Cómo las artes marciales pueden ayudar a sentirte pleno y a concretar objetivos, según el Dr. Yang, Jwing-Ming
En la antesala de su visita a Chile, el maestro taiwanés de 77 años compartió sus claves para el crecimiento espiritual y mantener una mejor calidad de vida.
Érase una vez un samurái. Uno muy famoso. Un maestro de la espada, quien era conocido por sus habilidades en todos los lugares por los que pasaba.
Un día, ese hombre que gozaba de un extenso historial de reconocimientos decidió visitar a un maestro antiguo y respetado, quien destacaba por su sabiduría y por mantener una actitud sencilla.
—Gran maestro —le dijo el samurái—, le tengo una pregunta. Quiero aprender de usted, porque esta es una pregunta muy difícil y que yo no puedo responder.
Curioso, el maestro le consultó: “¿En qué te puedo ayudar?”.
—Vengo con usted para que me explique qué es el cielo y qué es el infierno.
Tras escuchar su petición, el maestro lo miró reflexivo por unos instantes y luego le respondió con palabras que el samurái jamás pensó que iba a escuchar.
—¿Cómo te atreves a venir a preguntarme qué es el cielo y qué es el infierno? ¿Tú, que te crees un gran samurái? Mira lo ridículo que te ves.
Ante su sorpresa, continuó criticándolo.
—Ni siquiera te conoces a ti mismo. Mira tu forma de hablar, tus maneras, tu vestimenta. Eres realmente patético…
En un principio, el samurái se sintió confundido. No entendía por qué el maestro lo estaba tratando de esa forma.
Se quedó perplejo por unos momentos, hasta que poco a poco su enojo comenzó a estallar.
En medio de la oleada de críticas que recibía, puso su mano sobre la espada. Se preparó para desenvainarla.
—No me importa qué tan grande seas como maestro. ¡Te voy a cortar la cabeza!
Al ver su reacción y cómo sacaba el arma, le dijo: “Eso es el infierno”.
Después de escucharlo, el samurái se dio cuenta de que había perdido el control.
—Maestro, qué vergüenza. Perdóneme. Realmente enloquecí y estuve ciego. Le pido mis más sinceras y sentidas disculpas.
Fue ahí cuando el erudito volvió a responderle con una frase inesperada: “Y eso es el cielo”.
De aprendiz a maestro: el camino de aprendizajes del Dr. Yang
El Dr. Yang, Jwing-Ming, escuchó esa historia durante su juventud. Y según afirma a La Tercera, las interpretaciones que se pueden sacar de ahí están directamente relacionadas con la plenitud que busca alcanzar el ser humano.
Hoy tiene 77 años y sigue dirigiendo la organización YMAA International, la cual fundó en 1982 y tiene el objetivo de difundir los conocimientos de las artes marciales.
El Taichi, la Grulla Blanca y el Puño Largo, son parte de las disciplinas que enseñan, además de otras con un enfoque más terapéutico como el Chikung (Qigong).
Actualmente hay más de 50 escuelas afiliadas a la YMAA en distintas partes del mundo —incluido Chile, con la Escuela Newendao— y cuenta con decenas de libros de su autoría, en los que comparte sus aprendizajes sobre ámbitos como el Taichi Chuan, la meditación, el bienestar y la relación de estos ámbitos con las ciencias.
También posee un magíster en Física y un doctorado (PhD) en Ingeniería Mecánica, que consiguió tras completar sus estudios en la Universidad de Purdue en Estados Unidos.
El historial del Dr Yang es amplio. De hecho, la prestigiosa revista Inside Kung Fu lo destacó como “una de las 10 personas que han realizado el mayor impacto en las artes marciales en los últimos 100 años”.
Sin embargo, su camino no ha sido para nada sencillo.
Nació en Taiwán en 1946, en medio de los constantes conflictos que han enfrentado a China con su país de origen.
En esos tiempos, la pobreza, la hambruna, el estrés y los problemas de salud eran recurrentes entre la población.
Aquello también incluía a los niños y tanto a él como a sus nueve hermanos.
“A los 9 años ya había desarrollado una úlcera de gravedad. En ese entonces no podía ver al médico, no podíamos permitírnoslo. Crecimos en tiempos de guerra y la sociedad no era segura, así que buscabas la forma de sobrevivir”.
