Francisco Estévez: “No hay ningún argumento que permita asociar desobediencia civil con violencia”
Tras cumplir seis años en el cargo, el historiador deja la dirección del Museo de la Memoria. Aquí habla de los conflictos que enfrentó, del 18 de octubre y la violencia callejera, del debate sobre negacionismo y de las tensiones al interior de la institución dedicada a los derechos humanos.
Viene caminando desde Nueva Providencia. Francisco Estévez fue uno de los impulsores del cambio de nombre de esa calle en 2013, la avenida que fue inaugurada como 11 de septiembre en 1980. En los últimos seis años, el historiador de la UC dirigió el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, donde no solo relevó la historia de las víctimas de la dictadura. También tendió puentes con el presente, en especial a partir del estallido: el museo de Matucana denunció hechos de violencia policial y, al mismo tiempo, organizó encuentros participativos, como una intervención de LasTesis que logró una masiva convocatoria. Hoy, tras el tercer aniversario del 18/O, Estévez dice hay que separar las movilizaciones de la violencia callejera.
-Yo me aparto de cualquier manifestación de violencia, ya sea represiva o contestataria. Y me parece que hay que hacer una distinción entre los actos conmemorativos de lo que son episodios que no pueden ser aceptados por la ética democrática comprometida en la no violencia -dice.
Ex Mapu y PPD, en 2016 Estévez recibió el Premio UNESCO-Madanjeet Singh por su defensa de la no violencia. También solía lucir como una distinción el parte que le pasó Carabineros por intentar apagar la llama de la libertad con un extintor, en 2003. Hace una semana cesó en su cargo y a su salida se escucharon algunas críticas internas a su gestión.
¿La violencia de esta semana es heredera del 18 de octubre?
Creo que tenemos un déficit como sociedad. Lo que pasa es que se mezcla la manifestación política con asuntos más bien delictuales. Como país tenemos que aprender todavía una cultura política de la manifestación pública y de la manifestación de protesta. Lo que ocurrió el 18 de octubre fue un estallido social, pero tenemos que saber procesarlo en una cultura capaz de enfrentar los conflictos de una manera que no signifique emplear métodos de fuerza, ni para la represión ni para contestar esa represión. Es un aprendizaje diferente, es como volver a lo que fue la cultura de las grandes movilizaciones que permitieron terminar con la dictadura y volver a la democracia. Eso que fue tan importante en octubre de 1988, tiene que volver a ser importante ahora. Y es la capacidad de promover transformaciones sociales a través de una energía movilizadora de la sociedad civil, de los partidos políticos y de los distintos movimientos, porque no hay otro camino.
¿El contexto de atropello a los derechos humanos durante el estallido justifica la violencia y los incendios?
Nunca un contexto puede justificar violaciones a los derechos humanos ni la violencia utilizada como respuesta. La violencia contestataria ejercida como se ejerció no es el camino para lograr cambios. Lo que no quiere decir desmovilización o que no haya protestas y cuestionamientos, que no haya presencia en las calles.
¿Cree que hay sectores políticos interesados en mantener la violencia en la calle?
Por supuesto que hay grupos políticos que creen que es el camino para cambiar.
¿En el PC o más allá?
No. Hay grupos de ultraizquierda que pueden considerar que todo suma a una crisis. Pero el PC está en el gobierno y tiene una mirada de responsabilidad política.
¿Qué piensa de la opinión de Carlos Peña respecto de que la desobediencia civil en el estallido eran más bien pandillas delictuales?
Respeto mucho a Carlos Peña, es parte del directorio del museo. Yo creo que la desobediencia civil no es mala, pero no puede aceptarse que en nombre de la desobediencia civil haya acciones de violencia que perjudiquen a la comunidad, a la sociedad y a los proyectos políticos. No existe ningún argumento para asociar la desobediencia civil con la violencia.
Peña dice que a los intelectuales les faltó perspectiva crítica respecto del estallido...
A toda la sociedad le faltó perspectiva crítica, y autocrítica también.
