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Foto: Mario Téllez

Eliana Busch , (83), nadadora: "Si me hubiera retirado, estaría gorda, inútil y coja"


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El 7 de septiembre Eliana Busch cumple 84 años. A su edad se siente con una agilidad que, asegura, la mayoría no tiene. Camina, corre, nada. El deporte, agrega, es lo que la hace sentirse útil y activa.

Es madre de dos hijos y abuela de seis nietos, los que, en palabras de ella, se declaran fascinados con la abuela Eliana. "Me tratan como si tuviera su edad; cuando les digo 'oigan, niños, piensen que voy a cumplir 84 años', me dicen 'pero abuelita si usted tiene para mucho rato' y ojalá que sea así", dice.

Su carrera en la natación partió a los 9 años. En los años siguientes logró convertirse en una de las nadadoras más destacadas. Aparecía constantemente en diarios hablando sobre sus hazañas. Consiguió portadas y entrevistas, "cuando la natación aparecía en la primera plana de los diarios y no todo era sobre fútbol", recuerda Eliana.

A sus 19 se alejó de la natación y se acercó al de los caballos, influenciada por su marido, quien era teniente de Ejército de Caballería. Se separó a los 30 y se dedicó a dar clases de equitación. Estuvo varios años en eso hasta que se rompió la pierna. Entonces siguió enseñando desde tierra, sin montar un caballo.

A los 68 años se fracturó la cadera y le dijeron que tendría que usar bastón. Pero apenas 40 días después del accidente, la inquieta Eliana ya estaba montando a caballo, aguantándose el dolor. Ella se resiste a quedarse tranquila. "Si no caminas, corres o nadas, pierdes totalmente el estado físico, igual que los enfermos en la cama. Tienes que aprender a usar los músculos de nuevo. ¿Y qué es lo que necesita la tercera edad? Moverse, no quedarse tejiendo", cuenta, en su casa de Quilpué.

Tras la última de las 12 fracturas que tiene, su hijo le pidió que se dedicara a un deporte menos riesgoso para su edad. Eliana se había quebrado la clavícula luego de que un amigo le pidiera como favor amansar un caballo. El 2014, siguiendo el consejo de su hijo, Eliana volvió al agua. Al año siguiente comenzó a competir.

"Lo bueno de la natación, a diferencia de otros deportes, es que no hay tope", dice. Y para ejemplificarlo, cuenta que varias de sus amigas del mundo de la equitación decidieron optar por otros caminos, como el running, lo que les ha dañado la cadera, las rodillas, los tobillos.

Hace tres años viajó a Europa y su hija la motivó para que participara en campeonatos de máster de natación. Uno se hizo en España y el otro, en Francia. En los dos ganó. Ahí se dio cuenta de que estaba bastante bien en sus tiempos, lo que hizo que se entusiasmara y volviera a entrenar fuerte. Había mejorado sus marcas, "lo que es complicado a mi edad, entonces pensé que podría seguir", explica.

De ahí en adelante se ha inscrito en todas las competencias que puede. La financiaba su hijo. Pero para el Mundial Máster de Budapest, en 2017, tuvo que empezar a tocar la puerta de distintas entidades para pedir financiamiento. No tuvo respuesta. "Decía '¿cómo no voy a ir?, yo no puedo esperar cinco años más por la edad que tengo. Se trata de criterio", cuenta Eliana. Tras tocar muchas puertas en su región, unos concejales de Viña del Mar y el Instituto Nacional del Deporte le dieron dinero para que pudiera competir. Ganó dos medallas de bronce.

-¿Cómo ve a la gente de su edad?

-Casi todas mis amigas se han muerto y creo que es porque no hicieron deporte. Yo me hago todos los exámenes como corresponde y la última vez me dijeron que no fuera en un año más, porque tengo todo bien. Eso es el deporte.

-¿Te comunicas con otros deportistas de tu edad?

-Sé que hay otros nadadores, pero no los conozco. No conozco más deportistas de mi edad. Hay unas mujeres que nadan, que son encantadoras, mayores que yo y nadan con un espíritu deportivo maravilloso. Las admiro. Una es una anciana que le cuesta caminar, pero se tira al agua y nada regio. No tiene nada que hacer en una competencia internacional, pero tiene el espíritu, la garra, las ganas y el entusiasmo. Tampoco puedes tomar a un viejo que no ha hecho nunca un deporte a los 80 años y decirle que empiece a hacerlo; el caballero se puede morir. Tiene que ser ojalá toda la vida y de a poco.

-¿Alguna vez pensó en dejar de hacer deporte?

-No. Un doctor amigo me dijo que cuando uno gasta energía, recibe más. Hay una tendencia de seguir haciendo nada, que es terrible. A mí me pasa lo contrario. Cuando hago algo, lo único que quiero es seguir haciendo más cosas. No sé cómo explicarlo.

-¿Tiene pensado una edad para retirarse?

-Me gustaría morirme como murió María Lenk, una nadadora brasileña. Cuando yo era chica ya escuchaba sobre esta gran nadadora. Ella murió nadando, paró y le dijo a su equipo que se sentía mal. La sacaron y se murió de un ataque al corazón. Una muerte maravillosa a los 92 años. No fue carga para la familia y tampoco se dio cuenta de que estaba muriendo.

-Cuando joven, ¿se imaginaba haciendo lo que hoy hace?

-Nunca me lo hubiera imaginado, porque el deporte máster de natación no existía. Espero seguir nadando hasta que pueda, no me siento vieja físicamente.

-¿Qué es lo mejor de seguir?

-Me siento apta como cualquier persona joven. Incluso en una competencia se me acercó un nadador de unos 38 años y me dijo: "Señora Eliana, hizo mejor marca que yo, me gana". Para mí nadar es sentirme apta y útil. Es como cuando haces un buen trabajo y te felicitan.

-¿Cómo cree que estaría ahora si se hubiera retirado?

-Si me hubiera retirado después de mi última fractura, estaría gorda, inútil y coja. Estar dentro del agua te da libertad, porque no tiene gravidez. Es bueno para todo el cuerpo. Yo quiero mejorar siempre, soy mi principal rival.

-¿Qué le produce seguir activa?

-Satisfacción mental. El sobreponerme a los nervios antes de nadar y al cansancio.

Hoy Eliana nada todos los días, excepto los domingos porque cierran las piscinas. Entrena junto a mujeres jóvenes; a algunas les gana y a otras no. "A no ser que hayas sido nadadora difícil que me ganes", dice. Cuando volvió a fines de julio del Panamericano de Estados Unidos con sus cinco medallas -incluida una de oro- estaban todas esperándola para felicitarla. Ella, orgullosa, llevó sus premios para que los vieran. "Lo paso regio con las chicas jóvenes. Somos todas amigas", dice.

A veces el frío la hace dudar de entrenar. "Tomo desayuno y me digo 'hoy me voy a quedar'. Pero me luego pienso en qué voy a hacer, ¿quedarme viendo televisión?; y entonces me digo que tengo que ser muy tonta para hacer eso".

-¿Siente que tiene más libertad hoy a su edad?

-Hoy digo que no si no tengo ganas. Hago realmente casi lo que quiero, porque uno no siempre hace todo lo que quiere. Pero me gustaría poder comunicar más lo que quiero y lo que espero del país y la gente.

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