Este último fue uno de los motivos de por qué a los 15 años decidió aprender un estilo como la Grulla Blanca con su primer tutor, Master Cheng, Gin Gsao. Según detalla, en la villa en la que vivía cerca de un 80% de las personas practicaba artes marciales. Hombres y mujeres.
“Me ayudó mucho a concentrarme, a enfocarme, a aprender a sentirme a mí mismo y a sentir al oponente”.
Un día, los dolores asociados a sus problemas de salud no le permitieron entrenar, por lo que su maestro lo vio y le dijo: “Tienes un problema con un órgano interno (...) Tal vez aprender Taichi Chuan puede ayudarte”.
De esa manera, hizo algo que no era común y que, incluso, era considerado por algunos como una traición: le sugirió entrenar dicha disciplina con otro tutor.
Fue así cómo llegó a Master Kao, Tao y con él inició su entrenamiento en el Taichi Chuan.
Según cuenta, esta disciplina le ayudó a que desaparecieran sus dolores en el estómago en un periodo de seis meses, mientras que dos años más tarde dejó de tener los problemas de salud que enfrentaba.
A esto se le sumó que tanto la Grulla Blanca como el Taichi Chuan le ayudaron a desarrollarse a nivel personal.
La primera, porque es un arte marcial externo que le enseñó principalmente a enfocarse, a sentirse a él y a su oponente.
Por otro lado, dice que la segunda le ayudó a relajarse internamente, por lo que en un inicio la practicó principalmente por los beneficios médicos que le aportaba.
Posteriormente hizo el servicio militar obligatorio a los 16 años y más tarde, a sus 18, conoció a Master Lee, Mao-Ching, quien le enseñó Puño Largo.
Al mismo tiempo, a esa edad su excelente rendimiento académico llevó a que fuese seleccionado para estudiar Física en la universidad.
En aquel momento las ciencias no eran su principal interés. De hecho, las carreras eran asignadas a los alumnos dependiendo de sus puntajes en las pruebas de ingreso. No tenían la opción de escoger.
Él tenía claro que su pasión estaba en las artes marciales, pero recordó un consejo que aprendió durante sus entrenamientos: “Cuando uno quiere conquistarse a sí mismo, cuando se quiere desarrollar y crecer, tiene que hacer no solamente lo que le gusta, sino que también lo que no le gusta”.
Con dicho punto en mente, aceptó el desafío y lo tomó como un método para autoconquistarse y desarrollarse espiritualmente.
Primero hizo la licenciatura, luego un magíster y más tarde su doctorado en Ingeniería Mecánica. De a poco su interés por estás áreas comenzó a florecer.
“Empecé a entender que la física está relacionada con la naturaleza, con el pensamiento lógico”, asegura, haciendo referencia a que pudo aplicar esos conocimientos para formar una visión integral de las artes marciales.
Después, mientras hacía su doctorado en Estados Unidos, le pidieron que impartiera un curso de Taichi.
Él accedió y comenzó a enseñar su pasión a estudiantes que en su gran mayoría eran occidentales. Ese fue el primer acercamiento a lo que más adelante serían décadas de trayectoria como maestro de esta y otras disciplinas.
Tras terminar sus estudios, trabajó seis años como ingeniero.
No obstante, no disfrutó dicha experiencia, ya que sentía que el único objetivo que se le imponía era generar dinero.
A raíz de aquello, en 1982 aprovechó el ascenso en el interés por las artes marciales en Estados Unidos y decidió emprender su propio camino.
“Pensé que era una buena oportunidad, un buen momento. Así que dejé de ser ingeniero y me dediqué a enseñar y a hacer publicaciones a través de la YMAA”.
El cielo, el infierno y cómo las artes marciales pueden ayudarte a sentirte pleno y a concretar tus objetivos
El Dr. Yang valora cada una de las experiencias por las que ha pasado.
Dice que las artes marciales en las que se formó le ayudaron a aprender valores de vida y disciplina. Asimismo, esto posteriormente le sirvió para llevar adelante el doctorado.
Por otro lado, este último le ayudó a desarrollar una capacidad analítica distinta que potenció su entendimiento de las artes marciales, además de otorgarle herramientas para estructurar sus conocimientos y poder difundirlos.
Ambos mundos se complementaron y lo prepararon para que pudiera cumplir sus objetivos personales.
Por eso, cuando le preguntan si siente que perdió su tiempo con el doctorado, él responde con un rotundo “no”.
Para el Dr. Yang, hay dos principales aspectos que enseñan las artes marciales.
