14 escritores narran la crisis como una ficción

Se cumplen tres semanas desde que estalló el malestar, las manifestaciones, la violencia en Santiago y otras ciudades de Chile. Desde entonces, la realidad se ha transformado en insumo inevitable: la actualidad, la contingencia, parecen llenar todos los espacios de la vida cotidiana. ¿Y si uno escribe los hechos de otra manera? ¿Qué pasa si uno toma lo que ha ocurrido en estos 22 días y lo convierte en ficción? Le propusimos ese ejercicio a un grupo de escritores nacionales: que crearan un microcuento o un poema -dependiendo del oficio de cada uno- en lo más cercano a 100 palabras. Este fue el resultado.


Regreso a casa

Por Constanza Gutiérrez*

Termina el día, por fin me llevan a casa. Pienso en mi hermano, en cómo se estará riendo ahora. No tienes idea de esto, José, no tienes cómo saberlo. Quisieras haber sido tú el que está en mi lugar y sufrir como yo ahora, pero solo puedes reírte viendo la tele y ese es tu mayor pesar y mi única alegría.

Se han organizado contra mí y están por todas partes, incluso en La Moneda. ¿Es esto lo que querías para mí, Señor? En casa, lejos del mundanal ruido, solo estamos Dios y yo, y si es que hubiese que perdonarme algo, estoy seguro de que me perdona. Pero, ¿seré yo capaz de perdonarlo a él? Es tanto lo que he dado y tan poco lo que recibo, Señor.

*Escritora. Autora de "Incompetentes" y "Terriers".

Escuadrón octubre

Por Francisco Ortega*

A cinco aumentan el número de parlamentarios "aseados" por El Escuadrón Octubre en lo que va del año. Dos más que a la misma fecha durante el 2022. El grupo de enmascarados, inspirados en la revolución de Octubre de 2019 y en la consigna de que si no hay justicia hay funa, se han empeñado en limpiar al país de autoridades y figuras públicas "sucias", vinculadas con el narcotráfico, difusión de noticias falsas o asociaciones ilícitas con empresarios y multinacionales; siempre con el mismo método: el "aseo". Secuestro, tatuaje de la palabra cerdo en la espalda y el pecho para luego abandonar desnudos y amarrados en un lugar público a hora punta. A pesar de los esfuerzos de carabineros y gobierno, el número de simpatizantes de Escuadrón Octubre sube en cada acción. "Si no hay nueva constitución, hay aseo popular", escriben en redes sociales.

*Periodista y escritor. Su último libro es "El cáliz secreto".

Ángeles custodios

Por Patricio Jara*

Iban a juntarse a los pies del edificio de Telefónica. Ella venía desde República. Él bajó Providencia y llegó primero. En la espera, la marea humana lo llevó hasta el Vaticano Chico, mientras a ella una lacrimógena le llenaba la cara de humo en Vicuña Mackenna. Afirmar que perdieron las esperanzas de encontrarse sería mentir. Se buscaron en la masa. Nunca pensaron que hacían el ridículo. Una hora después, frente a la iglesia, ella lo vio y corrió a abrazarlo. Él tenía una polera que decía Entombed, vieja, con hoyos. La de ella estaba mojada y decía Discharge con cinco policías pateando a alguien en el suelo. La señora que vendía agua en una banca no supo qué pensar mientras ellos se tapaban a besos.

*Novelista y profesor de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile.

Estallido

Por María José Viera-Gallo*

Mi analista y su pregunta. Quiere saber qué he sentido desde que empezó el estallido. Lo de estallido se lo robé sin querer a la televisión. Lo prefiero a crisis. Crisis es sólo una espinilla sin reventar. Tendida en el diván pienso que la vida se vuelve real cuando algo estalla. No hay nada más real que el miedo: una patrulla militar camina por la calle donde vivo y deseo huir. O el fuego. Antes todo era más o menos ficción. La gente hablaba de Netflix. Otros se suicidaban en la línea del metro o en el mall. Vi brotar la rabia una mañana de septiembre en un liceo polivalente de Macul. Los alumnos, hijos de obreros, feriantes, empleadas domésticas, me decían que estaban hartos. El sistema los había engañado y luego abandonado. Sus ojos no mentían. Volví al diván a hablar de mis privilegiadas dolencias. Después todo estalló.

*Escritora y periodista, autora de las novelas "Verano robado" y "Memory Motel", y de los relatos "Cosas que nunca te dije".

