La mejor alumna de Obama
Esta semana la ex primera dama dio un paso gigante en sus aspiraciones de ser la nominada demócrata a la presidencia de EE.UU., Pero lo más sorprendente es que mucho de su éxito se lo debe al aprendizaje de quien fuera su enconado rival hace ocho años.
Es probable que la imagen que la mayoría de los dirigentes del Partido Demócrata tenían cuando diseñaron la campaña de primarias haya sido muy cercana a la que se dio el martes por la noche: Hillary Clinton con una postura triunfal, en un escenario en Miami, recibiendo un amplio respaldo en el "Súpermartes" —la jornada clave de la carrera interna de las colectividades— y con una posición expectante en las encuestas sobre el casi seguro aspirante de los republicanos. Aunque ese aspirante sea el impredecible e inclasificable Donald Trump, el plan original salió casi a la perfección.
Son el tipo de cosas que se dan por sentadas cuando resultan bien. Pero al frente, la misma carrera republicana es el ejemplo de cómo a veces nada sale como se planifica: si los líderes del partido establecieron un calendario a la medida de Jeb Bush y con el objetivo declarado de evitar la arremetida de outsiders, el descalabro ocurrió justo donde se pensó que el hermano menor de George W. Bush sellaría su favoritismo, en Carolina del Sur. Y Trump ayer fue el primer candidato en cumplir oficialmente con un requisito para ser el nominado, ganar al menos ocho estados.
Algo así pensaron también algunos de los analistas políticos estadounidenses sobre Hillary después de las dos primarias iniciales, en que su rival, Bernie Sanders, tuvo un desempeño mucho mejor que lo previsto y encendió el entusiasmo de sus seguidores. Incluso Clinton se encontró con un escenario inesperado: tener menos financiamiento que el senador, gracias a las donaciones de sus seguidores.
Sin embargo, si hay una primera conclusión que se puede sacar es que la ex primera dama aprendió de los errores de 2008. Aun cuando mantiene varias de las debilidades que la hicieron perder con Barack Obama —como aparecer demasiado forzada y poco cercana—, el haber aguantado la embestida de Sanders se debe en gran parte a las lecciones que aprendió desde un maestro inesperado: el propio presidente.
Uno de los aspectos más subestimados de la campaña de Obama en 2008 fue que, además de sus discursos inspiradores y su energía contagiosa, el entonces senador y su equipo diseñaron un metódico plan que apuntaba a conseguir la clave para ser nominado como el candidato demócrata: sumar delegados a través de un despliegue en terreno. Para eso, tomaron ventaja de la diversidad de reglas entre los estados y jugaron con inteligencia contra una campaña de Hillary que a veces veía sorprendida cómo, pese a ganar en un lugar, obtenía menos delegados que su contendor gracias a las matemáticas.
En 2016, Hillary tomó nota y construyó su campaña asumiendo que pasaría lo peor, que tendría en algún momento que enfrentar a un rival interno y que su fortaleza debía estar en terreno. Y pese a que nombró a un joven veterano de 2008 como su jefe de campaña, Robby Mook, lo hizo porque su gran mérito fue ser uno de los pocos que logró ganarle al equipo de Obama en un estado con el sistema de caucus, Nevada. Al mismo tiempo, varios puestos secundarios quedaron en manos de personeros que ocho años atrás compitieron junto al senador. Las heridas se han curado con el tiempo, y cercanos a Obama como su ex jefe de campaña David Plouffe y su ex escritor de discursos Jon Favreau han salido públicamente a argumentar por qué esta vez es el tiempo de Clinton. Muchas señales para no tener al menos una venia tácita desde la Casa Blanca.
La comunión entre Hillary y Obama se selló en las últimas semanas. Ella se ha declarado orgullosa de su gestión y heredera de su legado. Los votantes afroamericanos en los estados del sur le respondieron volcándose abrumadoramente a favor de ella, sobre todo considerando que Sanders no esconde sus dudas y reparos a la gestión del mandatario. Todo eso le ayudó a Clinton a encontrar un relato que no tenía, y que no habría imaginado ocho años atrás: que el hombre que la derrotó puede ser su clave para retornar, esta vez como presidenta, a la Casa Blanca.
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