Durante los meses posestallido el museo se volvió un lugar de mucha actividad...
El museo es un patrimonio de nuestra memoria y de nuestra sociedad. En todo el período del estallido nunca tuvo un rayado ni un atentado contra sus dependencias. El museo fue concebido como un espacio donde se va a preservar la memoria del período que corresponde a la dictadura, entre septiembre de 1973 y marzo de 1990. Pero ¿qué sucede? No se puede hacer un quiebre entre lo que pasó antes y lo que pasa ahora. Los retratos de las personas que están en el museo creo que dicen dos cosas: gracias por estar aquí, y ¿tú qué estás haciendo? Porque los sentidos de justicia son intergeneracionales. Entonces lo que hicimos fue decir junto al Nunca Más, tenemos que incorporar el Hoy Más que Nunca. Hoy más que nunca es necesario defender los derechos humanos, promover una sociedad democrática.
Ud. propuso el derecho a la memoria en el proyecto de nueva Constitución y también el derecho migrante.
Habiendo estado yo netamente por parte del Apruebo, sí tenía una crítica específica, porque había un silencio en todo el texto respecto del derecho humano a migrar. Y no estuvo considerado en un país que, además, recibió históricamente inmigraciones.
¿A qué lo atribuye?
No sé si fue por cálculo político, que si se ponía el tema migrante iba a subir el Rechazo. No sé, pero tú nunca debes hacer cálculo político en materia de derechos humanos; puedes ser minoritario, pero hay que ser consecuente.
En la Convención se discutió también el negacionismo. ¿Hasta dónde llegan el derecho de la memoria y la libertad de expresión?
En Chile, las distintas comisiones que se constituyeron para investigar lo que ocurrió ratificaron que efectivamente hubo violaciones masivas a los derechos humanos en dictadura, con miles de personas desaparecidas o ejecutadas. Eso no puede negarse, fue completamente real. El negacionismo tiene otra forma de expresarse, que es decir fue necesario, no se pudo evitar, fue inevitable. Y aquí volvemos a un tema muy del presente, en el sentido de que las crisis en democracia se resuelven de manera democrática, no dando golpes de Estado.
¿Usted es partidario de sancionar el negacionismo?
No, creo que la libertad de relativizar, de cuestionar, de poner en duda que pueden tener las personas, incluso escribiendo en medios de comunicación, no puede perseguirse. Pero sí debe sancionarse si eso lo hacen las autoridades del Estado democrático. O sea, si tú eres elegido en un Estado con una Constitución democrática no puedes hacer esto, porque es el marco en que uno tiene que moverse. Y por lo tanto, ahí sí que tiene que haber sanción respecto de un parlamentario o un ministro que puede tener esta posición. Y la sanción debería ser perder el cargo.
¿Por desconocer la verdad histórica?
Un Estado democrático no se concilia con la violación de los derechos humanos ni con ninguna dictadura y, por tanto, no pueden ser autoridades del Estado democrático quienes tengan posiciones negacionistas.
¿Qué pasa con un candidato a la presidencia como José Antonio Kast?
Él puede decir lo que quiera como candidato. Pero si es autoridad parlamentaria o lo que sea, ahí sí que la Constitución tiene que ser muy clara en el sentido de que esa persona debe perder el cargo que tiene en ese Estado democrático. Es la única responsabilidad que debe ejercerse. Las otras ya son situaciones en que personas individualmente puedan iniciar acciones de difamación o lo que tú quieras. Pero yo no estoy de acuerdo con la persecución de toda opinión de negacionismo.
Diferencias y afectos
Durante su gestión, el Museo de la Memoria enfrentó controversias. Una de ellas fue la exposición Hijos de la Libertad, montada en el Museo Histórico, y que incorporaba una fotografía y una frase de Augusto Pinochet. Naturalmente, Estévez se opuso a ella, así como el entonces diputado Giorgio Jackson. La muestra fue cancelada y el director del museo, Pablo Andrade, perdió el cargo.
