Beatriz Sarlo, intelectual argentina: "Pensé que el gobierno de Macri iba a ser mucho más eficaz"
De paso por Santiago, la intelectual argentina repasa la política de su país con miras a las elecciones de octubre. Dice que no leyó el libro de Cristina Fernández y que la sorprendió su última jugada política. "Todos estos movimientos han convertido la política argentina en una pista de patinaje sobre hielo", asegura Sarlo.
Hace unos días, Beatriz Sarlo se sentaba frente a su computador y escribía: "Por alguna razón que los historiadores averiguarán, los recuerdos más próximos parecen los más insustanciales. Por ejemplo, los discursos de Macri durante su campaña presidencial, cuando aseguraba que todos los problemas argentinos se solucionarían velozmente. Los problemas no se solucionaron, ni veloz ni lentamente".
Aquel texto se titularía "Mala memoria" y se publicó el domingo pasado, en el diario argentino Perfil, donde la ensayista -y crítica literaria- Beatriz Sarlo (1942) lleva una columna política desde hace ya un buen tiempo. Es el espacio en el que lee, semana a semana, la actualidad y desentraña los discursos que dominan la esfera pública argentina. Ha sido crítica del macrismo y fue -y sigue siendo- muy crítica del kirchnerismo, y desde ese lugar busca leer, entre líneas, los movimientos de un escenario político que, en este último tiempo, se ha modificado de forma frenética con miras a las próximas elecciones presidenciales de octubre.
—Es difícil estar al día. Yo estoy al día de manera permanente y, llegada la noche, a veces, ya estoy perdida, porque todo cambia de manera súbita en la política argentina -dice Beatriz Sarlo, sentada en el lobby de un hotel en Santiago, donde estuvo de paso esta semana para participar en un congreso organizado por el Centro Interdisciplinario de Estudios en Filosofía, Artes y Humanidades de la Universidad de Chile, el mismo que a inicios de año invitó a Judith Butler a nuestro país.
Esta vez, Sarlo dio una conferencia acerca de la importancia de la traducción en la constitución cultural de las nuevas repúblicas latinoamericanas, como Chile y Argentina, durante el siglo XIX. De la literatura a la política, de la política a la literatura. Ese es el camino que ha recorrido Sarlo, durante más de 40 años, con su escritura. Ella viene de los libros, pero su trayectoria se vio torcida muchas veces por la política. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires, pensaba que quizá lo suyo sería una vida académica, pero dos golpes de Estado en Argentina (en 1966 y 1974) iban a cortar ese camino -pues, como dice ella, en ese entonces "las universidades desaparecieron"-, por lo que la vida la llevaría a trabajar en oficios relacionados a la industria editorial y el periodismo. La vida impulsaría a que su escritura no se redujera, simplemente, al ámbito académico o literario. Basta mirar su bibliografía para comprobarlo: más de 20 libros en los que ha abordado temas tan diversos como Borges, las novelas sentimentales, la cultura de la memoria, el kirchnerismo, las vanguardias artísticas, los sentimientos y otras materias en las que ahondó siempre con una mirada lúcida y particular. Esa mirada y esa escritura la convirtieron en una de las intelectuales latinoamericanas más importantes de las últimas décadas, y en una voz que interviene constantemente en el debate público argentino.
¿Cómo cree que su formación (más cercana a la literatura y a la cultura) influye en la manera en que lee la política argentina? ¿Siente que la examina de manera distinta a como lo hacen otros columnistas y analistas políticos?
Creo que esa formación literaria influye de manera profunda en mi percepción de la política en este sentido: yo fui marcada por la lectura de (Roland) Barthes, la lectura barthesiana de la literatura, que es una lectura intensa, es decir, una lectura sobre fragmentos pequeños de textos y muy intensa. Y eso es lo que hago en política: son siempre lecturas intensas, donde la dimensión semántica es fundamental; no lo que el político quiere decir, sino el significado de lo que dijo (más allá de su intención), y que se descubre en una lectura intensa. Y lo otro importante, también, es que a mí ser mujer me favoreció, a diferencia de centenares de mujeres condenadas a un segundo lugar.
¿Cómo la favoreció?
