La mujer que suplantó la identidad de su amiga, la asesinó y se convirtió en enemiga de Rosa Peral en la cárcel
María de los Ángeles Molina se hizo pasar por Ana María Páez para conseguir préstamos. Tras el asesinato, simuló una orgía para despistar la escena del crimen.
Esta nota incluye partes de violencia explícita.
Los hechos ocurrieron en el acomodado barrio de Gracia, en Barcelona. Ahí, entre múltiples bulevares, paseos y boutiques que ofrece el sector español, una empleada de limpieza entró a un departamento de alquiler ubicado en la calle Camprodón.
Su trabajo era ordenar el lugar después de que lo usaran unos arrendatarios. Y si bien, aquella era su labor habitual en aquella residencia (generalmente ocupada por turistas), lo que vio esa mañana del 21 de febrero de 2008 la sorprendió por completo. O mejor dicho, la aterrorizó.
Al interior estaba el cadáver de una mujer adulta posicionado sobre un sillón de terciopelo color lila. El cuerpo estaba desnudo y su cabeza estaba cubierta con una bolsa de basura blanca, amarrada al cuello con cinta adhesiva.
En el piso figuraban una peluca muy oscura, de tonalidad azabache, y unas botas altas.
Solo estaban ella y el cadáver.
Tras presenciar dicha escena, marcó rápidamente el número de la policía.
Ya cuando los agentes llegaron, les llamó la atención que el entorno estaba ordenado.
No encontraron documentos que sugirieran su identidad. Tampoco dinero o un celular. Nada que facilitara saber quién era.
Lo primero que hicieron fue revisar quién había arrendado el departamento entre el 18 y el 21 de ese mes. Así, descubrieron que los gastos del alquiler habían sido pagados con una tarjeta bancaria a nombre de Ana María Páez Capitán.
Luego, notaron que un grupo de personas había puesto una denuncia por desaparición en la zona de l’Hospitalet.
A quien no encontraban era precisamente a Páez y el aviso había sido puesto por sus padres y su pareja con la que llevaba siete años, Carlos Carbajo, quienes temían que hubiese sido víctima de un atentado.
Ana tenía 36 años y era diseñadora de moda.
El 19 de febrero, día en que desapareció, su hermano habló con ella por última vez. En la conversación, le comentó que esa noche se juntaría a cenar con una amiga.
A Carlos le había dicho lo mismo sobre sus planes. Sin embargo, no volvió a su hogar.
En un inicio, pensó que podría haberse quedado a dormir en la casa de su amiga, por lo que no se preocupó mayormente. No obstante, al día siguiente no pudo establecer contacto con Ana.
A raíz de aquello, llamó a los padres de su novia y fueron directamente hacia una comisaría para poner la denuncia.
Nadie sabía dónde estaba Ana. Llamaron a sus compañeros de trabajo y a sus amigas más cercanas, pero nada.
María de los Ángeles Molina Fernández, la amiga con la que se iba a reunir esa noche, dijo que finalmente no se habían podido juntar y que había viajado a Zaragoza —a poco más de tres horas en auto desde Barcelona— para ir a buscar las cenizas de su madre, quien había fallecido hace un año.
Ella había sido ex jefa del área de recursos humanos de una compañía textil llamada Promotex, la misma en la que Ana trabajaba como diseñadora y en donde entablaron una amistad antes de que la despidieran.
Según les aseguró María, de 40 años en aquel entonces, desconocía su paradero.
Cuando los detectives se enteraron de dicha denuncia, se contactaron con los familiares de Ana para pedirles que fueran a reconocer el cadáver que habían encontrado en el departamento del barrio de Gracia.
Fue ahí cuando pudieron corroborar que el cuerpo era de ella.
El siguiente paso era descubrir qué había detrás de aquella impactante escena del crimen.
Cuando los peritos obtuvieron los resultados de la autopsia, informaron que no había sido víctima de un abuso sexual y que el cuerpo no presentaba señales de haberse defendido de un ataque.
También revelaron que la causa de muerte había sido asfixia.
