“Ayúdenme, mi jefa me está torturando”: el crudo relato de una empleada doméstica que fue encerrada y abusada
La mujer, en búsqueda de un mejor trabajo para mantener a su familia, fue traficada y después torturada por su empleadora, quien no la dejaba salir del departamento.
Sin electricidad ni agua corriente y en la extrema pobreza. Así era la vida de Meriance Kabu, una mujer indonesia de 32 años, que decidió buscar trabajo en el extranjero para que “los niños dejaran de llorar porque no tenían comida”. Y es que tenía una familia de seis personas y el sueldo de su esposo no era suficiente para mantenerlos.
Con el sueño de construir un hogar digno para su familia, aceptó una oferta de trabajo en Malasia: debía ser empleada doméstica y “cuidar a la abuela” de 93 años de su empleadora, llamada Serene. Pero, al llegar al país, los reclutadores, quienes la traficaron, le quitaron su pasaporte y su teléfono móvil, una alerta roja de lo que viviría más adelante.
Esta historia contiene detalles sensibles que algunas personas pueden encontrar perturbadores.
A las tres semanas, empezaron las golpizas
El primer ataque fue una noche donde la empleadora, Serene, quería cocinar un pescado, pero no pudo encontrarlo dado que Meriance lo había dejado en el congelador por error. Fue ahí cuando la golpeó con el pescado congelado en la cabeza y rápidamente comenzó a sangrar, según le contó a la BBC.
Después de ese momento, los golpes fueron pan de cada día. Su crudo relato incluía una nariz rota y daños con una plancha caliente, pinzas, martillos, palos y tenazas.
Tampoco la dejaban salir del departamento. Nunca. La puerta estaba siempre cerrada y ella no tenía acceso a las llaves, tanto así que muchos vecinos no tenían idea de su existencia.
La tortura y los golpes cesaban cuando su empleadora se cansaba, y luego le ordenaba a limpiar su sangre, que había manchado los pisos y las paredes. A raíz de esto, muchas veces pensó quitarse la vida, pero confesó que pensar en sus cuatro hijos la mantenía con vida.
“También pensé en responder peleando, pero si hubiese peleado, hubiese muerto”, relató.
A finales de año, se miró al espejo y sintió que algo había cambiado: “No podía aguantar más. Estaba furiosa, no con mi empleadora. Estaba furiosa conmigo. Tenía que intentar salir de ahí”.
La nota que le salvó la vida
“Ayúdenme. Mi empleadora me está torturando. Todos los días estoy cubierta de sangre, ¡ayúdenme!”, escribió rápidamente en una hoja de papel que lanzó por la puerta de hierro cerrada del departamento.
Justo en el momento, una mujer estaba pasando por ahí y la tomó. Apenas la leyó, llevó la nota a un policía retirado que vivía en el mismo edificio.
Fue así como la policía malaya llegó al departamento donde Meriance era torturada por ocho meses. Cuando las autoridades entraron y la encontraron, dijo que sintió que se derrumbaba. “No tengas miedo, estamos aquí”, la tranquilizaron. “En ese momento me sentí fuerte otra vez. Sentí que volvía a respirar. Los policías se acercaron y les conté la verdad”, relató la empleada doméstica.
“Si hubiera permanecido allí, seguramente se hubiera muerto”, dijo el policía retirado que llamó a las autoridades después de recibir su nota.
En búsqueda de justicia
La policía acusó a Ong Su Ping Serene, la empleadora de Meriance, de causar lesiones graves, intento de homicidio, trata de personas y violaciones de las leyes de inmigración. Ella se declaró inocente, y a pesar de que la víctima testificó en la corte antes de regresar con su familia, dos años después le informaron que la fiscalía abandonó el caso porque “la evidencia era insuficiente”.
Así, nueve años después, Meriance continúa buscando justicia por el infierno que la malasia la obligó a vivir. “La empleadora quedó libre, ¿dónde está la justicia?”, dijo el embajador del país en Malasia, quien contrató asesoría legal para la mujer y continúa presionando para que el caso se reabra.
Su cuerpo también sigue recordando el trauma: le quedó una herida profunda en el labio superior, le faltan cuatro dientes y una de sus orejas quedó deformada.
Después de ser consultados por la BBC, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Malasia les dijo que “se asegurarían de que se haga justicia, de acuerdo a la ley”. Y es que el caso de Meriance no es único: las torturas hacia las trabajadoras domésticas indonesas en el país son comunes, más si se trata de personas indocumentadas y que tienen menos opciones de buscar ayuda.
Los hombres que traficaron a Meriance fueron encarcelados en 2018, pero la mujer aseguró que “voy a luchar para obtener justicia hasta que me muera. Solo quiero poder preguntarle a mi antigua empleadora ‘¿por qué me torturaste?’”.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.