A un mes del estallido social, ¿qué ha pasado con mis emociones?
A un mes de iniciada la crisis que afecta al país, hay signos de una repercusión en el estado emocional y anímico de los chilenos. Lo ven los sicólogos y siquiatras en sus consultas. Lo sienten los ciudadanos, de manera transversal. Se lee en las redes sociales. Hay mayor angustia, estrés, miedo. Es común dormir mal, sentirse irritables, andar ansiosos. Aquí, 6 testimonios del estallido emocional que se vive por estos días.
José Mardones
30 años, Plaza Italia
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Fotografía: Javiera Gandarillas[/caption]
Hace cuatro años vivo en Plaza Italia, en los edificios amarillos que están sobre el Teatro de la Universidad de Chile. Mi situación no es como las de habitantes de otras comunas, donde no estaban acostumbrados a ser puntos neurálgicos de las protestas. Yo me vine a vivir acá sabiendo que tenía que soportar todo lo que pasara en la plaza. El rollo es que jamás pensé que vendría algo como lo de estos días.
He pasado por muchas emociones. Al principio estaba muy ansioso; y eso ha ido mutando. A veces estoy enrabiado, a veces más optimista. Otras veces necesito salir de acá, porque la sensación de estar atrapado me agobia. Me preocupa que acá vivan familias y adultos mayores, y que si abres las ventanas se les mete todo el gas y no tienen dónde ir.
Durante este mes me cambió totalmente la rutina. Es recurrente que amigos que vienen a las marchas me pidan el baño; otros, que almorcemos juntos. Pero también ha habido un cambio en mi día a día, porque tengo nula capacidad de concentración. Yo trabajo cerca, entonces nunca me alejo del perímetro, y eso se siente como un loop en el que estoy atrapado.
He estado optimista y feliz, pero también he pasado por etapas en que estoy súper irritable y no quiero ver a nadie. Hace unos días me fui a Viña del Mar, donde mi polola, y fue bueno porque pude salir de todo esto y volver más relajado. Era necesario. Ya estaba medio vuelto loco, no sabía cómo manejar la situación. Cuando volví empecé a concentrarme más. Ahora lo sobrellevo mejor, pero igual me siento estresado.
Lo que más me ha costado últimamente es dormir. Me pongo muy ansioso mirando cosas, videos, y lo paso mal. Creo que la salud mental de los chilenos se ve afectada con esto. Uno dice que está todo bien y que puede hacer su vida normal, pero no se da cuenta de que está afectado. Emocionalmente estoy cansado, frustrado, enrabiado. Lo que rescato, además de la unión de la gente, es que como comunidad nos estamos cuidando más y nos estamos preocupando más por los otros".
Catalina Rojas
34 años, Plaza Ñuñoa
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Fotografía: Javiera Gandarillas[/caption]
No importa de dónde seas, esto nos está afectando a todos y lo veo en las calles, en las redes sociales, donde uno vaya e interactúe con gente. Vivo en Plaza Ñuñoa y los primeros días bajé a las actividades culturales que se realizaron. Fui con mi marido y mi hija de un año a cacerolear y mostrar mi apoyo al movimiento. Pero a medida que fueron pasando los días, sin que decayera mi apoyo, empecé a experimentar mucha angustia.
Mi miedo y angustia se agudizaron cuando decretaron toque de queda. Nunca pensé que viviría algo así, pero también me asustaba que la gente se quedara caceroleando en la plaza. Me preocupaba que les pasara algo.
La primera noche hubo gritos, balazos, bombazos, explosiones, olor a lacrimógena; y mi guagua dormía a saltos. Eso se ha extendido todo este mes. El ruido y el humo ya son una constante en las vidas de quienes vivimos aquí. Jamás se descansa.
En estos días he estado muy ansiosa. También me he sentido más irritable. Hay noches en que he pensado por qué las protestas tienen que ser aquí siempre, pero entiendo que Plaza Ñuñoa siempre ha sido un lugar que une a la gente.