Chaleco

Por Paula Ilabaca*

La marcha los reunió. Caminaron juntos, conversaron horas. Arrancaron del chorro de agua, se fueron a una plaza. Tenían roja aún la mirada, se acercaron, se besaron, entrelazaron sus manos, comieron un paquete de galletas que uno de ellos guardaba en su mochila. Rieron de un transeúnte que los miró feo por su bandera, rieron de cosas que aparecían en la conversa y los unían más. Uno pensó en pedirle el wassap, el otro se lo dio sin que le hubieran preguntado. Se dijeron que ya era de madrugada. Tendrían que irse. Se separaron en un paradero. El que partió caminando dejó al descubierto algo relevante: había mencionado que no tenía auto ni bicicleta, pero de su mochila se asomaba un chaleco amarillo. El que se quedó en el paradero sintió que se le destruía el corazón, que su país cabía entero en él. Tomó su celular, bloqueó el número del que se había ido. La noche se volvió amarga.

* Escritora y profesora. Autora de "La regla de los nueve" y "Penínsulas".

Los cuerpos, las llamas

Por Claudia Apablaza*

De un momento a otro quedó todo a oscuras. Hubo un corte de luz. No se podía respirar bien. Comenzó a salir un humo que colapsó el recinto. No había aire. Se comenzaron a ver las llamas, sólo las llamas y el reflejo de los que corrían. Naranjas al principio, luego azul, rojas. Intensas. Algunos no podíamos movernos. Alguien oponía resistencia, no podía caminar, ni menos correr, no podíamos dar ni un paso, no había aire, alguien me empujaba más hacia adentro, para que cayera, huyó, caímos, las llamas se acercaban, otras siluetas, pedazos, las llamas más cerca, un ruido fuerte, un disparo, otro, el humo.

*Escritora y coordinadora de la editorial Los Libros de La Mujer Rota.

La plaza

Por Rafael Gumucio*

Eran un millón al principio. Pero al verlos en televisión y en las redes sociales otro millón más se plegó. Otros dos millones más los siguieron hasta la plaza donde los seis millones de habitantes de la ciudad celebraron juntos la tarde interminable.

De pronto se les ocurrió que tenían que volver a casa. Pero sus casas quedaban en distintas direcciones así que sus cuerpos se interponían, impidiéndoles avanzar. Después de forcejear hasta medianoche decidieron quedarse ahí a ver si se despejaba en la mañana.

Habitantes de del sur, de norte y de la costa aprovecharon para ocupar sus lugares en las casas que dejaron vacías de la periferia. Pero los tambores los llamaron y se sumaron también a la marcha en que todos los habitantes del país, unidos, siguen esperando que se despeje el camino hacia unas casas de las que no recuerdan la dirección.

*Escritor y académico UDP. Autor de novelas como "El galán imperfecto" y ensayos como "¿Por qué soy católico?".

Daño colateral

Por Carmen Gloria López*

Eran miles, cubrieron el horizonte. Llevaban cacerolas y carteles. Reían y bailaban. Aunque solo puedo ver, entendí que luchaban por los que tenemos poco. Se encaramaban sobre mi general con banderas nuevas, pedían justicia. Mi padre decía que los pobres no le importan a nadie. Estaba equivocado ¡me sentí tan feliz! Hasta que vi a otros soldados apuntar y lanzar bombas. A dos mujeres les dispararon en los ojos, más lejos apalearon a otros. Y un día, los mismos que cantaban, me pusieron una soga al cuello, quise gritarles que yo era un pelado raso de la guerra del Pacífico, un soldado anónimo. No pude. Jalaron hasta liberarme de mi puesto de guardia, lo que me alegró, pero caí de cabeza en la fuente y después me patearon en el suelo. Ya no escucho nada, creo que al fin he muerto.

*Periodista, guionista y escritora. Su última novela es "La venganza de las cautivas".

Amagues

Por Roberto Meléndez*

Fui a quedarme con mi vieja esa noche, ella no quería estar sola. Al poco rato de haber llegado, comenzaron a gritar desde afuera: ¡¡¡Saqueo!!! ¡¡¡Saqueo!!!

Inmediatamente, salí al pasaje y junto a otros vecinos caminamos a la avenida principal donde, en realidad, no pasaba gran cosa. Aún así, nos quedamos vigilando.

Habían pasado años desde la última vez que nos miramos las caras. El Rucio estaba igual, el Gabriel completamente pelado, al Morocha se le había muerto una hija y yo no sabía.

Los puchos no engañaban al frío y ninguno quería irse; capaz por cautos; no tengo dudas que por gusto. El Rucio fue a la basura y encontró una botella de plástico con la que nos pusimos a jugar. Volvimos a disfrazarnos de nosotros mismos hasta que el Morocha vociferó "¡AUTOOO!". Y en vez de detenernos y dejar pasar al auto, comenzamos a correr a nuestras casas, llenos de risa y de miedo, amagando encima del toque de queda y al auto de carabineros que nos perseguía.