El primero es aprender a concentrarse y el segundo es el sentir.
Una vez que se desarrolla la parte interna y la capacidad de atención hacia afuera, ese aprendizaje se traduce en una agudización de la conciencia y el estado de alerta.
Si bien, dice que disciplinas como pintar y tocar instrumentos musicales ayudan a desarrollar el sentir, la diferencia con las artes marciales es que en ellas el estado de alerta está mayormente presente, debido a que se piensa en la vida y en la muerte.
Tales puntos, en conjunto, contribuyen a “ver lo que otros no pueden ver y sentir lo que otros no pueden sentir”, enfatiza.
“Eso es lo que más me beneficia hasta hoy. Tengo 77 años y todavía me siento saludable. Me siento muy bien”.
Ahora, es probable que te estés preguntando cuál es la relación entre dichas aristas y la historia del samurái que leíste al inicio. Y seguramente, en más de una oportunidad, también te habrás preguntado: “¿Cuál es el sentido de la vida?”.
El Dr. Yang dice que a raíz de sus vivencias tempranas comprendió que este viene de la experiencia. Particularmente, del sufrimiento.
“Cuando tienes sufrimiento, aprendes a desarrollarte”, subraya, para luego añadir que a través de este puedes autoconquistarte.
Bajo esta línea, sugiere: “Tienes que ser paciente. Tienes que ser perseverante y tienes que tener resistencia. Todo esto es disciplina. A partir de ella, puedes crecer”.
Una de las mayores problemáticas que ve en la actualidad —sobre todo en Occidente y en las generaciones más jóvenes— es que las personas buscan concretar sus objetivos con inmediatez y con el menor esfuerzo posible, sin valorar lo que ya tienen y todo el trabajo que hay detrás de, por ejemplo, un plato de comida.
Aquello, según el Dr. Yang, dificulta que puedan desarrollar paciencia, tolerancia a la frustración y resiliencia. Y junto con ello, facilita que piensen que “la vida es aburrida”.
En otras palabras, se busca resolver solo la vida material a través del consumismo y la acumulación de bienes, pero no así la vida espiritual.
Frente a dicha situación, el maestro recalca que si desarrollas la capacidad de valorar realmente lo que tienes, podrás ser feliz y vivir a partir de la gratitud, para así alcanzar los propósitos que te planteas.
En este sentido, agrega que “la disciplina es importante” y que las artes marciales no se tratan de “un exámen físico o de lo fuerte que eres”.
“La cuestión es cuánto puedes conquistarte, controlar tu pensamiento. Si tienes disciplina, puedes lograr cualquier cosa que quieras. Por eso sigo desafiándome (...) Con cada libro que escribo, con cada cinta de video que produzco, aprendo de nuevo. El significado de la vida es experienciarla, seguir buscándole sentido. Entonces, no hay límites”.
Por supuesto, todas las personas tenemos experiencias distintas e interpretamos el mundo de maneras diferentes. Pero, asimismo, todos experimentamos sufrimiento.
La clave, según el Dr. Yang, está en en valorar lo que se tiene, en desarrollar esa constancia y en seguir aprendiendo de las vivencias que se presentan.
Es por eso que cree que “el infierno y el cielo están en uno mismo”.
Como entendió el samurái de la historia, a partir del reconocimiento del primero se puede identificar cuando se está en el segundo.
“Si quieres tener una buena calidad de vida, ser saludable y tener mayor longevidad, tienes que vivir con tu espíritu, con tu mente (...) A través de las artes marciales aprendí a conquistarme. Es importante decir que sin entenderlo siempre estarás con dolor, sin encontrar la paz. Por ello, la gente que quiere comprender el Chikung (Qigong), debe saber que la vida no es solo desarrollar lo físico. Falta lo espiritual. Necesitan meditar, conectarse con su sentimiento interior. Sentirlo con la naturaleza, luego con los otros. Sin aquello, solamente está lo material y no se conoce el otro lado”, sentencia a LT.
El Dr. Yang vendrá a Chile para dictar un seminario intensivo junto a su discípulo y director de la YMAA para Latinoamérica, Daniel Chadud, y otros instructores de la organización.
La instancia se desarrollará entre el 26 de febrero y el 1 de marzo de 2024, en el Centro Punto Zero, ubicado en San Felipe, Quinta Región.
Puedes conocer los valores de las inscripciones y los detalles del encuentro haciendo click en este enlace.
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