Toda esta situación nos ha pasado la cuenta a mi marido y a mí. Lo vemos en que no tenemos la energía de antes y vivimos angustiados por lo que le pueda pasar a la gente que está abajo protestando hasta tarde. Desde que esto empezó, mi marido no se duerme hasta que se va la última persona de la plaza.
Mi caso no es el peor y lo sé. Pero es inevitable sentir angustia y miedo estos días; eso trasciende el lugar en que vives. La vida de todos cambió y ya nada es como antes. Es otro Chile, y mi sensación es que no hay nadie que pueda estar bien con todo esto que pasa. Aunque igual ha habido cosas lindas: la unión de la gente y la sensación de comunidad.
No tengo dudas de que la salud mental de los chilenos se convertirá en un tema muy importante y que habrá que abordar urgentemente cuando -ojalá muy pronto- esta crisis se solucione y las cosas se calmen".
Carolina Brown
34 años, Providencia
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Fotografía: Javiera Gandarillas[/caption]
La calidad de mi sueño es mala, ando cansada y me dan calambres en las piernas todos los días. Sé que hay gente que se ha visto muchísimo más afectada que yo, incluso mis vecinos, pero a la vez siento que es importante hablar sobre cómo este proceso afecta la salud mental de las personas.
Soy escritora y estudié en Juan Gómez Millas, una facultad súper movida, entonces para mí las marchas, la represión policial o los desmanes que ocurren a veces en las protestas no son nada nuevo. Pero hoy hay un componente distinto: estoy impactada y horrorizada con el nivel de violencia que he visto tanto en Plaza Italia como donde vivo, en La Concepción con Providencia. Jamás había presenciado algo así.
La primera semana fui todos los días a Plaza Italia y Plaza Ñuñoa con amigos, con vecinos, con colegas para hacer comunidad y estar ahí. Pero con el correr de las semanas, empecé a dormir muy mal, empecé a soñar con las protestas, siento el helicóptero encima de mí todas las noches. Empecé con bruxismo. Hoy me despierto agarrotada. He dormido tan mal este mes, que tengo súper baja concentración y baja memoria. Ando cansada y desanimada. En general hago harto deporte, pero ya ni ganas tengo de hacerlo.
Me empezó a dar miedo salir en la noche sola. Eso no me había pasado nunca y hoy ando mirando por encima del hombro. Otra cosa que me ha afectado mucho es el ruido. Se sienten balazos, gritos… como que está pasando algo apocalíptico afuera. Y generalmente son cosas que ni siquiera puedo ver por mi ventana. Es una sensación de que esto nunca se acaba. Es una situación constante adentro y afuera. Es como estar en una realidad enrarecida.
Una noche de toque de queda los militares se metieron a los jardines de mi edificio y fue impresionante. Perseguían a un chico que iba caceroleando. Ver cómo toda la comunidad nos unimos gritándoles fue desolador. Desde esa noche quedé aún más afectada. La única alegría, quizá, es que entre los vecinos nos hemos apoyado y nos hemos visto las caras entre personas que antes nunca nos habíamos mirado".
Sebastián Fuentes Grancelli
25 años, San Bernardo
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Fotografía: Javiera Gandarillas[/caption]
Soy de San Bernardo, que preferentemente es comuna dormitorio, donde la gran mayoría de los habitantes trabajan en el centro de Santiago o en el sector oriente de la capital. Es una comuna con mucha desigualdad. Hay lugares donde vive gente con muchos más ingresos; y están las poblaciones. Yo vengo de una de ellas, muy antigua. Donde vivo, la sensación es de rabia e impotencia. Por todo lo que ha pasado, claro; pero esto viene de antes: somos una comuna con gran cantidad de habitantes y con la peor calidad de transporte en la ciudad.
La frustración la empecé a ver hace un tiempo y ahora creo que es a diario. Pero también he visto que poblaciones que antes no se podían ver, hoy están juntas y compartiendo. Salen a la calle, se organizan, he visto movimientos para realizar cabildos, actos culturales en la plaza y hasta gente participando en cosas con sus abuelos. Es increíble que después de 25 años viviendo acá, por fin veo una organización de la comunidad, y eso me alegra.