Fue a inicios del segundo gobierno de Piñera. Pero lo peor estaba por venir.
El 9 de agosto de 2018 el Presidente designó como nuevo ministro de Cultura a Mauricio Rojas, economista y ex MIR reconvertido al neoliberalismo. Amigo de Roberto Ampuero, Rojas coescribió Diálogo de Conversos.
En ese libro, Rojas expresó frases contra el Museo de la Memoria: ”Más que un museo (...) se trata de un montaje cuyo propósito, que sin duda logra, es impactar al espectador, dejarlo atónito, impedirle razonar (...) Es un uso desvergonzado y mentiroso de una tragedia nacional que a tantos nos tocó tan dura y directamente”.
La frase fue recogida en un perfil publicado en estas mismas páginas el sábado 11 de agosto.
-Eso generó una reacción muy profunda: el mundo de la cultura y los derechos humanos solidarizó con el museo y se opuso a su designación. Fue tal la presión, que Rojas renunció el lunes, a los dos días.
Él lo leyó como un complot de la izquierda.
Lo escrito está dicho por él, nadie lo inventó. Una persona que tiene esa posición no puede ser ministro de la Cultura, las Artes y el Patrimonio, porque la memoria es parte del patrimonio del país.
¿Cómo fue la relación con la ministra Consuelo Valdés?
Ella me llamó y me dijo que tenía otra posición. Ella visitó el museo, estuvo ahí en ese momento y asumió un compromiso con los derechos humanos que yo valoro mucho.
El apoyo ciudadano al museo se expresó en una manifestación el 15 de agosto. Estévez recuerda a dos personas que fueron fundamentales: Raúl Zurita y Javiera Parada.
-Zurita es un poeta extraordinario y fue una de las figuras convocantes. Y Javiera Parada, aunque hoy estemos en posiciones políticas distintas, jugó un rol muy significativo por las organizaciones de derechos humanos.
Ella ha sufrido críticas duras y cancelaciones de parte de la izquierda por sus posiciones actuales. ¿Las comparte?
No, todo lo que es la cultura de la cancelación es nefasta. Puede haber crítica, pero a partir del diálogo.
Usted cumplió su período de seis años en el museo. Se va y aparecen críticas de trabajadores sobre su rol en el manejo de situaciones de maltrato...
El camino que yo voy a tomar siempre es el de la paz y de la no violencia, yo no estoy para la represión, no va con mi identidad. Y lo que hubo como respuesta fue la creación de un Comité de Buen Trato, porque sí hubo situaciones de maltrato y hay que hacerse cargo de ellas. En general, las organizaciones de derechos humanos están muy tensionadas. Y uno tiene que crear instancias que permitan la resolución de conflictos.
¿Tensionadas por distintas sensibilidades políticas?
Por distintas miradas, sensibilidades, experiencias personales. En una institución de derechos humanos tienes que ser demasiado proactivo para crear una cultura de respeto y buen trato. Tal vez la autocrítica es que no fue suficiente lo que hice.
Suena paradójico el maltrato en una institución de derechos humanos.
En todas las grandes instituciones se producen tensiones que siempre existen, y las organizaciones de derechos humanos no son una excepción. Ninguna institución está libre de eso. La creación de una cultura de la tolerancia y el respeto es una tarea permanente. Hicimos lo posible para gestionar la resolución de conflictos.
¿No le habría gustado estar en el museo para los 50 años del Golpe?
No estaré en el museo, pero siempre voy a estar en el tema de los derechos humanos. Hay muchos temas que son un gran desafío, como el Plan Nacional de Búsqueda, es un desafío enorme en el que todos tenemos que colaborar.
¿Tendrá éxito real o es más bien un gesto político?
Que sea un gesto político no es malo, siempre que sea acompañado de una acción real de preocupación del Estado, de apoyo presupuestario y de colaboración de todas las instituciones. No es solo el tema de la recuperación de los restos, sino también de la recuperación de la memoria y de la dignidad de las personas.
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