Al principio, consideraron la idea de que podría haber fallecido accidentalmente durante un encuentro sexual con los elementos ya mencionados.
Pero esa hipótesis no cuadraba del todo: ¿por qué no estaban sus pertenencias y el cadáver fue abandonado en esas condiciones en la habitación?
Las características del ambiente sugirieron a los detectives que la escena parecía cuidadosamente armada, para así evitar que se encontrara a él, la o los responsables.
Aún así, si Ana había sido víctima de un plan de asesinato, ¿por qué no se había defendido?
Bajo esa premisa y a pesar de que su cuerpo no tenía signos de que haya sido drogada, formularon la teoría de que alguien utilizó alguna sustancia para inmovilizarla, de esas que eliminan sus rastros en el organismo aceleradamente a medida que pasan las horas.
Pese a tales incertidumbres, una de las pistas más prometedoras que dejó la autopsia fue que el cadáver tenía muestras de semen de dos hombres: en la vagina y en la boca.
Frente a esos hallazgos, los policías consideraron la posibilidad de que pudiese haber ejercido algún tipo de trabajo sexual, pero la familia de Ana lo negó rotundamente.
Después de todo, tenía ingresos suficientes para vivir cómodamente y ni su pareja ni sus compañeros de trabajo habían sospechado que aquello pudiese ser así.
Hipótesis descartada. Y junto con esa, muchas otras también.
Lo que no estaba claro, era: ¿por qué mataron a Ana? ¿Quién estaba detrás de todo esto? ¿La conocía?
Esas dudas invadían las mentes de quienes compartieron con ella, como un demonio sin rostro ni identidad que había cometido un acto siniestro en contra de Ana María.
El día en que se realizó el funeral, María de los Ángeles acudió con lágrimas en los ojos.
Nadie sospechaba de ella. O al menos, eso se creía hasta ese momento.
Suplantación de identidad, retiros bancarios y una falsa orgía: el crimen de Angie Molina
En su investigación, los agentes notaron que el mismo día en que Ana desapareció, el 19 de febrero, se había retirado una suma de 600 euros —casi 600 mil pesos chilenos bajo el cambio actual— desde una sucursal bancaria, a las 9:00 de la mañana.
Aquello despertó sospechas, debido a que a esa hora estaba en su lugar de trabajo.
Revisaron las cámaras de seguridad del banco. Ahí, pudieron ver que quien había hecho el giro a nombre de ella fue una mujer de pelo negro, quien fue reconocida como Ana por el empleado del recinto.
El único detalle crucial es que no era ella.
Cuando Carlos Carbajo vio la grabación que rescató la policía, pudo identificar que era María de los Ángeles. O “Angie”, como la apodaban sus conocidos.
El novio de la fallecida estaba seguro de que efectivamente era ella, aunque hizo el alcance de ahí llevaba una peluca negra, por algún motivo desconocido hasta ese entonces.
Durante su declaración ante los agentes, Angie relató que el día en que desapareció no tenían planeado reunirse, sino que más bien, ambas dijeron eso como una excusa para que Ana pudiera asistir a otro tipo de encuentro.
Básicamente, según informaciones rescatadas por Infobae, insinuó que se había juntado con otra persona para hacer un acto de tipo sexual, a espaldas de Carlos.
Asimismo, insistió que ella estaba en Zaragoza retirando las cenizas de su madre el día en que Ana desapareció.
Los policías verificaron que parte de su relato era cierto. Sí había ido a una funeraria de dicha ciudad con ese objetivo.
Sin embargo, fue una visita corta, de aproximadamente 10 minutos.
Tal como se mencionaba más arriba, la distancia entre Zaragoza y Barcelona en auto es de poco más de tres horas, unos 310 kilómetros.
Entonces, que haya hecho las dos actividades durante la misma jornada —ver a Ana y retirar las cenizas— era una alternativa más que posible.
A esto se le sumó que le mostraron una foto captada por las cámaras del banco a los dueños del departamento de la calle Camprodón. Ellos afirmaron que esa era la mujer que se los arrendó por esas fechas y que se hacía llamar Ana María Páez.
