Ascanio Cavallo: “En la década de Lagos a Bachelet nace mucha rabia, mucho rencor de no ser escuchados”

Ascanio Cavallo
El periodista y analista político Ascanio Cavallo. Foto: Andres Perez

Junto a la periodista Rocío Montes, el analista político prepara una investigación en torno a los 10 años de gobiernos socialistas, que culminan con la derrota ante Sebastián Piñera.


El año 2000 se dibujaba en el horizonte y despertaba expectativas y temores. A nivel global estaba el miedo a los errores informáticos. La crisis asiática elevaba los índices de desempleo a niveles dramáticos. El exgeneral Augusto Pinochet se encontraba detenido en Londres, y en el país, Ricardo Lagos y Joaquín Lavín protagonizaban la elección presidencial más estrecha desde el retorno de la democracia. En diciembre, el candidato de la Concertación obtuvo la primera mayoría relativa, con solo 31 mil votos más que el entonces alcalde de Las Condes.

El resultado obligó a una segunda vuelta y contagió de nerviosismo al mundo concertacionista. Y también a la derecha. “Los que tenían más temor eran el propio Lavín y su círculo, no estaban preparados, no tenían equipos, ¿con quién iba a gobernar? ¿Con exministros de Pinochet?”, dice el analista político Ascanio Cavallo.

Tras cinco años de investigación, prepara junto con la periodista Rocío Montes un libro que reconstruye la década que comienza con la elección de Ricardo Lagos y culmina con el triunfo de Sebastián Piñera y el terremoto de 2010. Con fecha tentativa de edición para octubre, la investigación completa el trabajo que Cavallo comenzó en La historia oculta del régimen militar y La historia oculta de la transición.

“A fines de los 90, justo antes de Lagos, se conjugan una serie de fenómenos políticos: la detención de Pinochet en Londres, la reñida elección Lagos-Lavín, la crisis asiática y la primera gran discrepancia dentro de la Concertación entre los autoflagelantes y los autocomplacientes”, dice.

El trabajo se concentra en la primera década del siglo XXI, esencialmente los gobiernos de Lagos y el primero de Michelle Bachelet, los dos socialistas. “Es la primera vez en la historia que los socialistas gobiernan 10 años en Chile. A medida que avanzábamos vimos que muchos de los procesos que han eclosionado en estos últimos años encuentran muy nítidamente sus raíces ahí: los pingüinos, el Transantiago, la idea de la corrupción política, el debilitamiento de la estructura de partidos políticos que empieza a rebotar en la abstención. Está ahí el germen vivo, es fácil verlo hoy, no entonces, claro, de lo que hemos visto después, incluso nuestra Convención Constitucional”.

Una década de gran crecimiento económico, que amplió beneficios sociales, pero que acumuló tensiones insospechadas. Y que cerró con la entrega del poder de la Concertación a la derecha, después de 20 años de gobierno.

¿El resultado de Lavín el 99 es una alerta para la Concertación entonces?

Abre una puerta que nadie había visto, salvo el entorno de Lavín, pero era más publicitario: un candidato ingenioso, activísimo. Pero perdió esa elección y dio un paso en falso: fue alcalde de Santiago. Es muy difícil ser alcalde de Santiago, es un asador donde se quema la carne.

¿Lavín se quemó?

Ahí se quemó y el primero que lo advierte es Piñera, que es muy astuto y llevaba una vigilancia muy cuidadosa. Hay que recordar que Piñera fue candidato el 92, y se va dando cuenta de lo que pasa, porque aquí el tiempo es clave. Es muy interesante lo que pasa en la derecha, la despinochetización, por ejemplo.

Es el momento en que la derecha se separa de Pinochet.

Se empieza a separar el propio Lavín, con Pinochet preso en Londres. Él entiende que la campaña había que hacerla en Chile, no en Londres, decide olvidarse de Pinochet, y hay una creciente distancia política de la gente cercana como la UDI. Hay que acordarse que Pinochet promueve votar por Frei Bolívar; las ideas de Pinochet no estaban hechas para la democracia.

Lagos es el primer gobierno del siglo XXI, presidente socialista, pero se le reprocha que deja deudas sociales.

