Oportunidad para un salto
Por Pedro Pablo Errázuriz. Los ajustes y reformas implementados por las diferentes administraciones han corregido algunos de los defectos, pero con dificultad o poca flexibilidad, dados los diversos contratos que se firmaron para iniciar el Transantiago, más las restricciones de la ley.
El Transantiago cumple once años de vida este sábado 10 de febrero, luego de haber reemplazado a los históricos buses amarillos. Mucha agua ha pasado bajo el puente en poco más de una década de un sistema que prometía resolver los grandes problemas del transporte público de la capital, pero que desafortunadamente no logró cumplir las expectativas prometidas, generando problemas en los usuarios y en los tres gobiernos que sucedieron a su inauguración. Aspectos como la mala percepción del servicio, evasión (sobre 25%) y alto subsidio público (en 2017 recibió más de US$800 millones) son algunos de los puntos a considerar para evaluar su funcionamiento durante este tiempo.
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Los ajustes y reformas implementados por las diferentes administraciones han corregido algunos de los defectos, pero con dificultad o poca flexibilidad, dados los diversos contratos que se firmaron para iniciar el Transantiago, más las restricciones de la ley para, por ejemplo, abordar la evasión.
Creo que hemos repasado ampliamente las visiones respecto del nuevo proceso de licitación del Transantiago, expresando visiones muy disonantes entre expertos y autoridades, pero poco hemos tratado las posibilidades de nuevos contratos de gestión del medio de pago y servicios tecnológicos.
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Para el nuevo diseño de estos contratos es clave la transformación de la tarjeta BIP, un sistema que hace once años era innovador, comenzaba a dejar atrás a los históricos boletos, pero que hoy en día resulta obsoleto, inseguro y con limitaciones importantes para gestionar la tarificación completa, junto a una costosa red de recarga presencial.
El próximo sistema debería pasar por un mecanismo abierto, aprovechando tarjetas del sistema financiero, así como las de prepago, emitidas por entidades no bancarias, facilitando el pago del transporte y eliminando colas en los sitios de pago.
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La relación con el usuario también debería vivir un cambio, con una entrega de información en tiempo real, usando aplicaciones móviles (APP), que ayuden a los usuarios y mejoren su experiencia de viaje, incluyendo el pago.
En lo que se refiere a la operación del servicio, como el control de flota, debe haber una mejoría en la gestión inteligente en tiempo real, basada en la inmensa cantidad de datos que se generan en torno al transporte urbano. También debe sumarse la capacidad de predecir los flujos -como se hace en las aerolíneas-. Con este tipo de plataformas, se regula de mejor manera la oferta para la demanda.
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Además de la urgente renovación de buses, hay que seguir mejorando la infraestructura, con más zonas de pago, más vías exclusivas y más inversión en tecnología, como paraderos inteligentes para hacer de Santiago una smart city. Es importante destacar que a pesar de que Santiago comenzó primero, hoy vemos con alegría como muchas otras ciudades lograrán esta meta antes y mejor que nuestra capital.
Por último, es importante destacar la visión del Presidente Piñera, que plantea un plan de servicios de Metro que logrará que 50% de los usuarios estará a menos de 500 metros de una estación del tren metropolitano en un plazo de diez años; este trabajo debe comenzar a la brevedad, para lograr la meta y así tener un servicio que evite congestión, mejorando no sólo la experiencia de transporte, sino que la calidad de vida de millones de santiaguinos.
*El autor es ex ministro de Transportes y Telecomunicaciones y presidente de Everis Chile.
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