El estremecedor caso de una mujer que estuvo más de dos años muerta en su departamento y nadie se dio cuenta
Una serie de sucesos despertó la alerta de los vecinos. Gusanos en las habitaciones y olores putrefactos les hicieron pedir ayuda a la administración, quien hizo caso omiso y no permitió que encontraran a una residente fallecida hasta dos años después de su muerte.
Algo no estaba bien. En agosto de 2019, en un edificio moderno de tres pisos, en un barrio en el sur de Londres, una mujer llamada Chantel empezó a tener problemas con su departamento. Se le había quemado un foco del techo, pero al retirarlo para poder colocar uno nuevo, un montón de gusanos cayeron.
En las siguientes semanas, estos intrusos comenzaron a aparecer en su habitación, en el living y en el baño. “Te sentabas en el sofá y después de un rato, veías uno aplastado. Era como vivir dentro de una película de terror”, le dijo la mujer a la BBC. Otros se quejaban de molestos olores que nadie sabe de dónde provenían.
Poco sabía ella y los demás vecinos que esto ocultaba la estremecedora y triste muerte de una mujer, cuyo cadáver en descomposición yacía en su departamento y a nadie parecía importarle.
Malos olores en el pasillo
Audrey, otra vecina del edificio, había vuelto de un viaje de trabajo y sintió “un olor espantoso, como de muerto” al subir el ascensor hasta el tercer piso. Otros residentes optaron por poner toallas y sábanas bajo sus puertas para impedir que el olor putrefacto entrara a sus casas.
“No podíamos dormir, ni siquiera comer, porque el olor era muy, muy feo”, dijo Donatus, un padre de familia preocupado por el bienestar de sus hijos.
Los vecinos se organizaron para llamar a la administración -sin fines de lucro- que administraba el edificio, pero dijeron enfáticamente que no se ocupaban de los problemas de gusanos y, a pesar de que llamaban siempre para quejarse de los olores, nadie iba nunca al recinto y solo repetían que “investigarán el caso”.
Una vecina “fantasma”
Empezaron a sospechar que algo le pasaba a Sheila, una residente cuyas cartas comenzaron a amontonarse en el buzón. La administración le cobraba las rentas, pero nadie las pagaba. Le enviaban cartas, correos y mensajes de voz, pero no contestaba nadie. Por ello, sin consultarle, optaron por comenzar a cobrar el arriendo a través de un plan del gobierno que ayudaba a quienes no tenían dinero para pagar.
Era como si se hubiera esfumado. Con el tiempo, le comenzaron a cortar los suministros. Y un año después de esto, recién la administración le pidió a la policía que acudiera al departamento: cuando golpearon la puerta, no recibieron respuesta y se retiraron diciendo que “no había suficientes motivos para derribarla”.
16 meses después, la policía finalmente entró por la fuerza al departamento. “Apenas abrieron la puerta, supe que algo malo había pasado. Se veía en sus rostros”, contó Audrey.
Dentro de una habitación, las autoridades encontraron los restos de Sheila Seoane, una secretaria médica de 58 años. Era un poco más que un esqueleto, vestida con un pijama azul y blanco. En su refrigerador, encontraron un postre de gelatina y crema que reveló el tiempo que su cuerpo había permanecido allí: dos años y medio atrás.
Una mujer solitaria
Los vecinos de Sheila decían que ella era reservada y tímida, pero muy amigable. Siempre se saludaban cuando se encontraban en las escaleras o el ascensor.
No obstante, después de terminar con la pesadilla y que la mujer pudiera tener un funeral digno, en el evento se vio solo a una persona parada en un crematorio casi vacío: asistió su medio hermano, Viktor, con quien no hablaba desde hace años.
Un poco más tarde, apareció una representante de la administración. Pero nadie más: ningún familiar y ningún amigo.
El registro médico no sabe cómo murió Sheila, pero sí que tenía varias complicaciones de salud.
El trauma para los vecinos
No quisieron hacerles caso. La organización “parece no haber visto las alertas, escuchado a los vecinos o establecido una conexión entre todo ello”, dice el reporte que se escribió sobre el caso. Pero también se disculparon y prometieron “cambiar” sus prácticas.
Los residentes estaban devastados, pues sabían que algo andaba mal y nadie quiso hacer nada por ello. Ahora piensan en demandar a la administración por los daños que provocó esta terrible experiencia que se extendió a dos años y medio, viviendo en el mismo lugar que un cadáver. “Ellos no saben las noches de insomnio que pasamos después de esto y cómo nos afectó”, dijeron.
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