Un año de daño

El provincial de los jesuitas en Chile, Cristián del Campo, dice que el 2015 ha sido uno de los años más difíciles de los que tenga memoria, donde la Iglesia ha quedado expuesta a sus propios errores y negligencias. Pese a todo, cree que de esto se puede sacar algo bueno.




Lo primero que hace el provincial de la Compañía de Jesús, Cristián del Campo, al hablar de la Iglesia en el 2015 es suspirar. Suspirar profundo y después agregar convencido que este es "uno de los años más difíciles de los que por lo menos yo tengo uso de razón. Siempre la gente mayor te dice 'bueno pero es que tú no viviste esa época donde las cosas también fueron muy difíciles', pero yo tengo la sensación de que este ha sido un año terrible".

Como provincial es el responsable último de las instituciones y obras de la Compañía y de sus 15 comunidades, con un total de 150 jesuitas. Reconoce que su mayor trabajo ha estado en animarlos y mantener su vitalidad apostólica "en un contexto eclesial más duro y desafiante".

—¿Annus horribilis?

—Annus horribilis. Y no es sólo por lo que ocurrió el 2015, sino que esto se destapa de manera muy fuerte en el año 2010 con todo el caso Karadima, y ahí viene una serie de hechos que van exponiendo a la Iglesia a sus propios errores, y también a nuestras propias negligencias. Partiendo porque a principio de año más o menos tuvimos lo del obispo Barros, que fue especialmente doloroso, y creo que fue un poco icónico de la situación muy difícil que la Iglesia está enfrentando.

—¿Cómo se explica ese nombramiento?

—A ver, Barros ya era obispo, yo creo que ese es un dato súper importante. Yo trato de ponerme en la cabeza del Papa: él ya era obispo, por lo tanto él podría haber dicho "por qué ahora explotó si él ya era obispo castrense". Segundo: "De Roma viene lo que a Roma va...". El Papa evidentemente no conoce a todos y cada uno de los obispos o de los potenciales obispos, sino que debe confiar en la información que se le entrega.

"Creo que la Iglesia debe ser humilde, capaz de reconocer sus errores y pedir perdón, poner la cara y seguir caminando. Eso quizás lo hemos hecho muy tímidamente, muy eufemísticamente"

Mi impresión es que el Papa al momento de tomar la decisión no debe haber tenido toda la información relevante. Tercer elemento: yo creo que el Papa en su cabeza funciona de la siguiente manera: si hay una denuncia, si hay algo evidentemente verosímil en el caso de Juan Barros, que se presente una denuncia y que se haga entonces un procedimiento, así como se ha hecho en otros casos. Mientras eso no ocurra, y eso lo ha expresado: "Yo no puedo actuar". Y otro elemento, que para el Papa es muy importante no ceder a las presiones, es decir, mantener la independencia de la Iglesia. Y creo que una cosa que no colaboró en un inicio fue la politización, especialmente de algunos grupos de diputados, políticos. En el razonamiento del Papa y de su círculo era cambiar de decisión, era ceder a una presión y eso ciertamente que no se quería hacer.

Ahora, yo creo que a diferencia de lo que supongo tiene que haber mirado el Papa, la grandísima mayoría de quienes se oponían al nombramiento de Juan Barros no era gente politizada, sino laicos de la diócesis. Yo tengo la impresión de que al Papa en algún minuto se le pudo haber transmitido que las fuerzas fundamentales eran fuerzas politizadas: si esa es la información que le llegó, él puede haber actuado de esa manera.

Lamentablemente en esto, y creo que es algo que al Papa le interesa reformar en el largo plazo, hoy los obispos locales, las conferencias locales no tienen una participación más relevante en el nombramiento del obispo, y en este caso varios obispos y arzobispos hicieron llegar sus opiniones contrarias por la situación que se vivía, por lo inadecuado del nombramiento, pero eso no fue escuchado. La información que llegó a Roma le bajó el perfil a lo grave de la situación, y yo creo que lo hemos estado pagando durante todo este año.

—¿Qué sintió al escuchar al Papa decir que la gente de Osorno protesta porque es tonta?

—A mí me dolió. Sabiendo que es una conversación de pasillo, pero me dolió escucharlo. Yo creo que se equivocó en lo que dijo, y para mí ratifica que la información que él tiene, por la cual hace un juicio, a mi modo de ver, desmedido e injusto, no es información de verdad. No es información completa. Y hace entonces que el Papa tenga una perspectiva de que la gente estaría siendo engañada o manipulada, y esa no es la verdad. La inmensa mayoría lo ha hecho de manera madura, como un laicado que asume verdaderamente su rol en la Iglesia, su adultez en la Iglesia, y que expresa en su enorme mayoría las cosas como se deben expresar, por los canales que se deben expresar, y yo creo que se han sentido poco escuchados.

