Qué pasó con el experimento donde cientos de libertarios se asentaron en un pueblo de Estados Unidos
Llegaron a Grafton, New Hampshire, con el objetivo de “demostrar la factibilidad del libertarismo”. Los efectos de su proyecto fueron documentados en un libro.
La reciente victoria del economista Javier Milei en las elecciones primarias de Argentina ha sido uno de los temas más discutidos durante las últimas semanas. Esto, debido a propuestas tan controversiales como “dinamitar” el Banco Central, reducir el número de ministerios y permitir el porte de armas de fuego, entre otras.
El líder de la coalición La Libertad Avanza se ha reconocido en múltiples ocasiones como un “anarcocapitalista” y “libertario”, lo que ha llevado a que este último concepto sea ampliamente comentado.
Pero, ¿qué significa seguir esa tendencia del pensamiento?
A grandes rasgos, el libertarismo posiciona a “la libertad individual como el valor político supremo”, escribió el ex vicepresidente del Instituto CATO que busca impulsar esta corriente, David Boaz, en declaraciones rescatadas por la BBC.
De la misma manera, el filósofo Jason Brennan detalló en un artículo para la Escuela Austriaca de Economía e Ideas de Libertad que las personas que lo defienden “creen que el respeto por la libertad individual es el requisito central de la justicia”.
En este sentido, sostienen que el Estado tiene un carácter invasivo, por lo que debe ser reducido o —en los casos más radicales— derechamente eliminado.
“Yo considero al Estado como un enemigo; los impuestos son una rémora de la esclavitud”, ha manifestado Milei, además de comparar su actividad con “la opresión de los monarcas”.
Tales ideas han generado múltiples reacciones. Pero más allá de las respuestas negativas de la oposición y de lo que ha planteado el economista argentino desde su ascenso en la esfera política, hay personas que han querido experimentar cómo se da el libertarismo en la práctica.
Algunas de ellas, en Estados Unidos, incluso decidieron mudarse a un pequeño pueblo llamado Grafton, en New Hampshire, para intentar construir un sistema bajo sus propios parámetros.
Desde su visión, el objetivo era probar que menores impuestos y regulaciones en dicho lugar iban a tener efectos positivos en el bienestar de la población y la reducción de la pobreza.
Esto fue lo que ocurrió con el paso de los años.
Cómo se dio el experimento de los libertarios en Grafton
El periodista estadounidense Matthew Hongoltz-Hetling, quien relató lo ocurrido en su libro A Libertarian Walks into a Bear (PublicAffairs, 2020), dijo a la BBC que la iniciativa partió en 2004, cuando cientos de libertarios se trasladaron a dicha localidad para realizar lo que bautizaron como Free Town Project (“Proyecto del Pueblo Libre”, en español).
Según detalló, querían “demostrar la factibilidad del libertarismo creando una comunidad utópica”.
“Estudiaron docenas de ciudades en New Hampshire antes de decidirse por Grafton, pero este resultó atractivo por varias razones: Allí vivía un libertario llamado John Babiarz, que se postuló a gobernador (...) También tenía una población pequeña, de unas 1.000 personas, lo que significaba que un número relativamente pequeño de votantes libertarios podría ejercer una enorme influencia a la hora de aprobar ordenanzas (...) Y por último, el pueblo tenía una profunda historia de rebeldía contra la autoridad. A finales del siglo XVIII votó por separarse de los entonces recién constituidos EE.UU. por cuestiones fiscales, y muchos de sus habitantes ejercían la desobediencia fiscal (no pagaban impuestos)”.
Solo bastaron unos meses para que 200 de ellos llegaran a la localidad del estado de New Hampshire, después de que se organizaran por internet.
La mayoría de ellos eran hombres blancos y solteros, mientras que sus posiciones socioeconómicas fueron variadas. Pese a que algunos tenían un alto poder adquisitivo, otros no contaban con un presupuesto amplio o incluso vivían bajo la línea de pobreza.
Hongoltz-Hetling atribuyó ese último factor a por qué aumentó el número de casas rodantes y carpas en medio de los bosques que rodean a Grafton.
En general, los recién llegados demostraron desde un principio su interés por influir en las medidas, tal como lo habían planeado.
“Eran muy activos y participaban en el proceso político local, lo que les permitió imponer muchas de sus ideas a la comunidad”, dijo el autor del libro.
Así, convencieron a sus vecinos de que apoyaran la disminución de impuestos, lo que se tradujo en un recorte de un 30% al presupuesto municipal de 1.3 millones de dólares que tenían.
Sin embargo, no lograron lo mismo con otras propuestas como sacar al pueblo del Distrito Escolar —la autoridad que supervisa los colegios— o declarar a Grafton como “una zona libre de Naciones Unidas”.
Tras el ajuste económico que celebraron, para 2011 las vías de la localidad estaban llenas de hoyos, el servicio de recolección de basura no daba a basto, la biblioteca pública se vio obligada a limitar su horario a solo tres horas diarias y la cantidad de agentes policiales a tiempo completo se redujo a uno, debido a que no podían pagar más salarios.
Esto último, sumado a la llegada de más personas con armas, favoreció a que el número de delitos violentos aumentara en un 12%, según estadísticas regionales revisadas por la BBC.
Asimismo, durante la década pasada, se registraron los dos primeros asesinatos en el sector en tiempos recientes.
A ello se le adhirió que los recortes en los gastos municipales facilitaron que una oleada de osos se acercara al pueblo. Ese fue precisamente el factor que atrajo inicialmente la atención de Hongoltz-Hetling.
“Muchos de los libertarios que vivían en el bosque no seguían las recomendaciones sobre la eliminación de residuos, lo que creó una fuente de alimento fácil para los osos. En segundo lugar, algunos de ellos empezaron a alimentarlos (...) lo cual atrajo a los animales a las zonas residenciales”.
En medio de ese complejo escenario, la comunidad rechazó solicitar ayuda a las autoridades regionales. Más bien, según contó el autor, “individualidades intentaron disuadirlas de formas que no eran eficaces (usando fuegos artificiales)”.
“Con el tiempo, los osos se volvieron más audaces y se interesaron más por los humanos como fuente de alimento e incluso dejaron de hibernar”.
Ya en el 2016, una gran parte de los libertarios que había llegado en 2004 prefirió irse de la zona.
Aún así, los problemas han continuado. Según Hongoltz-Hetling, debido a que “el presupuesto del pueblo no ha crecido para compensar los años perdidos y los servicios municipales siguen siendo deficientes en comparación con los de otras localidades vecinas”.
“Sin embargo, el ambiente es más tranquilo que antes, y no ha habido más ataques de osos, así que quizás eso sea una victoria”, destacó, comparando la actualidad con cómo estaba el escenario hace unos años.
Respecto a cómo los libertarios pudieron tener tanta influencia apenas llegaron al pueblo, explicó que “actuaron dentro del Estado de Derecho, por lo que no había motivo para que intervinieran las autoridades estatales o federales”.
Bajo esta línea, sentenció que “el fiasco de Grafton fue en parte el resultado de un proceso democrático justo, en el que los residentes con mentalidad comunitaria no se organizaron tan eficazmente como los libertarios”.
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