La pareja de María de los Ángeles, Miguel, declaró a la policía que la noche en que Ana desapareció vio a Angie con una actitud muy alterada.
A raíz de este último motivo, revisó su departamento con cautela y encontró una serie de documentos escondidos detrás del retrete.
Esos archivos cobrarían más adelante un papel clave en la investigación.
Con todos esos antecedentes y sospechas, en marzo de ese año los agentes fueron a allanar la casa y el auto de Angie.
Ahí encontraron una tarjeta bancaria a nombre de Ana María —la misma con la que se había pagado el arriendo del departamento— , fotocopias con sus datos personales, registros de créditos y una peluca rubia.
Esta última, según averiguaron, la había utilizado junto a la otra negra para solicitar créditos, haciéndose pasar por la fallecida diseñadora.
Las pruebas eran contundentes, así que Angie fue arrestada y recibió una acusación por haber planeado y concretado el asesinato de quien se creía que era su amiga.
Tras la detención, también descubrieron con un análisis grafológico que había falsificado su firma, que había buscado métodos sobre sustancias para hacer dormir en internet y que había revisado recintos de prostitución masculina en la web.
Sobre esto último, según rescató el citado medio a partir de los informes policiales, se supo que fue a un local de gigolós para hacer la particular petición de llevarse el semen de dos hombres en dos frascos distintos.
Esos fluidos fueron los que posteriormente puso en la boca y la vagina de la víctima cuando ya estaba inconsciente, para así simular que había participado en una orgía.
Respecto a las sustancias, dijo más adelante que las había buscado para arreglar un candelabro.
Junto con ello, los detectives formularon que desde dos años antes del asesinato había comenzado a planearlo, tras ser despedida de la empresa en la que trabajaba con Ana.
Como tenía acceso a sus documentos e información personal, se le ocurrió que podía hacerse pasar por ella para obtener préstamos bancarios.
Partió solicitando de 15.000 euros sin ser detectada, pero luego dio un paso más allá y empezó a pedir seguros de vida a nombre de Páez, los cuales podría cobrar después de que ella falleciera.
Si bien, tenía una inmensa cantidad de datos que facilitaban que pudiese falsear su identidad, cambió algunos de ellos en las fichas.
Puso que ganaba más de 7.700 euros mensuales como jefa de diseño, que era soltera, y que vivía con su familia, entre otras afirmaciones que en realidad eran mentira.
Por el contrario, Ana recibía otro sueldo, no estaba solera e incluso vivía con su pareja, Carlos Carbajo.
Y para evitar ser descubierta y llamar la atención, utilizaba dos pelucas: la de tonalidad azabache y la rubia.
Datos rescatados por Infobae detallan que entre abril de 2006 y noviembre de 2007 consiguió un total superior a los 102.400 euros en créditos, lo que se traduce en más de 100 millones de pesos chilenos bajo el cambio actual.
Después, con los seguros de vida, sumó cerca de 840.000 euros.
Con el propósito de despistar, en algunos documentos puso como beneficiara a otra mujer, de quien había obtenido sus datos en un centro de fotocopias.
El asesinato, lo que se descubrió de su pasado y el encuentro con Rosa Peral en prisión
Las autoridades determinaron que Angie trató de simular que Ana María había muerto accidentalmente durante una actividad sexual.
Para ello, le pasó unos 100 euros a cada uno de los gigolós para que eyacularan en los recipientes.
Después arrendó el departamento a su nombre y lo pagó con la tarjeta bancaria de Páez que tenía en su poder.
Más tarde llamó a Ana y le dijo que quería mostrarle una residencia que había comprado, por lo que la invitó a cenar en su supuesta nueva vivienda del exclusivo barrio de Gracia. Ella aceptó.
Ya el 19 de febrero fue al banco con la peluca negra y retiró dinero de su cuenta, para luego ir en su Porsche a Zaragoza a retirar las cenizas de su madre.
