Lucy Oporto, filósofa: “La veleidad y travestismo de Boric es parte de un plan y una forma de manipulación”

LUCY OPORTO
LA FILOSOFA LUCY OPORTO EN EL MUELLE BARON DE VALPARAISO. FOTO: DEDVI MISSENE

Escritora y ensayista, una de las críticas más elocuentes del octubrismo, observa con escepticismo la progresiva distancia que han tomado el Presidente Boric y su gobierno respecto de los símbolos del estallido social: “Su propósito es de cálculo político y oportunismo”, dice. En su opinión, la generación gobernante no ha renunciado a su "propósito refundacional".


En noviembre de 2017, Lucy Oporto Valencia caminaba por los pasillos abiertos de la Universidad de Concepción. Autora de un ensayo culto y de gran profundidad sobre El gavilán, de Violeta Parra, la filósofa participaba en unas jornadas dedicadas a la artista. Era un cálido viernes de primavera, y entre los jardines vio a jóvenes bailando. Era una imagen alegre y bella, recuerda:

-Había una actitud de comunicación, de encuentro. No bailaban reggaetón, era música popular. Esa imagen no la he olvidado. Había una vitalidad, incluso cierta paz en la espontaneidad de esas parejas jóvenes que bailaban, naturalmente, una tarde de viernes en la universidad.

Lucy Oporto lo recuerda y hace un contraste: “Después vino 2019 y la universidad sufrió daños y destrozos. Ahora, hace unos días, hubo un tiroteo, al parecer por un ajuste de cuentas. Eso era impensable hace unos años. Hoy hay una escalada de violencia cotidiana y un avance del crimen organizado”.

Escritora y ensayista, doctoranda en Filosofía en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Lucy Oporto es autora de una obra audaz, profunda y provocativa. Entre sus publicaciones destacan Una arqueología del alma. Ciencia, metafísica y religión en Carl Gustav Jung; El diablo en la música. La muerte del amor en El gavilán, de Violeta Parra; Los perros andan sueltos. Imágenes del postfacismo y He aquí el lugar en que debes armarte de fortaleza. Ensayos de crónica filosófica. Lectora de Jung, Pasolini y Girard, ha reflexionado en torno a la reformulación del fascismo (el “lumpenfascismo”) en los últimos 30 años, en el contexto de una historia simbólica de Chile.

Eventualmente, Lucy Oporto fue una de las pocas intelectuales que no se vio sorprendida por la violencia del estallido social. En 2016, con motivo de la destrucción del Cristo de la Gratitud Nacional durante las protestas estudiantiles, señaló que “los encapuchados no constituyen un sujeto histórico ni una fuerza revolucionaria (...). Son, cabalmente, la escoria de la sociedad de consumo”. Entonces se preguntaba: “¿Qué ocurrirá durante futuras movilizaciones?”. “¿Y qué harán los encapuchados en una próxima oportunidad?”.

En 2019 fue una de las voces más decididas y elocuentes a la hora de condenar la violencia de la “asonada”, como definió al estallido social. Así, donde algunos intelectuales vieron la eclosión de una revolución desde abajo, Oporto reconoció una crisis desatada por la descomposición moral: “Chile no ha despertado, ni ha cambiado”, escribió. Para ella, la escalada de incendios y saqueos fue más bien “una impostura insurreccional, cuyo horizonte último y subyacente es la satisfacción de las apetencias de la sociedad de consumo y su barbarie: tener, poseer y destruir”.

Hoy observa con escepticismo la progresiva distancia que han tomado el Presidente Gabriel Boric y su gobierno respecto de los símbolos del estallido social: “Su propósito es de cálculo político y oportunismo”, dice.

¿Cómo interpreta las declaraciones del Presidente Boric sobre la figura del perro Negro Matapacos, de que es una imagen ofensiva y denigrante? Dijo que no había festinado con él, pero después se confirmó que sí lo había usado.

Tenía un sticker, del Tarot de la Revolución. Bueno, esta permanente veleidad y travestismo de Boric es parte de un plan y es una forma de manipulación. En esa misma línea van las declaraciones de Camila Vallejo. Por un lado, ambos reconocen que hubo violencia, que hubo delincuencia, pero enseguida recuerdan las hipotéticas (a estas alturas) reivindicaciones sociales. Y me pregunto, ¿qué están haciendo? ¿Ponen las dos cosas en el mismo nivel? ¿Están tratando de decirnos que una cosa depende de la otra? Es mucha la ambigüedad, creo yo. Ahora, si esto es así, significa que nunca abandonaron su propósito refundacional. Y que, si se vuelven a dar las condiciones, va a haber otra asonada.

Boric
Boric lucía al "Matapacos" en la tapa de su computador.

¿No cree que el Presidente haya superado el octubrismo?

