Festival de Viña desde el escenario: los secretos de una corista

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Foto: Agencia Uno

De niña cantaba en vez de jugar a las muñecas; consiguió renombre en Instagram gracias a los videos en que se muestra cantando; ha puesto su voz al servicio de artistas como Myriam Hernández, Pillanes, Álex Anwandter y ha participado como corista en programas de televisión. Javiera Vinot, también integrante de la orquesta del Festival viñamarino, detalla a Culto su historia y parte del proceso de preparación para el certamen de la Gaviota.


Basta pinchar la brillosa pantalla del móvil para escuchar su voz, o más bien sus voces. Si no la ha visto en televisión, como corista del Festival de Viña -o de otros artistas-, los breves clips de video que Javiera Vinot (chilena, 27 años, grandes ojos almendrados y chasquilla sobre la frente) sube de cuando en cuando a su cuenta de Instagram, son suficientes como una lúdica, pero cuidada, tarjeta de presentación en la era digital.

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Pero no se acaba ahí. Ella no solo canta con una facilidad pasmosa algunas canciones del repertorio r&b, que van desde el prodigioso Stevie Wonder -su artista favorito- a la intensa Lauryn Hill. Perfeccionista hasta la médula, Javiera además graba varias voces, como una suerte de coro fantasma que gracias a la tecnología y a su gusto por la música vocal, la multiplica por tres, cuatro, o hasta nueve.

"Siempre me han gustado mucho las armonizaciones, muchas voces juntas, los coros, el gospel, la mùsica negra, la música vocal -cuenta a Culto-. Hay grupos que son solo voces que me gustan mucho. Entonces en algún momento me lancé a hacerlo nomás".

Fue en una tarde de asueto, hace cuatros años, cuando Javiera grabó el primer video. Lo subió y al poco rato ya había pasado la centena de reproducciones. Entusiasmada con el aplauso de esa audiencia que no ve, pero que siente, decidió seguir. Con el tiempo afinó un método. Primero elige la canción. En eso no hay sorpresa: es simplemente porque le gusta o le resulta desafiante. "Son temas que escucho y digo: 'este me lo imagino a capella'. Trato de elegir algunos que tengan armonías entretenidas, más rebuscadas, difíciles".

Luego, se sienta al piano. Un instrumento que domina porque lo estudió como intérprete profesional, pero también porque su padre, músico y compositor le enseñó algunos de sus secretos desde niña. "Saco el tema y según los acordes, la armonía, voy sacando las voces", dice. Pero más que el golpeteo de las teclas, ella prefiere la certeza del oído, acaso el superpoder de los músicos.

"Hay harto de oreja igual. Más que algo teórico, es más de oído". Luego, con la ayuda de una app llamada A capella, graba los arreglos vocales. De ahí, a la red y los aplausos en forma de "likes".

Es que incluso, en esos momentos lúdicos, para Javiera la música no deja de ser algo serio.

El Festival, una final

Además del oído, si hay un sentido que ha desarrollado el maestro Carlos Figueroa es el olfato para detectar talentos. Su puesto como director de la orquesta del Festival de Viña del Mar, se lo exige. Él compara el certamen como una final. Una en que no se puede fallar. Por ello debe llevar músicos excelsos. A lo mejores atletas del sonido.

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"Yo siempre ando en la búsqueda de gente, cada año siempre estoy incorporando personas nuevas -cuenta-. La orquesta es como la selección chilena. En el fondo durante el año vas viendo quienes están jugando su mejor partido, los que están teniendo su mejor rendimiento y ya para octubre o noviembre, estás convocando a la orquesta. Porque ahí en Viña, todos los días es una final".

"Hay que estar atento no solo a la transmisión del festival, sino que al cansancio, a la concentración, a las horas de espera -explica-. O sea, dentro del show tienes que esperar como tres horas y si te desconcentras, entre medio vino una cortina, o una competencia, o una Gaviota, o acompañar a un artista, y si estás desconcentrado o te cansaste, no rindes y suena mal, no más. Por eso digo que esto es de alto rendimiento".

Figueroa sabe de lo que habla. Fue el baterista de la orquesta del Festival por una década. Luego él, tomó la batuta. Como trabajaba en televisión y ya tenía una trayectoria, los ejecutivos de Chilevisión le pidieron que presentara una propuesta. Se la aceptaron y desde ahí lleva casi diez años. Pero además tiene un largo recorrido como director y arreglista. Su currículum registra trabajos junto a nombres como Incubus, Plácido Domingo, Verónica Villarroel, Myriam Hernández, Andrés de León, Gente de zona, Illapu, Sting, entre otros.

Precisamente, fue en la búsqueda de músicos para la orquesta en que dio con Javiera. "Hay un grupo de músicos, como la Javi, cantantes, que son los que graban jingles, diversas cosas y sesionan acompañando a varios artistas. Como mi mujer hace lo mismo, la conoció. Entonces ahí me dice 'atento a ella'".