Cuando estaba llegando a Barcelona, minutos antes de las 20:00, llamó a Ana para decirle que iba en camino. Según los registros de ubicación de su teléfono, media hora después ya estaba en la ciudad.
Una vez que ya estaban juntas en el departamento, comieron y bebieron alcohol. Los investigadores presumieron que en ese momento le suministró alguna sustancia para que quedara inconsciente. No obstante, no pudieron confirmar con seguridad cuál.
La desnudó, la posicionó en el sillón, puso las muestras de semen en las partes mencionadas, ordenó el departamento y dejó las botas y la peluca negra, además de colocar y amarrar la bolsa en su cabeza para que no pudiera respirar ni quitársela.
Tras concretar tales acciones, se llevó las pertenencias que Ana llevaba en ese minuto.
Seguido a su detención, la familia de Juan Antonio Álvarez Litben —un empresario hotelero argentino junto al que vivió en Canarias y con quien se había casado en 1990— impulsó la reapertura de la investigación por su muerte.
El hombre había fallecido tras ingerir una sustancia altamente tóxica y sus familiares estaban convencidos de que la viuda —con quien llegó a tener una hija— había sido la responsable del atentado, para así quedarse con su fortuna.
Cuando los agentes descubrieron esa arista del pasado de Angie, también se enteraron de que había ejercido la prostitución a escondidas y que había tenido discusiones con su entonces esposo cuando él se enteró.
Con ese motivo, Álvarez le propuso el divorcio y le dijo que revelaría su secreto si ella se oponía a que tuviese la custodia de su hija.
Ante tales amenazas, ella se fue con la pequeña a Barcelona por unos días, periodo en el que según rescató el citado medio a partir de declaraciones de una empleada doméstica, llamó constantemente por teléfono para saber si Juan estaba bien, una actitud que no era usual en ella y que complementó con retrasar de a poco su regreso.
Sin embargo, no se hallaron culpables en ese caso y Angie recibió una fortuna cercana a los 250.000 euros, además de propiedades y acciones.
Según sugirió en su declaración, Juan podría haber muerto tras tomar esa sustancia pensando que era “sal de frutas”.
Dos meses después Angie se mudó con su hija a Barcelona, a quien ya había matriculado en un colegio de ahí previo a la muerte de Álvarez, según Infobae.
En dicha ciudad solía pasear con prendar y autos de lujo, entre ellos un Porsche y una camioneta Hummer.
Y también comenzó a trabajar en la empresa en la que conoció a Ana María.
El caso de la muerte de Juan siguió sin presentar mayores conclusiones, pero Angie sí fue declarada culpable por el asesinato de Páez.
Pasó cuatro años en prisión preventiva antes de que en marzo de 2012 se iniciara su juicio.
En la instancia judicial insistió en su inocencia y dijo que no tenía necesidades económicas para haber cometido un crimen de esas características, pero ese argumento no fue suficiente.
Finalmente, el Tribunal Supremo de Barcelona la condenó a 22 años de cárcel —que posteriormente fueron reducidos a 18— y a pagar una suma de 200.000 euros a la familia de Ana María Páez.
Molina fue llevada a la cárcel de Brians 1, en donde se encontró con la ex policía española Rosa Peral, quien fue declarada culpable en 2018 de asesinar a su ex pareja y que inspiró a la creación de la serie de Netflix titulada El cuerpo en llamas.
De la misma manera, en esa plataforma de streaming también está disponible Las cintas de Rosa Peral, un documental en el que cuenta su propia versión de los hechos desde la cárcel.
Dentro de la prisión, ambas tuvieron una rivalidad que llevó a que Peral se jactara frente a ella de que su caso tuvo más protagonismo que el suyo en el programa de crímenes reales llamado Crims.
“Cállate, que a mí me hicieron cuatro capítulos y a ti solo uno”, le dijo supuestamente la ex policía según declaraciones rescatadas por El Español.
Actualmente, la hija de Angie tiene 32 años y visita constantemente a su madre, a quien siempre ha apoyado.
Por su parte, ella espera salir de prisión en marzo de 2027.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.