Foto: Agencia Uno

Columna de Rodrigo Guendelman: La plaza es de la ciudadanía


Esta iba a ser una columna denuncia, pero los acontecimientos ocurridos durante la semana le han dado un giro importante al relato. Durante los últimos dos meses, la Plaza de la Ciudadanía y la Plaza de la Constitución estuvieron cerradas con vallas papales. Una situación incomprensible, considerando que el gobierno de Sebastián Piñera decidió, desde su primer día, diferenciarse del gobierno anterior abriendo estas dos plazas a los ciudadanos, las cuales habían permanecido inaccesibles durante casi toda la era Bachelet. Sin embargo, frente a una manifestación anunciada por la muerte de Camilo Catrillanca a mediados de noviembre, el gobierno cercó ambas plazas y así quedaron hasta el martes de esta semana. Una campaña en redes sociales para reabrir la Plaza de la Ciudadanía y devolvérsela a los ciudadanos, iniciada por @fotosaereas y potenciada por @santiagoadicto, unió los deseos de miles de personas que entendieron la importancia, simbólica y material, de que estos dos lugares se reabrieran, entre los cuales se incluyen muchos funcionarios de gobierno que hace tiempo intentaban convencer al área de seguridad de La Moneda de terminar con la restricción. Ganó la ciudadanía, sin duda. Triunfó el espíritu republicano por sobre el miedo.

No puede ser que una plaza que recibe ese nombre, en pleno barrio cívico, frente a La Moneda, esté privada para los ciudadanos. Como dice el arquitecto Cristián Undurraga, autor de ambas plazas, "la plaza es el espacio público y democrático por excelencia. Allí todos somos iguales. Allí nos encontramos con otros y nos hacemos conscientes de que somos seres de un linaje colectivo. La plaza nos pertenece a todos. Privatizar el espacio público es matar la ciudad de a poco". En fin, desde el martes podemos volver a caminar por ambas plazas y estar mucho más cerca de ese hito arquitectónico e histórico que es el palacio de gobierno.

Pero hay una nueva preocupación, una señal que hay que leer a tiempo. Un síntoma de falta de civismo que a mí me dejó perplejo y que apareció en los posteos sobre las plazas en cuestión. Así como hubo muchísima gente que apoyó nuestra campaña, fueron muchos también los que mostraron un lado que no habíamos vislumbrado tan enfáticamente: llamaban a mantener cerrados estos espacios, a no devolvérselos a la gente, porque "no sabemos cuidar", porque "los flaites altiro destruyen todo", porque "para qué volver a abrirlas con lo que pasó en el jardín japonés", y un largo etcétera de razones para oponerse al uso democrático y libre de espacios públicos. Pero hay algo que me sorprendió más todavía. En un video "Live" que hice desde el Instagram de Santiagoadicto, con transmisión desde la Plaza de la Ciudadanía recién reabierta, y que después quedó disponible por las siguientes 24 horas, los cientos de comentarios se dividían en dos: unos para felicitar este logro, y otros, muchísimos, para indicarme que en el video se veía que yo pisaba el pasto y que eso era casi un atentado a las buenas costumbres. Hasta me insultaron. Me recordó tanto la reciente "denuncia" respecto de los niños que osaban tocar las esculturas en el recién reinaugurado jardín japonés. Me pregunto: ¿desde cuándo el pasto de una plaza o de un parque no se puede pisar? Pero, en realidad, las preguntas son otras: ¿somos una sociedad que lleva un pequeño fascista incorporado en el chip?, ¿entendemos realmente lo que es un espacio público?, ¿valoramos la libertad y la ciudad como lugar para la expresión cívica? Pareciera que tanta casa y tienda enrejadas, tanto cerco eléctrico, tanta alarma y candado, tantas toneladas de desconfianza nos están transformando en una sociedad tacaña en términos humanos, con cada vez menos patrimonio social, menos interés por vincularnos con el otro, con una valla que ya no es papal, sino mental. Y eso, por favor, sicólogos, antropólogos, urbanistas, profesionales del comportamiento humano, investiguémoslo. Es un pésimo síntoma. Es peor, incluso, que una plaza de la ciudadanía sin acceso para los ciudadanos.

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