El pequeño ámbito donde he vivido (universitario, político) no era machista. Nunca tuve una anécdota que pudiera contar, y por tanto tenía una igualdad completa, pero al mismo tiempo con esta pequeña originalidad que era ser mujer…
Ahora, esto que usted cuenta es indudablemente una excepcionalidad.
Por supuesto, es una excepcionalidad. En Argentina hay otra intelectual a quien esa originalidad le favoreció, que fue Victoria Ocampo. Ahora, son excepcionalidades que tienen que ver, entre muchas cosas, con ciertas trayectorias biográficas.
¿En qué sentido?
Mi trayectoria educativa de infancia y adolescencia marcó mucho mi independencia frente al mundo. Yo me crié entre mujeres, todas independientes. Mis tías eran todas maestras o directoras de escuela. Y si lo piensa, el prototipo de la mujer independiente en América Latina, sobre todo en Argentina, es la maestra: podía no casarse, tenía un salario, podía no tener hijos, porque tenía a todos los hijos del barrio, podía elegir. Yo me crié entre ese prototipo de mujeres independientes a las cuales ningún hombre les iba a indicar cómo se subrayaba el título en un cuaderno.
En su columna del domingo pasado en Perfil, Sarlo analizaba el nuevo escenario político que se planteó en Argentina a raíz de las próximas elecciones presidenciales del 27 de octubre. Los movimientos fueron tan frenéticos como inesperados. Desde el anuncio de Cristina Fernández de Kirchner de ir como vicepresidenta tras Alberto Fernández (quien fue su jefe de ministros por un tiempo y luego la criticó duramente), hasta la conformación de la lista del Presidente Macri, quien lleva como vicepresidente al senador peronista Miguel Ángel Pichetto, un hombre que alguna vez fue kirchnerista y antes menemista, y que ahora se sumó al macrismo. Y, entremedio, la opción de Alternativa Federal -la tercera vía, como la han denominado- que lideraba Sergio Massa fue perdiendo fuerza, pues se sumó a última hora a la fórmula Fernández-Fernández, abandonando la coalición.
Desde Chile se ve todo ese movimiento como algo muy sorprendente, pensando que aquí todo es menos frenético y más aburrido, en algún sentido.
¡Ya quisiera yo ese aburrimiento -dice Sarlo y se ríe.
Ahora, ¿desde allá también se ve como algo particular esta conformación de las candidaturas?
Creo que no nos llama tanto la atención, pero digamos que hemos entrado en un momento de degradación final de eso. Durante las últimas dos décadas estuvo de moda decir que la posmodernidad, que los partidos se licuaban, que la gente no quería partidos, etc. Ahora, los países que funcionan tienen partidos. Políticamente, Chile es previsible, Uruguay es previsible. Donde no tienen partidos sucede lo que ustedes han visto: esta especie de pista de patinaje sobre hielo donde los políticos han ido cambiando súbitamente, y las grandes ideas han desaparecido. Lo que tienes acá son organizaciones y políticos sin principios. Ahí ves a un político peronista que fue kirchnerista, que fue menemista, que fue todos los peronismos… Ahora es candidato a vicepresidente junto con Macri.
Sí, resulta un poco sorprendente.
Es increíble. Para un país normal es increíble. Yo creo que es un momento final de los partidos en Argentina, porque el hecho de que Pichetto sea candidato a vicepresidente con Macri es un golpe muy fuerte a cualquier posibilidad de reorganización del peronismo… Y ya sabemos lo que pasó con la Unión Cívica Radical, que se ofertó como una heroína trágica para que Macri saliera Presidente por miedo a Cristina, por miedo a una frase que el que la inventó es un talentoso publicitario: para que la Argentina se convirtiera en Venezuela… ¿Cuándo la Argentina iba a ser Venezuela, con miles de pequeñas y medianas empresas produciendo cosas con capacidad de exportación?
Aquí en Chile también circuló esa idea… Que si no salía Piñera, nos íbamos a convertir en Venezuela.