Tras llamarla a una audición pensada para medir sus habilidades en lectura musical y su técnica vocal, Figueroa comprendió que tenía frente a él a una intérprete de excepción. Y sí, también vio sus videos. "La Javi tiene mucha seguridad al cantar. Digamos, destaca su calidad. Además, ella es un músico que tiene un conocimiento universal de estilos diversos, entonces eso permite que uno pueda comunicarse con ella de manera específica para cualquier situación a la que te tengas que enfrentar musicalmente".

Luego, el músico la integró a sus presentaciones y trabajos para comprobar su rendimiento en directo. Así pasaron la Teletón y programas televisivos como "Yo Soy". "Hice grabaciones con ella, la llevé a otros eventos antes y ahí voy viendo como funciona en vivo, porque es distinto el funcionamiento en vivo que una sesión de estudio".

Hasta que llegó el primer Viña, en 2018. Javiera reconoce que tuvo nervios. "Igual sí, porque era la primera vez". Dice que lo más difícil fue hacer frente a las largas horas de espera, el sueño y el frío que, avanzada la madrugada, recorre la Quinta Vergara y estremece el cuerpo.

Repitió en la Quinta Vergara el 2020, porque el año anterior privilegió un gira con Miryam Hernández. "Como es artista internacional, la mayoría de los shows son afuera. Viajamos harto a Ecuador, Colombia, Perú, Bolivia, Argentina -cuenta-. Es impresionante. Ella sola afuera llena un estadio gigante y la gente la ve como una superestrella. Acá es como más fome, cuando tocamos afuera la gente es como más efusiva".

En general, el trabajo para el Festival es de diez días. Cuatro de ensayos, más los seis de Festival en sí, donde también hay ensayos durante el día, en especial con los artistas de las competencias. Además, hay ensayos generales en horario nocturno, para afinar la transmisión televisiva. Eso sí, este año por la contingencia todo se corrió más temprano. Además la cantante señala que no le tocó alojar en el Hotel O'Higgins ni presenciar los incidentes que ocurrieron en sus inmediaciones el domingo 23 de febrero, a horas de la jornada inaugural.

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No recuerda la primera vez que estuvo en un escenario, pero sí que era un espacio al que la acercaron desde niña. En su familia, casi después de aprender a hablar, se aprende música. Solía acompañar a la banda compuesta por su padre, madre, hermanos y hermanas, llamada Quitrú -que toca una particular fusión latinoamericana-, en colegios y eventos varios. Todos son músicos. Todos están vinculados por las armonías y melodías como si fuera un segundo lenguaje común.

"Mi hermana mayor es cantante también, directora de un coro -cuenta Javiera-. Esto de las voces y los videos es un poco por ella también. Cuando chica, en vez de jugar a las muñecas me enseñaba una voz y ella cantaba otra. Le gustaba cantar a voces, me hacía participar y en verdad como gracias a ella seguí con eso".

Por ello no fue raro que al salir del colegio se decidiera por la música. "Me metí a Projazz a estudiar piano. Hice la carrera pero no me titulé. Después seguí sola. Me empezaron a llamar de otras pegas, para tocar, para cantar. De hecho ahora me dedico más a ser cantante que pianista, pero de repente tengo que tocar".

Pronto su habilidad se hizo notar. Su currículum revela colaboraciones con gente como De Kiruza, Pillanes, Álex Anwandter, Jaco Sánchez y los Jacos, entre otros. "A la Javi la conocí en Horacio y los plasticines un proyecto que tenemos con mi hermano Felipe -detalla Pablo Ilabaca, ex guitarrista de Chancho en Piedra-. La vi, me encantó su voz de inmediato y decidí trabajar con ella porque creo que la Javi tiene algo que no tienen todas las personas que cantan: una llegada a la médula auditiva".

https://www.youtube.com/watch?v=8clYyNI5HLI

"En una tocata el Felipe Ilabaca me conoció y me llamó para tocar en Horacio y los Plasticines, un proyecto de música infantil que tenían para un programa de TV -recuerda Javiera-. Ahí fue mi primer encuentro musical con ellos". Con el tiempo, los hermanos también la incluyeron como cantante en las presentaciones de Pillanes, el supergrupo que integran junto a los exbunkers Francisco y Mauricio Durán y Pedropiedra.

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Para Javiera lo más difícil de ser músico en Chile, es hacerse de un lugar. "Es difícil entrar en el medio porque se mueven mucho entre las minas personas, al menos yo he sentido eso. Pero una vez que uno ya entra, ya te conocen. Ahora, el medio musical es como bien reducido. Si uno quiere hacer una carrera como músico de sesión, así fuerte, te tienes que ir afuera".

Aunque ha dedicado su carrera a cantar en proyectos de otros, Javiera no descarta algún día pasar al frente y cantar composiciones propias. "De irme de Chile alguna vez, por ejemplo a México, sería para hacer algo mío -asegura- o sea ¿para qué irme y hacer lo mismo que acá?".

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