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Nayarit: el estado mexicano que busca la fama

Estuvo décadas fuera del mapa turístico azteca, pero hoy la ruta que compone 300 kilómetros de playas y poblados tradicionales crece año a año en popularidad. La combinación de cultura, surf y gastronomía de primer nivel explican este fenómeno.


Nayarit, quizás sin quererlo, por mucho tiempo pasó desapercibida. Con un envidiable borde costero en el corazón del Pacífico mexicano, esta zona siempre se vio opacada por sus estridentes vecinos: el popular Jalisco en la vereda sur y el polémico Sinaloa en el norte, quienes se robaban la película; uno, por su popularidad turística, y otro, por su afán de aparecer en las crónicas rojas.

Así, sus 300 kilómetros de costa y una veintena de pueblos y playas vírgenes vivían resignados también a ser la sombra de Puerto Vallarta que, a poca distancia, se robaba las preferencias de los visitantes como destino popular y glamoroso del México del siglo pasado.

Han pasado los años y hoy el panorama es distinto. Nayarit despertó, está hambriento por hacerse conocido y lo está logrando. Ya es una opción conocida para los turistas locales y de a poco hace lo suyo entre los extranjeros. Hasta ahora está jugando a mantener un perfil bajo, pero abierto a mostrar todos sus atributos como candidato a ser el próximo destino mexicano de moda.

Los pioneros en llegar a Nayarit, como suele ocurrir, fueron los surfistas, esos de espíritu hippie que, atraídos por las olas de diversa intensidad de este lado del Pacífico, comenzaron a hacer visitas frecuentes a los más de veinte pueblitos que, muy cerca unos de otros, veían pasar la vida sin sobresaltos. Luego llegaron los hostales, hoteles boutique, tiendas de artesanía y restaurantes con cartas más sofisticadas que los clásicos puestos de tacos y de aguachile. Este es el plato estrella de la zona, muy parecido al ceviche: base de pescado crudo o de algún marisco fresco, pero aliñado sin timidez y con distintos tipos de ajíes, jugo de fruta y limón.

Con tanta extensión costera, hay que entender que, al igual que los primeros visitantes, éste es uno de esos destinos que demandan moverse acompañados de un espíritu aventurero. Por eso, es perfecto para recorrerlo con calma, tomando la carretera en busca de un nuevo pueblo o playa perdida. La buena noticia es que la logística es sencilla: no es un problema arrendar autos o encontrar servicios de transportes para moverse de un lugar a otro.

El desafío es decidir dónde quedarse. Una apuesta segura es Sayulita, que a sólo 40 minutos del aeropuerto de Vallarta se presenta como un pueblito de calles empedradas que combina perfectamente el ideario mexicano de iglesias coloniales, casas multicolores y gente amable, casi como si hubiese sido diseñado por Pixar como locación para Coco. De hecho, según cuenta un guía local, este lugar es reconocido por su tradicional fiesta del Día de Muertos, donde la gente sale a la calle con mesas repletas de comida y ofrendas florales para recordar a sus difuntos.

Su larga playa permite que todos puedan convivir, desde los visitantes de fin de semana, que prefieren amontonarse en la zona más cercana al pueblo, hasta los que optan por rincones más tranquilos y alejados. Lo que aquí no se puede evitar es la presencia de surfistas amateurs, ya que, por el tamaño de sus olas, esta playa es perfecta para aprender a pararse sobre una tabla. Hay escuelas que dan clases a los entusiastas, con arriendo de equipo por 20 dólares la hora. El éxito está garantizado.

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Hacia el interior de Sayulita, también hay actividades que vale la pena anotar: el rancho Mi Chaparrita ofrece una serie de actividades, como un largo canopy que comienza en la cima de una montaña y que ofrece, junto con la adrenalina, la posibilidad de sobrevolar un bosque denso y verde con vista al mar. Este lugar también cuenta con paseos a caballo, snorkeling y pesca, para terminar si se quiere con una muy necesaria cata de tequilas y mezcales.

Muy cerca de Sayulita está San Francisco, más conocido como San Pancho. Y si su vecino se caracteriza por su popularidad turística y múltiples actividades, este lugar ofrece sólo tranquilidad, descanso y pataches de mariscos en sus chiringuitos de orilla del mar. El aguachile acompañado de vino blanco o de cerveza marca Pacífico es un comienzo obligado, pero la carne firme del pargo rojo, peces loro, pulpos y atunes frescos también deben ser considerados, junto con otros elementales de la cocina mexicana como los chiles nogados, las enchiladas y el clásico guacamole.

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Si como parada gastronómica San Pancho es un imprescindible en la ruta, a menos de media hora de distancia está Bucerías, otro pueblo que ha crecido junto al turismo y que se ha adquirido un sello cultural, donde algunas tribus características de este estado como los huicholes, coras y tepehuales ofrecen en puestos de feria sus artesanías hechas a mano como joyas y esculturas, elaboradas bajo la inspiración de rituales místicos y mágicos. Menos místico, pero sí bastante mágico, es otro de los productos claves que se venden en esta feria y que también promueven dichas tribus: el gel de marihuana y peyote que promete y cumple con el alivio a malestares que van desde el reumatismo hasta el lumbago.

El sello elegante

Como todo destino turístico en auge, Nayarit también ha dado espacio a la llegada de lujosos resorts y hotelería que miden su categoría con diamantes en vez de estrellas, un alivio para quienes prefieren vivir sus vacaciones con clase y estilo, más allá de los atractivos del viaje en carretera y la posibilidad de descubrir picadas en la ruta. Las zonas conocidas como Nuevo Vallarta y Punta Mita cumplen con este objetivo, cambiando el estilo hippie por grandes complejos hoteleros, con sistema todo incluido, canchas de golf y restaurantes desarrollados por chefs reconocidos a nivel mundial. Cadenas como Grand Velas, W y Hard Rock pertenecen a esta elite en crecimiento con propuestas en sistemas exclusivos para adultos y también familiares.

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Otra de las razones por los cuales es importante conocer ambas zonas (o quedarse si el bolsillo lo permite), es que de ambos puntos zarpan lanchas con destino al Parque Nacional Islas Marietas. La única regla para llegar es que el mar se encuentre lo suficientemente templado para permitir la navegación de sólo 10 minutos, hasta alcanzar los dos islotes que componen este tesoro natural.

Aquí se encuentra el lugar más icónico de Nayarit y el más fotografiado: Playa Escondida, formada naturalmente en un gran cráter dentro de una cueva y que permite nadar entre formaciones rocosas.

Y si bien conocer esta playa es casi una obligación, no hay que olvidar que aún hay un largo camino de costa por descubrir. Porque Nayarit es todavía un destino nuevo, pero que crece rápido y, por lo mismo, es posible que ese estilo relajado y discreto que muestra hoy, ya no exista para mañana.

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