¿Pero cuándo Chile va a ser Venezuela? Un país jerárquico como Chile cuándo se va a convertir en Venezuela? Los riesgos de países como los nuestros es que se nos aparezca una dictadura como la de Pinochet y Videla, pero no populismos locos. Pero, además, somos países que tienen industria, que tienen exportación. Venezuela, además de petróleo, no exportó nunca nada en su vida, y las élites venezolanas no chavistas se rifaron la renta petrolera igual que se la rifaron Chávez y Maduro... o sea, de qué va. Esa frase que se inventa en la política contemporánea actual refleja la incapacidad que se tiene de analizar la realidad.
Argentina no se convirtió en Venezuela, pero sí están atravesando una crisis. ¿Cómo irá a influir eso en las elecciones?
Depende de cómo reaccionen las capas medias. Hay que ver la capacidad que tengan las capas medias de definir políticas, y cuánto han caído los sectores de las capas medias. No han caído todas: o sea, Ezeiza está lleno de miles de argentinos yéndose a no sé dónde de vacaciones, no sé si con los impuestos pagados, lo dudo, pero no han caído todas las capas medias, y ellas influirán.
¿Le sorprendió el movimiento político de Cristina Fernández de ir como vicepresidenta?
Fue muy inteligente. De esperarlo, no lo esperaba, pero lo que sí puedo decir es que Alberto Fernández es un político muy inteligente, y yo tengo conocimiento de que ya estaba en su cabeza hace varios meses, cuando no un año, volver a las tiendas de Cristina. Que decía, a quienes lo escuchaban, que ella había cambiado muchísimo, que era otra persona, y que uno debería ver si era realmente otra persona o no. Yo me abstuve de ir a ver, pero que él estaba convencido de eso, y no era un discurso cínico. Por tanto, la combinatoria que han elegido es inteligente en el sentido de que es: pongamos al carisma en segundo lugar, que de todas maneras el carisma vence todo.
Claro, como que igual ese carisma va a chorrear todo…
Es exactamente eso. Entonces, es una decisión muy inteligente. No se pierde nada del carisma, que está ahí intacto, quizá más intacto que nunca, y se dice: "Bueno, ella sabe renunciar al primer lugar, ella sabe correrse". Queda muy bien. Y él, bueno, quien siga sus intervenciones periodísticas, sabe que es alguien que no importa lo que dijo hace 10 años de Cristina, no importan las críticas, porque va a saber salir de esa situación. Es decir, yo creo que nadie resiste un archivo, es cierto. Pero tampoco ningún archivo resiste una desmentida. A mí la historia me prueba que ningún archivo puede resistir una desmentida. Entonces, Fernández va y desmiente, o corrige o explica y listo. La memoria de corto plazo es de corto plazo.
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A propósito, ¿leyó el libro de Cristina Fernández?
Leer, no… —dice y sonríe—, de leer no se puede leer. Lo tengo, lo he hojeado y es lo que se dice: ese libro fue grabado, entonces es toda su oralidad, pero sin su talento actoral. Y no le corrigieron algunas cuestiones del lenguaje cotidiano que por escrito son difíciles de soportar. Por ejemplo, viene contando un conflicto sucedido en casa de gobierno y dice: "Bueno, y así lo solucionamos". Punto. Signo de admiración: "¡Mamita!". Entonces, cuando uno llega a ese "mamita" queda temblando. O sea, a nadie se le ocurrió decirle: "Señora presidenta, mejor el 'mamita' lo sacamos, pertenece a un nivel de la oralidad que está muy por debajo de su alta oralidad"… Mamita… Y eso sucede unas dos o tres veces, y yo para protegerme preferí no seguir leyendo.
El Presidente Macri ha insistido mucho en estas últimas semanas de que "ya pasó la tormenta" y que el país se está "poniendo de pie". Usted ha sido muy crítica con su gobierno, ¿pero al inicio pensó que su mandato sería así?
Yo pensé que eran más eficaces. Que desde el punto del gran empresariado, ellos iban a ser más eficaces. No pensé que tuvieran un equipo tan improvisado. El verticalismo de Macri practicado en una empresa puede funcionar, pero en el gobierno, el verticalismo no funciona. Mi equivocación fue pensar que serían más eficaces. No pensé que iban a tener problemas en resolver escenarios menores, y los han tenido a raudales.
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