El gobierno de Lagos ha sido muy castigado, se le ha culpado de las carencias que se hicieron evidentes, pero fue el último gobierno que tuvo cierta disciplina de los partidos y parlamentarios. Lagos tuvo los primeros díscolos, pero no sufrió desgarramiento de los partidos. Tuvo directivas terribles, autoafirmativas, como Adolfo Zaldívar en la DC; o raras, como Gonzalo Martner en el PS, y eso después a Bachelet le estalló inesperadamente con personas que se fueron del PS, como Marco Enríquez y Alejandro Navarro; se rompió el PPD con Schaulsohn y Flores, se quebró la DC con los colorines. El proceso se agudizó hacia el final de la década. La discusión de flagelantes es interesante, porque si bien es conceptual, y en ella participaron cerebros como Norbert Lechner, Brunner, tiene algo también bien sentimental: hay algo de que no todos estamos incluidos en la discusión, no todos participamos de la política pública. Y algunos advierten que el rumbo estaba generando un resentimiento social, y los otros dicen que lo que genera el resentimiento es la crítica.

Veinte años después sí había gente que se sentía excluida.

Y había una parte que se sintió excluida precisamente dentro de la ola de progreso. Es verdad que cuando miras los números, el momento en que se introduce el CAE la cifra de universitarios se dispara, es una cosa impresionante. Pero lo que para algunos era razón para felicitarse, se palmoteaban las espaldas, al final de esa escalera no había empleo, igualdad, universidades de mala calidad, eso no lo sabíamos.

Y se genera la deuda de los estudiantes.

Eso estalla seis años después. Se crea la jornada escolar completa el 2000, pero había escuelas con problemas de infraestructura, colegios que no daban, y eso estalla con los pingüinos. Los pingüinos fueron por un alza en el transporte, para que nos recordemos del 18 de octubre. Donde encuentro los primeros torniquetes es en las micros amarillas. Después vino la reforma del transporte.

A Lagos se le acusa que gobierna para los empresarios, ¿tiene base esa crítica?

Yo no quisiera emitir juicios. Efectivamente, es una acusación que se le hizo. El gobierno entró con el temor de que iba a tener dos poderes fácticos en contra, los grandes empresarios y los militares. Es verdad que tuvo que hacer muchos esfuerzos con las FF.AA. y más con los empresarios. Al final terminó con esa frase de Pablo Irarrázaval: los empresarios aman a Lagos. Una frase bastante fatal para un socialista.

¿Por ahí comienza a decaer su popularidad?

Si miras las encuestas de Lagos, efectivamente son altísimas, pero pronto empiezan a bajar. Su popularidad baja dentro del siguiente gobierno de la Concertación, no es obra de la derecha, sino de la crítica interna. Cuando ves el panorama y lo comparas ahora, parece la prehistoria. Hablas de partidos desprestigiados y que entonces eran poderosos, con grandes dirigentes, discusiones sofisticadas, pero empezaba ya la pelea chica por el poder, los cargos, la distribución de pegas, como es inevitable en las democracias.

Ascanio Cavallo
"Crecientemente desde Aylwin hacia adelante hay una pelea por los cargos del aparato del Estado, se ve en los partidos, en las facciones", dice Ascanio Cavallo. Foto: Andres Perez

Bachelet intenta un cambio, el gobierno ciudadano, ¿en qué medida le resulta?

Ahora se ve que había un cambio de eje importantísimo, no sólo de discurso. Michelle Bachelet, por así decirlo, estaba a la izquierda de Lagos, pero es verdad que en ese primer gobierno tenía menos experiencia y había partidos estructurados con mucha fuerza interna que le hicieron difícil aplicar lo que probablemente habría estado más cerca de sus ideales, que fue más bien el segundo gobierno. En el primero estuvo constreñida por factores externos y ajenos a su voluntad, con equipos poco afiatados, contradictorios. Tuvo cambios de gabinete muy dramáticos en períodos cortos...

Estalla la revolución pingüina...

Lo que es increíble de la revolución pingüina es que los secundarios habían trabajado un programa de reformas impresionante, con puntos muy bien elaborados, con dirigentes inteligentes. Cuando asume el gobierno, ese programa es ignorado, se firmó en noviembre de 2005 y en marzo de 2006 ya no existía. Incluía costos del transporte, la Loce, educación sexual, políticas deportivas, era una cuestión muy bien hecha. Trabajaron los propios estudiantes secundarios los fines de semana, eran mateos, y después no los pescan.

¿Faltó perspicacia, lucidez política?

Faltó continuidad del Estado. Eso debió pasar de un ministro a otro, te encuentras con fenómenos de ese tipo que empiezan a ignora lo del anterior, hubo un grado de discontinuidad que tenía que ver con la distribución de énfasis y de personas.

Y van quedando nudos sin resolver.