No. Es cosa de ver cómo les habla a los suyos. Cuando se dirige al Frente Amplio, cambia de actitud. Personalmente, no le creo nada. Algunos piensan que Boric ha madurado, pero eso es concederle demasiado. Hace tiempo que veo a padres y madres defendiendo a Boric. Dicen que está aprendiendo, que tiene que madurar, que todavía es muy joven. Pero ya es un adulto responsable y sería bueno exigirle, en cuanto tal, que tenga, por lo menos, una posición clara. Pero eso es difícil. En todo caso, a Boric y los suyos los tomo bastante en serio, debido a su peligrosidad. Mi intención no es bajarles el perfil.

¿No le parece que haya cambiado?

No. Se difundió una imagen en redes sobre sus cambios. Era una ilustración que mostraba, en diferentes cuadros, sus transformaciones. Paradójicamente, pienso que no tiene identidad y, como no tiene identidad, no tiene ninguna capacidad de transformación. Porque no hay en él (al menos en lo que se muestra) un fondo profundo. Yo no advierto eso. Está ese elemento y, además, el ánimo de desestabilizar todo, manipulando sus propios dichos, manipulando los hechos, manipulando a la opinión pública con estas ambigüedades. Boric declara el 2 de mayo ante la Archi que repudia la figura del Negro Matapacos. Y una semana después recuerda que existen estas reivindicaciones sociales. Me pregunto si no habrá una especie de amenaza detrás de eso. Y, por otro lado, las declaraciones de Vallejo, reconociendo que esa imagen probablemente ha sido muy ofensiva para Carabineros y sus familias, pero que para otros expresaba demandas y reivindicaciones.

Negro Matapacos

¿Quiere decir que no hay una renuncia auténtica a esos símbolos?

Así es. Recuerdo que durante un aniversario del 18 de octubre pusieron una imagen de Negro Matapacos sobre el plinto donde estaba la escultura de Baquedano, que ya había sido retirada, y que es obra del gran escultor Virginio Arias. El autor de la escultura del perro, Marcel Solá, declaró que, en 2019, la llevaron como a un “santo en procesión”. Entonces, que ahora vengan a abjurar de la imagen no es creíble. Boric abjuró del Negro Matapacos porque su propósito es de cálculo político y oportunismo. Y es muy significativo que se haya dado esta discusión. Hubo otro momento en que se discutió mucho, en 2023, cuando comenzaron a matar carabineros. Según lecturas literales, el perro no había matado a nadie. Pero el problema no es el quiltro que murió en 2017. Ese perro nunca mató a nadie, evidentemente. El tema es la proyección colectiva que se hizo sobre ese perro. Después, pensé que esa devoción se extinguiría y se transformaría en otra cosa, pero no su fondo. Y me sorprendió cuando empecé a ver esta última polémica, después de la abjuración de Boric. Es decir, el Presidente reniega del credo religioso e idolátrico: ¡Escándalo nacional! Y de nuevo surgieron lecturas literales: “No, este perro no mató a nadie”. Pero ahora es peor, porque se reconoce que, efectivamente, es una ofensa contra Carabineros. Pues esa imagen no es inocente: expresa un deseo colectivo de aniquilación de la fuerza pública.

La imagen sigue arraigada en parte de la izquierda. ¿Qué le dice eso?

Realmente no esperaba que reivindicaran con esa fuerza la misma imagen. El fenómeno de la discusión en su conjunto, con todas las declaraciones habidas, incluidas las de Boric, las declaraciones ambiguas de Vallejo, en fin, es una de las pruebas, para mí, de que la figura del Negro Matapacos es una imagen arquetípica. ¿Por qué? Porque concita una enorme carga afectiva, como expresaría Jung.

“Pensar que ante un nuevo gobierno de derecha y centroderecha no volverán los octubristas a intentar lo mismo ¡y más! sería desconocer la enorme fuerza del mito”, escribió el historiador Gonzalo Rojas esta semana. ¿Comparte esa idea?

Leí su columna. Él se pregunta por la proyección del octubrismo. Entiendo el octubrismo como lo definió José Joaquín Brunner, es decir, relativo a quienes se identifican con la revuelta antisistema del 18 de octubre y el significado político-cultural de un levantamiento contra el Estado y sus instituciones. En cuanto a Rojas, estoy de acuerdo con él en sus grandes líneas, efectivamente ese movimiento puede volver a surgir. Pero me distancio de su entendimiento del mito: él afirma que remite a un pasado inventado. Pienso de manera casi opuesta, que el mito, en realidad, condensa una serie de eventos que en algún momento fueron reales. Es un poco la definición que propuso René Girard. Yo suscribo eso, así como las relaciones que establece Jung entre el mito y el inconsciente colectivo. Es otra manera de entenderlo. Por ejemplo, la imagen simbólica del perro es una imagen muy arcaica y ambivalente: por un lado, es un animal noble, que ayuda al ser humano y da alegrías a los niños, pero su vertiente maligna es siniestra. Por eso, en las religiones antiguas, en el islam y en el judaísmo, es considerado un animal impuro, porque come carroña. El problema de los perros salvajes o asilvestrados, como diríamos ahora, ya se veía en esos tiempos.