Fue fuerte ver salir a los militares a la calle. A mí me dejó mal. Hace un tiempo yo había iniciado una terapia con sicóloga. Muchas de mis consultas tenían que ver con mi contexto social: que todos los días tenga que viajar cerca de cuatro horas para ir a trabajar o que estoy endeudado con el CAE. Lo que sentimos hoy viene desde antes.
¿Elegir un solo sentimiento para traducir todo lo que está pasando ahora? En lo particular no sería miedo, aunque, por cierto, mi mayor miedo es salir dañado o lesionado por las fuerzas de orden. También me da miedo que le pase algo a alguien que quiero. Pero hoy lo que más siento es esperanza. Como habitante de San Bernardo, tengo la esperanza de que las cosas cambien y mejoren para nosotros, y también esperanza en que todo Chile pueda aprovechar esto. Es finalmente lo que todos queremos".
Margarita Pedreros
30 años, Lo Hermida, Peñalolén
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Fotografía: Javiera Gandarillas[/caption]
Estoy donde las papas queman, en Lo Hermida, una cuadra más arriba de la comisaría. Vivo con mi mamá, mis hijos y mi marido, y todos los días tenemos un helicóptero que pasa por encima de las casas. Pasa tan cerca, que cuando se detiene arriba nos ha botado vasos y hasta cuadros de las murallas. El ruido me tiene mal. Lo siento a las tres o cuatro de la mañana y no podemos quedarnos dormidos. Esto ha afectado nuestro sueño y nuestro día a día.
En mi casa todos tenemos susto. Por los ruidos, por las bombas lacrimógenas, por todo lo que ocurre. Mi mamá tiene recuerdos de la dictadura y está aterrada. Mis hijos me preguntan cuándo va a terminar esto. Pero yo, como todos, no tengo respuesta. Estamos encerrados todo el día, los niños ya no salen a jugar a la calle como antes y hay que poner pañuelos húmedos en las ventanas para que el olor a lacrimógena no entre en la casa. Mi situación emocional actual es de angustia, desesperación, impotencia. Estoy viviendo el día a día con mi familia".
Gerardo Jara
31 años, Santiago Centro
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Fotografía: Javiera Gandarillas[/caption]
Creo que la palabra que puede definir mi salud mental hoy es confusión. Vivo en Diagonal Paraguay, y entre la emoción de que la gente se reúna y la represión que he visto sólo puedo decir que me siento confundido emocionalmente. He tenido una esperanza muy grande, pero también un miedo grande.
Trabajo en el Drugstore, en la Librería Catalonia de Providencia. En los tramos que hago me ha tocado ver de todo: desde atropellos y disparos hasta saqueos. Y todo me ha provocado un miedo enorme, ansiedad también. Los ánimos cambian a medida que avanza el día.
Me he viso despertando muy ansioso, muy temprano, sin saber muy bien qué va a ocurrir, ya sea por las manifestaciones o por mi día a día. Por eso, no veo una emoción que predomine sobre otra: lo que veo es una sucesión de emociones que terminan desgastando y que, pese a ir a terapia con una sicóloga, no sé muy bien cómo manejarlas. Ahora último he tratado de tener una cierta rutina de meditación, de relajación, pero muchas veces se ven entorpecidas por el no saber qué va a ocurrir.
¿Qué he hecho para no sentirme tan mal? He tratado de apoyarme en seres queridos, aunque mis amigos están en las mismas que yo, por lo que termina siendo una especie de un ciego llevando a otro ciego. La mejor ayuda quizá es buscar lugares tranquilos o resguardados. Mi familia ni siquiera vive aquí en Santiago y claramente eso diferencia la manera en que ellos abordan esta crisis y cómo la abordo yo desde acá. De un día para otro, todo cambió de manera muy brusca. Así como despertó Chile, despertaron también nuestras emociones".
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