, que el emprendimiento sea en sí mismo un objetivo, y no un medio para poder sobrellevar mejor la vida y sus exigencias. Como dijo Valdés en Enade, y como hemos dicho tantas organizaciones en innumerables ocasiones, políticas que reman en esa dirección, como la sala cuna universal, deberían estar en funcionamiento ya.
*La autora de la columna presidenta de la Red de Mujeres en Alta Dirección, Redmad.
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