Socialmente, ¿la adhesión al octubrismo está superada?

En la sociedad chilena, hoy se vive de otro modo. No estoy muy segura de que haya desaparecido del todo, como le señalaba antes. Pero hay una parte importante de la población que, hasta donde se ve, lo rechaza debido al avance horroroso de la violencia cotidiana y del crimen organizado, con formas criminales que solo existían en la dictadura: tortura, desaparición forzada, cadáveres en la vía pública. En esa época hubo casos así y se ocultaban. Ahora es infinitamente peor, porque es cotidiano, descarado y obsceno. Ha escalado a niveles impresionantes y siniestros, como en el caso del secuestro del teniente venezolano Ronald Ojeda o del asesinato de los tres carabineros, cuyos cadáveres aparecieron calcinados en la patrulla que ellos mismos habían conducido. Es cierto que los asesinatos de carabineros venían desde antes, pero este último caso fue especialmente aterrador, por la disposición en que fue presentado. Casi se diría, figuradamente, como en una puesta en escena. Se ha señalado que es una señal, que es una advertencia, una amenaza y una afirmación de que “aquí mandamos nosotros”.

Conmemoracion 4to año del Estallido Social
18 Octubre 2023 En los alrededores de la Plaza Italia gente y encapuchados se enfrentaron con carabineros en la Conmemoracion 4to año del inicio del Estallido Social el 18 de Octubre del 2019. Foto: Andres Perez

El gobierno se está ocupando de la crisis de seguridad. ¿Cómo lo ha visto?

Sí, porque hay presiones en esa línea también, ¿no? Hay informes sobre la disminución de la producción, la economía también está afectada, en fin. Sí, lo tienen que hacer. Pero al núcleo duro del gobierno (no afirmo que todos los funcionarios, debe haber personas allí que actúan de buena fe), los que toman las decisiones finales, si les preocupa la seguridad es exclusivamente por conveniencia y oportunismo. No voy a creer que actúan de buena fe dada toda la evidencia anterior. Oportunismo y mirada a largo plazo.

¿Y qué hay en esa mirada a largo plazo?

El propósito refundacional. Hay otro detalle en estos signos de los que hablaba. Mientras se desarrolla la Bienal Internacional de Arte de Valparaíso se ejecutó el desmontaje y demolición del Monumento a la Solidaridad del escultor Mario Irarrázabal, que fue vandalizado el 29 de febrero de 2020, incendiándose dos veces. En el perímetro que rodeaba la obra de demolición, que costó más de $ 12 millones, había carteles de la Municipalidad de Valparaíso, la llamada Alcaldía Ciudadana, y uno de ellos decía: “Derrumbando lo antiguo para construir el nuevo Valparaíso”. Para mí es un escándalo. Demoler lo antiguo, o sea, una obra que celebraba la solidaridad, el diálogo, de un artista con una vasta trayectoria internacional y con un pensamiento humanista. Yo lo lamento mucho. Y claro, es un índice más de que el instinto refundacional sigue latente.

El estallido social dio origen a una gran producción intelectual, sobre todo desde la izquierda. Carlos Ruiz habló del “nuevo pueblo” y Gabriel Salazar ofreció una justificación histórica del “pueblo vandálico”. Pero no han ofrecido una explicación a la deriva del fenómeno. ¿Cómo se podría entender ese silencio?

Dudo que dicho silencio corresponda a un proceso reflexivo y de toma de conciencia, primero, de su propia fascinación y deslumbramiento rastreros ante la barbarie. Y, segundo, de la violencia y sus efectos concretos, visibles hasta la fecha, alentados cómodamente incluso desde antes de la asonada de octubre de 2019.

Los académicos que justificaron esa barbarie por razones ideológicas, por intereses personales, por oportunismo, o por moda, siguen ahí, operando en sus respectivos nichos formadores de cuadros políticos, en que la búsqueda de la verdad es despreciada y desechada con sorna, ante los prestigios del instinto depredador, cuyo único foco es la voraz necesidad de poder y más poder, de instalación, dinero y reproducción automatizada.

Tal vez, en este momento la tematización de su proyecto ideológico no sea rentable para el mercado académico: el instrumento privilegiado que decide qué debe ser “conocido” y qué no, en función de intereses y nada más intereses, y donde ya no hay personas, sino cosas desechables, con lo cual el conocimiento mismo y la conciencia se extinguen. Por lo mismo, tal vez se trate de un repliegue táctico y oportunista, a la espera de nuevas condiciones para la plena realización de su mezquindad organizada y sus manipulaciones totalitarias.

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