*Escritor. Autor de la saga "Barrio Bravo", cuya última entrega fue "Las gambetas de la vida".

Invierno

Por Elvira Hernández*

No es la helada cuchillada del viento

ni la peladura años días

lo que vuelve insensible.

Los ojos amarillos del poder

encienden las ventanas. Vigilan

en la noche palaciega.

En la Recta Bulnes los goterones

de carpas las movilizadas fogatas

no fenecidas en la escarcha.

En medio no media la bandera incolora.

Ruinas ralean.

La lluvia diluye coágulos envoltorios.

Separa el arrasador río Pathos

que antes se llamó Piuke

que bajo cuerda lo dragan como Money.

El Puente Empathizacion tiene sentido único:

nadie quiere cruzar pagar el Pathos

nadie quiere pasar esa prueba

la evidente herida:

Nadie tiene demasiada tradición engaño a cuesta

no calza con Muchos los sacrificados

no pega con Pocos los nombres y el tachón.

El tiempo sigue hoja a hoja

la inflamación y el desfogue.

*Poetisa, ensayista y crítica literaria. Entre sus libros está "Pájaros desde mi ventana".

Una ilusión

Por Francisca Feuerhake*

En la protesta crucé infinitos brazos, rocé un millón de muslos. Los llevé conmigo y los vestí. Tuve mil tatuajes. La sangre que manó de la boca de uno que no era yo, pero podría haberlo sido, se metió en mi escote. La gota resbaló hasta mi ombligo, donde un niño asustado buscaba a su mamá. Saboreé mis lágrimas, que tenían la misma sal que las suyas. Con mis dedos unidos atrapé el sudor de un hombro y lo mezclé con mi perfume. Un tambor trepidante me sacó la ropa. Me meció, convulsa, un espasmo. Las pieles, como las gotas de agua cuando chocan, se rompieron. Y no sentí miedo de tocar. Sentí calor.

*Escritora. Autora de "Nenúfar" y "Tres semanas".

Eclipse

Por Andrea Jeftanovic*

Del eclipse recuerdo una franja de luz, un cuerpo que se superponía a otro. A continuación, una oscuridad total y un silencio inquietante.

Durante eclipse seguimos la orden "No mirar el sol a través de una cámara, teléfono, binocular, telescopio o cualquier otro dispositivo óptico sin que tenga un filtro solar certificado para este uso".

Pero Natalia no miró al sol, miró la calle, luego la avenida, miro cómo se hacían cuerpos las palabras que teníamos atoradas en la garganta.

Miró una pancarta y otra: leyó en voz alta algunas pero cuando quiso mirar una pared todo se fundió a negro.

Del eclipse conservé la frase "cuidar que los niños utilicen de buena forma la protección ocular y siempre bajo la supervisión de un adulto".

Pero fue un adulto el que estalló un ojo joven, y luego otro, hasta sumar 147.

Los científicos dijeron que durante el eclipse no veríamos nada durante 1 minuto y 52 segundos pero seguimos a tientas y Natalia lleva 18 días, nueve horas y 39 minutos a oscuras pero con un ruido inquietante.

*Narradora y ensayista. Entre sus libros están "Geografía de la lengua" y "Hablan los hijos".

Mudanza en tiempos de revolución

Por Marcelo Mellado*

Hice un flete a Santiago en plena insurrección. Le había llevado un éclair de la Stefani, que a pesar del saqueo generalizado permanecía abierta. Debía convencerla de que no era la ocasión más propicia para una mudanza. La operación parecía simple, bajar muebles de un décimo piso y volver rápidamente un domingo por la mañana. La operación se había dilatado demasiado. ¿Justo ahora cuándo el país arde? Nunca más permitiré que la calle me arruine la vida doméstica, respondió tajante, mientras cruzábamos restos humeantes de barricadas en la camioneta que me prestó mi tío Federico.

 *Escritor y columnista. Entre sus novelas más conocidas está "Informe Tapia".

Una teoría para salir de la superficie

Por Sergio Gómez*

Una inmunda rata de alcantarillas, furiosa, salió a la superficie de la calle, quería hacerse escuchar. Ya basta, pensó, de vivir en la oscuridad de la cloaca, oliendo pésimo, comiendo solo basura. Las ratas de cloaca tenemos derechos, dijo. También lo decía escrito en un cartelito que llevaba para protestar. Las inmundas ratas de cloacas queremos expresarnos, eso también decía. Arriba, en la calle, estaba lleno de gente. Encontró otras ratas de cloacas que protestaban y a gatos de salón, en realidad todo tipo de animales y personas pidiendo lo mismo. Entonces se dio cuenta que la cloaca era el problema.

*Columnista, editor y escritor. Autor de la serie del detective adolescente Quique Hache.

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