El nudo más claro es el del Transantiago, es un proyecto que parte con Lagos. Los buses oruga llegaron con Lagos, ahí se empieza a ver como que no cabían bajo el paso nivel, se quedaban trabados en Bandera. Pasa un año y tanto y se lanza el Transantiago. Hoy resulta evidente que no estaba listo. Pero todos estos desajustes tienen una versión política, en el sentido del desacuerdo de las élites políticas. Eso no había ocurrido. Lagos fue muy cuidadoso con lo que dejó Frei, terminó el funcionamiento de una mesa de diálogo que no le gustaba, siguió adelante con los tratados internacionales, en fin.

El Transantiago prometía revolucionar el transporte de la ciudad.

El transporte mundial, porque no era menos, era un plan de categoría muy superior a todo, y con una ambición impresionante, mover a siete millones todos los días, de qué me hablas.

¿Y se convirtió en un gran lastre?

Creo que en la interpretación de Benito Baranda o Iván Poduje, que ese sentimiento de humillación canalizó muchos otros sentimientos menores y cotidianos. Benito Baranda dice que nunca se había sentido tan humillado el pueblo de Chile, es durísimo.

¿Cómo se explica este gran fracaso?

Lo que hemos visto hasta ahora es que hay una clara desconexión entre el proyecto y la materialización del proyecto. Es claro que esto funcionaba con un operador tecnológico que jamás estuvo, con paraderos que no estaban construidos, con corredores viales que aún se están construyendo, con una cantidad de elementos que estaban a medias. Era como entrar a una casa en tijerales, se va a llover y va a hacer frío. Nadie le dio la suficiente importancia al hecho de presentar un producto tan deficitario, no se le dio la importancia social. Los que hacen las advertencias más persistentes son los carabineros; ellos entregan el primer informe que dice esto va a ser un caos, pero no un caos de algunos días, sino un caos social extensísimo.

¿Qué dimensión tiene la derrota de Bachelet en 2009?

Era una obsesión de los anteriores presidentes, Lagos, Frei, Aylwin, de entregar la banda a un continuador; ellos se veían a sí mismos como presidentes de carreras largas que tenían que tener continuación. Ahora, con esa lógica llegas a gobiernos de 40 años. La presidencial del 2009 es una elección muy dura, lo que le pasó a Frei Ruiz-Tagle fue muy difícil y muy dura la dispersión de votos. Marco Enríquez saca el 20%. La gente de Frei dice que ese fue el factor decisivo, porque impidió reunir las fuerzas en primera vuelta y ya en la segunda fueron irrecuperables. Esa campaña fue muy áspera, quedaron todos muy enojados, se quebró algo de la actividad cívica dentro de la Concertación.

¿Fue el fin de la Concertación?

No volvió a gobernar, se abren grietas grandes en la izquierda que dan origen a la Nueva Mayoría y a un nuevo polo de izquierda, con el PC y el Frente Amplio. Lo que uno ve es que la experiencia de estar en el gobierno es mareadora, no solo te da estabilidad laboral, que es bastante, sino te da una sensación y aura de poder; ser alto funcionario público es una cuestión que tiene componentes que van más allá del sueldo.

¿A la Concertación le gustó el poder, quiso aferrarse a él?

Creo que sí, crecientemente desde Aylwin hacia adelante hay una pelea por los cargos del aparato del Estado, se ve en los partidos, en las facciones. En algunos momentos se pone descarado, cuando los partidos dicen quiero tener Chiledeportes, a mí me toca el Injuv, o en regiones esto se expresa por el control de los seremis, cuántos me tocan y cuáles, y así. Es una distribución de poder que aleja a los partidos de los ciudadanos, no es solo que los ciudadanos se alejen, los partidos toman distancia, el tiempo para lo único que les da es para su grupo de amigos y partidarios.

Chile se movió a la izquierda. ¿Podría ser resultado de los problemas pendientes de esa década, de Lagos a Bachelet?

Creo que sí. Si entendemos que la izquierda trata de representar las carencias de una sociedad, sin duda; pero lo que nace es mucho rencor, mucha rabia con no ser escuchados, con insistir en temas que los gobiernos pasan por alto. Es una época en que el tema de las pensiones no está, porque no teníamos una gran masa de jubilados. El foco estaba muy centrado en tres cuestiones principales: salud, educación y seguridad. La seguridad era una cuestión bien discutida, Chile tenía los mejores índices de delincuencia de la región, pero estaba la sensación de que había zonas del país que eran peligrosas. El PNUD interpretó este sentimiento de inseguridad como una metáfora del miedo al otro, de la desconfianza social propia del proceso capitalista. Es una idea interesante.

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