—Y poco después se conoció el intercambio de mails entre los cardenales Ezzati y Errázuriz en que buscaban evitar que Felipe Berríos fuera nombrado capellán de La Moneda y que Juan Carlos Cruz formara parte de una comisión pontificia sobre abusos sexuales...

—¡Uf...! Bueno, primero, para serte súper franco, me impactó que se hicieran públicos correos privados. Yo mismo me sentí vulnerable en ese minuto. Pero obviamente hay cosas que allí están dichas que a mí no me parecen, ni respecto de la participación de Juan Carlos Cruz ni tampoco respecto de Felipe. Son tristes las dos cosas. Son tristes ciertas palabras con las que se refirieron a estas personas, pero también es triste que cuestiones privadas se conozcan públicamente. Fue duro verlo y fue duro porque era pocos días antes del Tedeum, que se supone que justamente es una invitación a la comunidad a rezar por Chile, a dar gracias, y fue complicado.

A pesar de todas las diferencias que uno puede tener, yo estuve en el Te Deum. Me parece que tenemos que ser capaces de superar esos momentos difíciles también... pero claro, esa fue una de las guindas de la torta. El 2015 fue un año muy complicado, muy complicado.

—¿Las peticiones de perdón que ha hecho la Iglesia han sido suficientes?

—Difícil decirlo porque en los casos de abuso las experiencias traumáticas son vividas por las personas de manera bien distinta. Uno tiene que pedir perdón abiertamente, sabiendo que ese perdón puede no ser acogido, pero lo que no puede faltar es pedirlo en la medida en que sinceramente consideremos que nos hemos equivocado. Yo creo que la Iglesia hoy tiene una conciencia mucho mayor de los enormes errores que ha cometido. Y debe ser no sólo una Iglesia misericordiosa, sino una Iglesia humilde, que es capaz de reconocer sus errores y pedir perdón, poner la cara y seguir caminando. Eso quizás lo hemos hecho muy tímidamente, muy eufemísticamente, muy tibiamente.

—Las encuestas muestran claramente una pérdida de respaldo hacia la Iglesia, ¿pero qué dice el contacto cara a cara con los católicos en la vida cotidiana?

—A mí me dice que la decepción y el descrédito es real, y cualquier intento de tapar el sol con un dedo, y de negar eso, o relativizar eso, o aminorar eso, es escapar a la realidad. Es verdad: hoy los curas tenemos menos credibilidad, y yo creo que eso es merecido por las acciones de algunos, y también por los malos modos de enfrentar esas situaciones de parte de quienes han tenido autoridad. Ahora, también es verdad que hay algunos grupos que todavía quieren negar: "Esto es pasajero, son algunos no más...". Yo creo que eso tampoco nos hace mucho bien, y no creo que contribuya a lo que la Iglesia debe hacer, que es ocupar esta crisis como una gran oportunidad de purificación, y de ser una Iglesia con menos poder, con menos números, más sencilla.

Ahora, también es verdad que hay una Iglesia que sigue funcionando y que sigue dando vida en los lugares más insólitos del país, especialmente en lugares sencillos. Esta crisis ha llegado y permeado a todos, pero en los estratos populares todavía hay una Iglesia con fuerza, que sigue confiando, a pesar de que también ha recibido esta crisis, pero yo creo que en general hay una Iglesia que sigue viva, más oculta, más anónima, pero que sigue viva. Puede ser que nosotros perdamos de vista que la Iglesia es muchísimo más grande —gracias a Dios— que los curas y los obispos.

—Chile era una especie de rareza con esa tremenda influencia de la Iglesia...

—La Iglesia de Latinoamérica siempre ha tenido niveles de influencia, pero nunca como los que tuvo en Chile y los tuvo porque las opciones que tomó fueron opciones muy audaces y fueron las opciones correctas. Fueron muy audaces porque encontraron muchísima resistencia, pero también es verdad que , yo supongo, a muchos obispos, obvio que también les frustra que lo único que aparezcan sean nuestros problemas. Está muy bien que eso salga a la luz, porque tenemos que ser capaces de dar cuenta de las cosas que hacemos, pero hay tantas cosas que todos los días se hacen... Por ejemplo en educación, la cantidad enorme de instituciones llevadas por pequeñas congregaciones religiosas en los lugares más insólitos, lugares de acogida de menores, todo el trabajo que estamos haciendo ahora con migrantes, esa Iglesia sigue viva. Es una Iglesia herida, que está a veces medio cojeando, pero sigue caminando.

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